Bulimarexia, así es el trastorno que sufría Sissi Emperatriz

Bulimarexia, así es el trastorno que sufría Sissi Emperatriz

Estilo de vida

Bulimarexia, así es el trastorno que sufría Sissi Emperatriz

La obsesión de Isabel de Baviera por su físico la llevó a vivir una vida de estrictas dietas, de atracones y a realizar sesiones de deporte de manera compulsiva. 

25 octubre, 2022 13:45

Los trastornos alimentarios son uno de los problemas del siglo XXI y es que, tanto la anorexia como la bulimia son lamentablemente cada vez más comunes. Evidencia de ello, es que solo en España hay más de 400.000 personas que padecen este tipo de enfermedad y los expertos advierten de que este número no deja de crecer cada día en las consultas.

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Pero ¿Y si te dijéramos que ya en 1874 este tipo de trastornos alimenticios provocados por la obsesión por el aspecto físico ya estaban presentes en la sociedad? Esto es precisamente lo que tuvo que vivir la conocida Sissi Emperatriz durante toda su vida.

La emperatriz Sissi tuvo que enfrentarse a su propio lado oscuro y a una vida rodeada de desgracia y comportamientos compulsivos relacionados con su físico, el cual tenía la enfermiza obsesión de mantener en los 50 kilos. Te contamos todo sobre la vida y la bulimarexia a la que tuvo que enfrentarse esta conocida emperatriz.

Obsesión con el físico y excentricidades

Nacida en Múnich y concretamente en la Nochebuena de 1837, Sissi emperatriz creció en la más absoluta libertad, pero esto no impidió que la tristeza y su rebeldía la llevasen a una vida repleta de obsesiones y excentricidades.

Hija del Duque Maximiliano de Baviera y de la princesa real Ludovica de Baviera, se casó con 16 años con el Emperador Francismo José, pero no fue hasta los 25 años cuando empezó a sufrir las consecuencias de su obsesión con la figura. Y es que la emperatriz quería mantenerse perfecta y sin salirse de los 50 kilos de peso (repartidos en una estatura de 1,72), ni tampoco de sus sólo 47 centímetros de cintura.

Todo esto y la falta de especialistas en nutrición en aquella época, la condujeron a inventar toda clase de dietas de adelgazamiento y de hábitos alimenticios exagerados y nada beneficiosos para su salud.

Hábitos, dietas y atracones de comida a escondidas entremezclados con una obsesión compulsiva de hacer ejercicio, que en el fondo escondían como se sabe a día de hoy un evidente cuadro de bulimia y anorexia.

Trastornos alimenticios ligados a su obsesión por mantenerse bella y delgada, que habrían aparecido en la vida de Sissi a raíz de sus cuatro embarazos: Sophie (que falleció a los dos años), Gisela, Rodolfo y Valéry. Una descendencia que Sissi jamás había deseado, de hecho, la emperatriz detestaba a los niños.

Una vida de insatisfacción y de descontento con su propio cuerpo que la llevaron a someterse a todo tipo de torturas alimenticias, que no sólo amenazaron su salud, sino que también hicieron aumentar su irritabilidad e insomnio.

Entre su lista de dietas obsesivas y excentricidades destacan alimentos como un consomé compuesto por una mezcla de carne de ternera, pollo, venado y perdiz; carne fría, sangre de buey cruda, leche, tartas, pasteles y helado. Alimentos que llegaron a convertirse en parte de la dieta principal de la emperatriz y entre los que no había cabida para fruta o verdura.

En cuanto a sus ganas de comer, estas no se mostraban con cualquiera. De hecho, la emperatriz desaparecía normalmente de la mesa si estaba presente su marido o su familia política.

Solo conseguía sentarse a comer en la mesa con sus ocho hermanos y hermanas, algún que otro miembro de su familia de Baviera, su hija menor Valéry a la que solía referirse como su única hija o su profesor de equitación, de quien se enamoró perdidamente.

Por otro lado, también encontró en la gimnasia y en las sesiones de deporte intensas la forma de contrarrestar sus atracones de comida, por lo que no dudaba en hacer ejercicio de manera compulsiva durante varias horas.

Su obsesión la llevó a pedir que se colocasen espalderas, anillas y espalderas en todos sus palacios o a realizar paseos de hasta seis horas por el monte, que continuamente conducían a las quejas de sus damas de compañía.

Con el paso de los años su obsesión por mantenerse delgada no hizo más que crecer, de hecho, ni siquiera conseguía conciliar el sueño, en parte por los paños húmedos que ceñía a sus caderas varias veces a la semana para preservar su figura.

Obsesiones nada beneficiosas para su salud y compulsivas, que hicieron que la emperatriz sufriera reúma, neuritis y edemas por todo el cuerpo, así como dolores de ciática y acumulación de líquido en las piernas.

Vida de tragedia

Aún a pesar de la libertad que siempre rodeó a la vida de Sissi, la realidad es que la tragedia la marcó desde el nacimiento de su primera hija, quien fallecería con tan solo dos años de edad y tras la que le seguirían dos hijas y un hijo más, aunque solo fuese Valéry, la única a la que la emperatriz crió y llegó a considerar su hija.

Sissi no pudo influir en la crianza de sus hijos y de hecho, le fueron arrebatados desde muy pequeños por su controladora suegra. Aún así no dudó en viajar todo lo que pudo durante sus años de juventud posiblemente para escapar de la rectitud de la vida en palacio. 

En cuanto a sus hijos, Sophie no sería la única hija que llegaría a perder la emperatriz, de hecho, el príncipe Rodolfo, quien se comportaba con frialdad con su madre por no haberse implicado en su crianza, apareció muerto junto a su amante la baronesa de Vetsera cerca de Viena a los 30 años de edad.

Otro golpe para la familia real que también marcaría la vida de tragedia de Sissi, que también estuvo marcada por un final dramático.

Y es que el 8 de septiembre de 1898, la emperatriz llegó a Ginebra para alojarse en una de las suites del Gran Hotel Beau-Rivage, bajo el nombre de la condesa Hohenems (su alias para pasar inadvertida).

Fue precisamente mientras caminaba hacia el embarcadero acompañada de su amiga y dama de compañía, la condesa húngara Irma Sztaray, cuando un joven se chocó con ella de forma aparentemente accidental. Ambas mujeres cayeron, pero aparentemente estaban bien, hasta que la emperatriz comenzó a sentirse mal y se desmayó.

Al desabrocharse el corpiño para poder respirar, Sissi se dio cuenta de que tenía una herida en la zona del pecho, que la hizo fallecer a causa de una hemorragia interna causada por un punzón que el italiano Luigi Luchenl (exsoldado) le había clavado en ese choque y que pretendía haberle atravesado el corazón.

Aunque no lo consiguió, esa herida fue fatal y provocó la muerte de Sissi. Ese fue el final marcado por la tragedia, de la que llegó a ser la mujer más querida del mundo y el comienzo del final del Imperio austrohúngaro.