Entrevista

Paz Vega: “Me sorprendió que tardara tanto en estallar el #MeToo. Era más que evidente: siempre estuvo ahí”

La respetada y popular actriz, ganadora de un premio Goya, se encuentra inmersa en varios proyectos de dirección cinematográfica entre España y República Dominicana.

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Paz Vega (Sevilla, 1976) siempre ha sido una mujer valiente. Una de esas que no se conforman con los límites que impone el lugar donde nacen. Con apenas unas pesetas en los bolsillos, un día salió de la estación de autobuses de Plaza de Armas de su ciudad natal, Sevilla, y se lanzó a Madrid con la determinación de cumplir el sueño que a priori creía que no le correspondía: ser actriz. Spoiler: lo logró, y con creces.

No había red de seguridad ni plan alternativo, solo el arrojo y la fe en sí misma. Quizá también el punto de inconsciencia que da la edad. No quería molestar a sus padres, tampoco quería decepcionarlos. Años después, esa misma decisión la define: mujer hecha a sí misma, dueña de su destino, capaz de convertir la incertidumbre en impulso y éxito. Aunque sobre el éxito, hoy opina que es “el tiempo, vivir sin móviles y dar un paseo de 12 o 13 kilómetros”.

Magas la recibe con la serenidad de quien ha recorrido un largo camino y conserva aún la misma pasión, la ilusión de aquella niña que veía películas y nadaba de manera profesional en un club de la capital hispalense.

La sesión de fotos tiene lugar en el Thompson Madrid by Hyatt, un enclave que acompaña con su elegancia contemporánea a una actriz que sabe lo que significa reinventarse y resistir. Desde la suite se ve la Puerta del Sol y se escuchan los rugidos de una manifestación. A la derecha, el Teatro Real con el Palacio Real enfrente. La belleza rebosa. Estamos al borde del Stendhal.

Foto uno de Paz Vega con el look uno
Foto dos de Paz Vega con el look uno

La visita de Paz Vega a la revista llega de la mano de Marcolin, firma que reúne en su catálogo gafas de ensueño, tanto de sol como de vista, y que enmarca esta conversación con un guiño al estilo. La actriz las lleva con naturalidad, demostrando que la moda, cuando se entiende de verdad, es la prolongación de su personalidad.

“Me hubiera gustado conservar en una vitrina algunos de los vestidos que llevé en Carmen [de Vicente Aranda]” expresa Vega. En su mirada, tras los cristales de sus gafas Max Mara Eyewear, late todavía el impulsivo corazón de aquella joven que un día se subió a un autobús y después voló a Hollywood, rumbo a lo desconocido, a la tierra de los sueños y de las decepciones.

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Paz Vega y su hija Ava Salazar, talento y orgullo mutuo: "Somos diferentes, pero congeniamos bien”

Hay un detalle que llama la atención mientras conversa con Magas: luce una delicada gargantilla de la que cuelga un finísimo rectángulo de oro y dentro de él, bailan tres pequeños diamantes que parecen vibrar con cada movimiento. Ella se los toca, les da calma. No podemos por menos que preguntar si esas tres piedras preciosas representan a sus tres hijos: Orson, Ava y Lenon. Ella sonríe sorprendida, niega con ternura y, entre bromas, confiesa que, a partir de ahora, dirá siempre que es así.

Paz es Lucía (y el sexo), es Teresa (el cuerpo de Cristo), es Carmen, es Rita. Paz Vega es una de las mejores actrices y directoras de esta España nuestra, que cantaría Cecilia; es una mujer que sigue en la lucha, mirando hacia adelante con el mismo brillo con el que empezó: el de quien cree, contra todo pronóstico, que el destino se conquista paso a paso, disfrutando del camino.

Foto tres de Paz Vega con el look uno

Paz, usted nació en Sevilla y se crio en el barrio de Triana, ¿qué tiene el sur para que haya dado tantos artistas?

Yo creo que el sur en general, no solo de España, sino del mundo, tiene algo especial. No sé si es el clima, la luz, las tradiciones o la manera que tenemos de relacionarnos con la música y el arte. Es una tierra de poetas, pintores, escritores… Yo me siento muy orgullosa de ser del sur, una “niña sureña” como me llamaban en Siete vidas. Y creo que todo eso, inevitablemente, te marca.

¿Y su familia, cuánto influyó en la mujer que es hoy?

Una se convierte en lo que ha visto y vivido de pequeña. Yo nací en Sevilla, me crié en Triana y participé de todas las tradiciones de mi tierra. Mi padre tiene una personalidad muy artística, muy flamenca; mi abuelo, sin ser artista, tenía un halo bohemio, mucho carisma. Todo eso te forma. Y mi hermana, por ejemplo, es bailaora… quizá sí que hay algo en la sangre.

¿El arte se hereda?

No lo sé. Creo que el arte como tal no se hereda, pero sí el ambiente en el que creces. Lo que escuchas en la radio, lo que ves en casa, las costumbres familiares… Todo eso te influye y te marca el camino.

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¿Siempre supo que quería ser actriz?

No, para nada. Yo veía películas, me encantaba ir al cine, pero nunca pensé que eso podía ser un trabajo real. Lo veía como algo que les pasaba a otros. De niña yo era estudiante y nadadora.

¿Nadadora?

Fui nadadora de competición durante ocho años en el Club Mercantil de Sevilla, y me lo tomaba muy en serio.

Foto cuatro de Paz Vega con el look uno
Total look de Max Mara con gafas de Max Mara Eyewear
Foto cuatro de Paz Vega con el look uno

Cuando usted habla de que eso es “algo que les pasaba a otros” dice mucho de su humildad. ¿No se veía digna de un trabajo que le diera una posición así?

No es eso, pero es que al final, la vida te va llevando. Con el tiempo me di cuenta de que actuar era una forma de ganarse la vida, como cualquier otra.

¿Cuándo fue consciente de que lo había logrado?

Es que no lo siento así. Puede que llegues a ese supuesto “propósito” y descubres que no es lo que te da la felicidad. Hace poco vi una película con mi hija, Soul de Pixar, que refleja justo eso: parece que todos necesitamos un gran propósito vital, y cuando lo alcanzas te das cuenta de que lo importante era el camino.

La moraleja de El alquimista, de Paulo Coelho, ¿no?

Totalmente. Lo importante es disfrutar del camino. A veces pensamos: “Cuando consiga esto seré feliz”. Y luego llegas, lo consigues y dices: “¿Era esto?”. Cualquiera que esté muy arriba seguro que se ha planteado: “¿Y yo de verdad deseaba esto? Quizá era más feliz montando una tienda de bizcochos, pequeñita, en mi barrio”.

¿Cómo recuerda su llegada a Madrid y sus inicios en el cine y la televisión?

Yo vine con una mano delante y otra detrás. Cogí un autobús —porque no me podía permitir el AVE— y llegué con muy poco dinero. Buscaba trabajo de camarera por las noches para poder pagarme el alquiler, iba a castings durante el día… y, cuando no me llegaba, siempre había alguien que me echaba una mano y me dejaba quedarme en su casa.

¿Fue angustioso?

No, fíjate. Lo miro con mucho cariño. En ese momento era duro, pero ahora lo veo como un aprendizaje maravilloso. Esa etapa de carencias y de lucha fue la que me hizo crecer, tomar las riendas de mi vida y empezar a decidir con quién quería estar, a quién quería cerca. Esas son tus primeras decisiones adultas, encuentras a tus amigos, a tu “familia elegida”. Y aunque hubo momentos complicados, lo recuerdo con ternura, con la emoción de estar empezando a vivir de verdad. Fue una lucha divertida.

“La mujer es un campo de batallas, es un arma arrojadiza. Los grandes cambios sociales se reflejan en nosotras”

- Paz Vega

Foto uno de Paz Vega con el look dos

Hace poco Siete Vidas volvió a Netflix y vi los primeros capítulos... Me chirrió mucho tanto diálogo machista, aunque fuera una ficción. ¿El humor debe tener límites?

No he vuelto a verla, pero claro, hay que situarse en la época. De todas maneras, ¿qué pasa? Creo que el humor no puede tener paredes: hay que entenderlo en su contexto.

¿No le resultaba ofensivo entonces?

Nunca lo viví así. Había crítica social, había parodia… Y muchas veces se exageraba justo para poner en evidencia lo que estaba mal, como el machismo. Es otra forma de retratar la realidad: desde la seriedad, como hice con Rita, la película que dirigí, o desde el humor ligero, como en Siete Vidas. Para mí ambas formas son válidas.

¿Cree que ahora estamos hipersensibilizados?

Sí, creo que ahora estamos mucho más sensibles. El exceso de información, la exposición constante en redes… Todo eso ha hecho que tengamos miedo y nos autocensuremos. Y eso, en parte, me parece un retroceso. Es un paso o dos atrás en nuestras libertades: en la libertad de expresión y en la de pensamiento. Otra cosa es debatir: podemos discutir, incluso desde el humor, y no pasa nada. El problema es no atreverse a hablar por miedo a ser juzgado.

O sea, que usted considera que antes éramos más libres para todo.

Sí. Además, no había móviles, no había selfies ni cámaras en todas partes. Nadie te grababa. Estábamos más presentes en el mundo real, y eso hacía que todo fuera más libre y más divertido. Ahora vivimos demasiado en lo virtual.

Con todo este ambiente de exposición mediática, ¿lleva preparado un discurso cuando va a un photocall o una gala de premios?

Para nada. Yo no preparo nada. Otra cosa es que, si voy con un trabajo concreto, intente reconducir las preguntas hacia ello, porque lo que quiero es hablar de la película. Pero a veces dices una tontería y al día siguiente ese titular está por todas partes… y piensas: “¡Pero si yo había venido a hablar de mi libro!” (ríe, recordando la mítica frase de Francisco Umbral).

Y hablando de trabajos, hay una película que marcó su vida: Lucía y el sexo. ¿Qué aprendió del sexo durante el rodaje o durante la creación del personaje que le entregó su primer Goya?

Tenía 24 años cuando la hice, y creo que lo que aporté fue una forma muy fresca y natural de vivir las relaciones sexuales. Sin poses, sin pretensiones. Así era yo entonces, era esa mi manera de vivir el sexo y así quise imprimirlo en Lucía. Obviamente había un guion y la dirección de Julio Medem, pero había mucho de mi propia manera de entender la vida y el amor.

¿Hay un poco de Paz en Lucía?

Sí. Hay un punto de verdad. Esa forma de no dramatizar tanto, de tomarse la vida como un rayo de sol, de creer siempre que hay esperanza. Y también esa valentía en el amor: yo nunca he esperado a que un chico me pidiera salir, siempre me he declarado yo. Recuerdo a mis amigas diciendo: “Tiene que pedírmelo él”. Y yo pensaba: “¿Por qué? Si quieres salir con él, díselo tú. El no ya lo tienes”.

O sea, nada de estrategias de seducción, ni ghosthing, ni nada.

Nada. Nunca he sido de esas de “voy a esperar a que él me escriba primero”. Se pierde mucho tiempo en ese proceso estratégico. Si me gusta alguien, lo digo, y ya está. No hay que darle tantas vueltas.

Y ahora, viendo cómo viven el amor y las relaciones sus hijos, ¿qué piensa?

Me hace gracia porque veo lo mismo, pero amplificado por las redes. Eso de “me ha dejado en visto y no me contesta”… Yo siempre les digo: “¿Y? Pues no pasa nada. Si no te contesta, ya está. No hay que tener miedo a un no”. Al final es mejor una respuesta honesta, aunque sea negativa, que quedarse esperando algo que no llega.

Foto dos de Paz Vega con el look dos
Foto cuatro de Paz Vega con el look dos

Total look de Max Mara con gafas de Max Mara Eyewear

Hollywood y el #MeToo

Su experiencia en Hollywood: ¿cómo recuerda esa etapa? ¿Con nostalgia? ¿Es un episodio cerrado de su vida?

Fueron casi 15 años, y fue una etapa muy intensa. Al principio sin hijos, conociendo la ciudad, yendo a castings… Aquella época fue dura. Los Ángeles no es una ciudad fácil: es pasivo-agresiva, hostil, no amable como Madrid. Todo el mundo va buscando un sueño y ves a tanta gente que no lo logra, que se queda errante, perdida… Eso me daba tristeza. Yo tuve suerte, trabajé mucho, aunque llegué sin hablar inglés y eso me limitaba. Pero en ese proceso de decir que sí a tantos trabajos, aprendí el idioma, crecí y sobreviví.

¿Le sorprendió el estallido del #MeToo?

Me sorprendió que tardara tanto en estallar. Era más que evidente: siempre estuvo ahí. Lo que lo cambió todo fue la tecnología: ahora hay redes, hay conexión, y eso permitió que surgiera un movimiento que ha cambiado el mundo. Quizá más para los hombres, para el machista, que ya está señalado. Más que para nosotras, porque el feminismo ha estado siempre. Las mujeres llevamos intentando sobrevivir toda la vida: siempre ha habido organizaciones de mujeres o incluso los conventos de monjas, ¿no? Son un grupo de mujeres que huyen de una realidad que no quieren vivir para crecer espiritualmente. La diferencia es que ahora se le llama a las cosas por su nombre, sin complejos. Machismo es machismo, violencia es violencia. Afortunadamente estamos en una sociedad que avanza en ese sentido, pero retrocede en otros.

¿Qué hay del cine español en ese sentido? Hace más o menos un año se dieron nombres como el de Carlos Vermut. ¿Habrá más?

Yo no he vivido acoso como tal, pero sí he visto intentos de intentar humillarme y de intentar humillar a actrices en el set.

¿Humillación a usted por parte de los directores? ¿En qué sentido?

Sí, directores que te decían con total impunidad: “Quítate la camisa, que esta secuencia la quiero sin camisa”. Y yo les decía: “Pero es que el guion no dice eso, dice: ‘Llega a casa y se pone cómoda. Para mí eso es quitarme los zapatos, pero no la camisa y quedarme con los pechos al aire’”. Y ahí tienes que plantarte. Yo siempre me he negado. Alguna vez me han engañado y han sacado planos que decían que no saldrían y al final sí… pero yo no me callaba, y eso me trajo consecuencia que todavía hoy arrastro.

“No he sufrido acoso, pero sí intentos de humillarme en los rodajes. No me callaba y eso me ha traído consecuencias hasta hoy”

- Paz Vega

Foto uno de Paz Vega con el look tres

¿Siente que como actriz la sociedad le exige una responsabilidad extra para posicionarse sobre ciertos temas políticos o sociales?

Obviamente. ¡Pero si somos actores, somos cómicos, somos titiriteros! No soy científica ni política. Y tampoco soy quién para juzgar lo que cada uno quiere decir o quiere callar. Faltaría más. Qué horror. Respeto lo que cada uno quiera hacer: se posicione o no. Depende de qué películas hagas o escribas también es una forma de posicionarse. Como yo hice con Rita.

Sus películas han llegado a mucha gente y ustedes se convierten en referente para mucha gente. Quizá por eso se os pida posicionamiento, por su lugar de poder y privilegio.

¡Nuestras películas llegan a la gente! Los personajes que defiendes, de alguna manera, también son mensajes. En mi caso, lo que escribo y lo que dirijo. Yo no tengo que coger un altavoz o estar todo el día posteando cosas… a mí me genera desgaste personal. Entiendo que si hago Rita, ahí hay un mensaje claro. Yo quiero que mi trabajo hable por mí.

¿La industria cinematográfica exige más a las mujeres que los hombres?

Me flipa que en todas las entrevistas acabemos hablando de lo mismo: la edad, el machismo... Son circunstancias que están fuera de nuestras manos. Y no es la industria, es la sociedad. La mujer es un campo de batallas, es un arma arrojadiza. Los grandes cambios sociales se reflejan en nosotras. Hay épocas en la historia donde es demasiado evidente la opresión que la sociedad ejercía sobre la mujer. Un ejemplo: un corsé, que no te deja respirar.

Y un zapato de tacón, ¿no?

¡Exacto! O tener que entrar en una talla concreta o tener labios gruesos o finos. Es la sociedad quien intenta controlar a la mujer. Cuando hay guerras, se llega a violar a mujeres y niñas, como te decía, como arma arrojadiza. La lucha feminista viene de siempre, y ahora nos quieren recortar libertades con el tema del aborto, por ejemplo. Parecía que en este país estaba más que superado, y estamos entrando en un discurso tan peligroso…

¿Y no cree entonces que es importante que se reivindiquen esas situaciones en entrevistas como estas?

El discurso marca. Y si estás continuamente hablando de algo, eso queda. El verdadero cambio llegará cuando no se hable de esto y cuando a ninguna actriz se le pregunte por la edad. ¡Es que a los hombres no se les pregunta! Ahí lo habremos conseguido.

Foto dos de Paz Vega con el look tres
Foto tres de Paz Vega con el look tres

Blusa y pantalones de Mon&Pau, tacones de Magrit y gafas de Max Mara Eyewear

Maternidad y familia

Paz, ¿cómo le cambió la maternidad?

Mis hijos me recolocaron. Yo me preocupo de lo terrenal: que coman, que estudien, que se cuiden. Pero ellos vienen a enseñarte otra mirada, más trascendental. Mi hija Ava, por ejemplo, tiene una filosofía de vida muy curiosa; lee mucho, me hace pensar. Tiene una mentalidad alucinante.

¿Y cómo lleva el tema de su exposición pública? ¿Se imagina que quieran ir a un reality o dar una entrevista hablando de su vida íntima en un plató?

¿Te imaginas un OnlyFans? (ríe). Claro, es que… ¿dónde está el límite? Que ellos hagan lo que quieran, pero que no hagan daño a nadie y que sean felices. Habrá cosas que me gustan más o me gusten menos, como madre. Se equivocarán, pero como he hecho yo y como hemos hecho todos.

¿Le dio miedo que cumplieran 18 años de cara a los medios?

He intentado que mis hijos vieran mi exposición pública como algo normal. Si los escondes demasiado, generas curiosidad. Mis hijos han visto paparazzi desde bebés, y yo no entendía el interés que podía generar que yo fuera a dar un paseo o a hacer la compra con ellos. Son niños normales. El mayor cumplió 18 años hace tiempo y todo fue tranquilo.

Foto uno de Paz Vega con el look cuatro
Total look de Max Mara con gafas de Max Mara Eyewear

Moda, proyectos y éxito

¿En qué anda cinematográficamente hablando? ¿Va a seguir dirigiendo? ¿Quiere actuar?

Es muy curioso, porque me están llegando proyectos por encargo como directora. Seguiré actuando, pero todo el año que viene me lo voy a pasar dirigiendo. Primero, una nueva película llamada Ana no, que es una adaptación de una novela de Agustín Gómez Arcos, un autor que, de verdad, todos deberíais conocer. Acabo de terminar el guion y empezamos a rodar en el primer trimestre del año que viene. Y después tengo otra película, en República Dominicana. Y si llega algo como actriz que me motive e ilusione, lo hago. Pero mi focus está ahora en la dirección.

Informándome sobre usted, he podido saber que conserva a sus amigos de toda la vida, que siguen siendo los mismos. Orson, además, es su pareja desde 25 años… ¿Se podría decir que es una mujer que cuida las cosas?

Sí, soy muy de cuidar lo que aprecio: amistades, pareja… También lo material, ¿eh? Tengo cosas de hace 20 o 25 años. Lo material que me importa lo guardo toda la vida.

¿Y con la moda? ¿Qué vestuario le hubiera gustado quedarse de alguna película que haya hecho?

Y con la moda, he tenido mucha suerte y he lucido un vestuario maravilloso, como en Teresa: el cuerpo de Cristo, donde la diseñadora era una artista japonesa llamada Eiko Ishioka o en Carmen, que lo hizo Ivonne Blake, y que fuimos a Londres a por esas telas maravillosas. Me encanta la moda de época. Algunos trajes me los habría quedado en una vitrina, solo para contemplarlos.

¿Cuál es para usted el complemento perfecto?

Las gafas se han convertido en parte de mi día a día, así que para mí es esencial sentirme bien y cómoda con ellas. Por eso me encantan los modelos de Max Mara Eyewear. Sus diseños son especiales, elegantes y se adaptan a cualquier momento.

Foto dos de Paz Vega con el look cuatro
Foto tres de Paz Vega con el look cuatro

Hablando de moda y de looks con los que quedarse, ¿usted sabía que Sarah Jessica Parker firmó por contrato quedarse todo lo que llevara Carrie Bradshaw en Sexo en Nueva York? Excepto los vestido de diseñadores de archivo; lo demás, es suyo.

¡No me digas! A partir de ahora voy a tener que hacer eso (ríe). Yo trabajé con Sarah Jessica Parker en Italia.

¿En serio?

Sí, sí. ¡Y ese vestuario precisamente me lo regalaron! Hicimos una película que se llamaba All Roads Lead to Rome -Todos los caminos llevan a Roma-. Me regalaron una chaquetita azul de un diseñador italiano.

¿Qué tal fue trabajar con ella?

Una maravilla. Sarah Jessica Parker es lista, divertida, trabajadora, divina. Yo la veía todo el tiempo con su teléfono móvil y me dijo: “¿Tienes Instagram?” y yo: “¿Qué?” ¡Ella fue quien me enseñó lo que era Instagram! Vi su perfil, sus fotos, sus publicidades… Y ya entonces tenía millones de seguidores, ¡imagínate!

Para terminar, Paz: ¿qué es el éxito para usted?

El tiempo. Poder levantarte cuando quieras, caminar sin reloj, vivir sin teléfono. Yo arreglo el mundo caminando. Soy capaz de echar andar y caminar 12 o 13 kilómetros. Eso es éxito: libertad y tiempo para ti. Todo lo demás —coches, bolsos, casas— son cargas. El verdadero lujo es disponer de tu vida.

Créditos
Maquillaje Rosa Navajas
Dirección creativa Julia Ramírez
Agradecimientos especiales

Agradecimientos especiales al Hotel Thompson Madrid by Hyatt.

© El León de El Español publicaciones S.A.