Fotograma de la serie 'Querer'.

Fotograma de la serie 'Querer'. Movistar Plus+

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De esto sí se habla: cómo la ficción española contada por mujeres está derrumbando muros de silencio

Cada vez más, producciones destacadas y premiadas exploran temas tabúes que afectan directamente a las mujeres.

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Después de 30 años de matrimonio y dos hijos ya adultos, Miren, una mujer de unos 50 años, de clase media alta, decide denunciar a su marido por violencia sexual. Acompañada por su abogada, en una comisaría se dispone a dar testimonio; comienza con las señas personales, responde a ciertas preguntas sobre su pareja, Iñigo. No tiene adicciones, no posee armas, él desconoce que ella está denunciándole. Miren rechaza la orden de protección, no se siente en peligro, su intención es irse de casa apenas salga de la comisaría, aprovechando que él está de viaje.

Miren dará cuenta en un futuro juicio del terror que ha vivido durante todos esos años, sometida a sexo no consentido, es decir, a violaciones dentro de la pareja, así como también a la dependencia económica y social, y a la privación de mantener contacto con su familia. Su esposo le ha coartado su libertad en todos los sentidos.

El relato de Miren pertenece al argumento de Querer (Movistar+), una miniserie creada por Alauda Ruiz de Azúa (reconocida por la película Cinco Lobitos), Eduard Sola y Júlia de Paz, y protagonizada por Nagore Aramburu y Pedro Casablanc.

Compuesta por cuatro capítulos, relatando una historia que muy bien puede ser la de muchas mujeres, Querer constituye una prueba más de una tendencia in crescendo en la producción audiovisual española: la ficción están contribuyendo a derribar muros de silencio.

Violencia hacia las mujeres, los claroscuros de la maternidad, la decisión sobre nuestros cuerpos o el control de las parejas hacia las mujeres, son temas que por tradición han sido esquivados y hasta sepultados.

Nagore Aramburu y Miguel Bernardeau en 'Querer'.

Nagore Aramburu y Miguel Bernardeau en 'Querer'. Movistar Plus+

Sin embargo, vemos cambios, cada vez más se exponen, se analizan, se trata de encontrar respuestas y/o soluciones, por lo que en ese sentido la ficción juega un papel preponderante, y ahora más aún que directoras y guionistas mujeres están contando nuestras historias desde una perspectiva feminista, para así poder decir bien claro: 'de eso sí se habla'.

Aunque sea una obviedad, hay que preguntarse por qué es importante que se vean masivamente producciones audiovisuales como Querer, Salve María, Soy Nevenka o Mamífera, por mencionar algunas de las más sonadas de este año; y por qué estas ficciones podrían ser beneficiosas para la sociedad, y en particular para las mujeres.

Generar empatía

"A veces una película tiene mucho más impacto que 10 campañas del Ministerio de Igualdad", comenta la directora Icíar Bollaín, "además llega sin prevención porque si te lo dice el ministerio de no sé qué se percibe un sesgo político, entonces ya no me lo creo, en cambio una película de un cineasta que lo cuenta como le parece, llega más lejos".

Bollaín sabe de lo que habla. Vale recordar que con Te doy mis ojos (2003) esta directora empezó a asestarle puñetazos al muro de silencio, generando debates sobre la violencia de género en la sociedad pero también en el ámbito político.

"Te doy mis ojos llegó en un momento perfecto porque se estaba planteando el tema, fue ponerlo en la pantalla y ayudar a entenderlo", explica Bollaín, "las películas no hacen leyes, más bien son herramientas en esa pelea, pero la palanca la hace la gente en la calle y en las asociaciones".

Icíar Bollaín junto a Isa Campos es guionista de Soy Nevenka, sobre la ex concejala de Hacienda Nevenka Fernández quien hace dos décadas denunció por acoso sexual a Ismael Álvarez, alcalde de Ponferrada, con quien había mantenido una breve relación sentimental.

Icíar Bollaín, en una foto de archivo.

Icíar Bollaín, en una foto de archivo. Gtres

Nevenka sentó un precedente judicial, pero en la sociedad de aquella época no se percibió como un triunfo sobre el machismo, al contrario. La película, que cuenta con cuatro nominaciones en la 39 edición de los Premios Goya, busca reivindicar la figura de Nevenka Fernández pero también hacer que se entienda el acoso y sus consecuencias.

Es por ello que Soy Nevenka expone no solamente la violencia ejercida por Álvarez, sino también el linchamiento mediático y social, esa otra de la que fue objeto Fernández.

Desde la ficción el abordar a un personaje real, evitando la revictimización, para exponer el acoso sexual y psicológico, así como las implicaciones de la denuncia, sin dudas cala en la audiencia de una manera más visceral.

"En la ficción recorres con Nevenka su pasado", explica la guionista Isa Campo, "vives el acoso y ese bloqueo con ella, lo cual es importante porque si no, retrospectivamente cuestionas por qué no hizo esto o lo otro. Con la ficción lo vives, y entonces dices 'claro, es que no podía'. Entender eso es muy importante".

Ese mismo efecto lo logra con creces la inteligentísima y contundente Querer. Alauda Ruiz de Azúa nos propone seguir de cerca a Miren (grandiosa interpretación de Nagore Aramburu), una mujer de escasas palabras y gestos.

A diferencia de las víctimas de violencia sexual que se han planteado en la ficción desde el punto de vista del sufrimiento y del silencio, a Miren se le capta justo en el momento en que comienza a actuar: denuncia, se muda, se lo cuenta a sus hijos y a algunos de sus amigos, trata de reiniciar su propia vida lejos del maltratador.

Al estar prácticamente a su lado, seguimos su proceso y sentimos con ella toda una gama de emociones que la hacen absolutamente real. También vemos cómo se vive una situación como esa en su familia y de qué manera ella es percibida, tanto por los allegados como por los involucrados en el juicio.

El consentimiento dentro del matrimonio constituye un tema tabú, que además no había sido explorado en la ficción española. Querer es un relato profundo, descarnado y sutil, pero sobre todo tan real que nos deja con la inevitable pregunta: ¿cuántas mujeres habrán pasado o estarán pasado por un infierno similar?

"No buscábamos la polémica", ha comentado Alauda Ruiz de Azúa en una entrevista antes del estreno de la serie, "sino más bien los grises para entender, para generar buenas preguntas, buenos dilemas porque allí es donde está la zona de crecimiento personal de cada uno, de entender desde dónde juzgamos, si tenemos o no prejuicios, si somos capaces de empatizar o no. Intuyo que en algunos hogares será una conversación incómoda, aunque constructiva", afirmaba Alauda.

Querer ha sido una de las series más alabadas por la crítica y galardonadas en esta temporada de premios. Justo al recoger el Premio Feroz por Mejor guion de una serie, antes de volver a subir al escenario al coronarse como Mejor serie, Ruiz de Azúa recordaría la dificultad de contarnos.

"Vivimos en un mundo donde las mujeres no se sienten legitimadas para denunciar la violencia sexual, y si no somos capaces de asumir eso con honestidad y radicalidad, no podremos cambiar las cosas", afirmaba la directora, y Querer está allí para contribuir a esos cambios tan necesarios y urgentes.

La ecuación mujer=madre

Cuando una mujer decide no tener hijos también es estigmatizada. Ese es el caso de Lola, cuarentona y profesora de arte, quien lleva una vida plena con su pareja. A pesar de que la mayoría de sus amigas cercanas y su hermana ya tienen hijos, para Lola ser madre nunca ha estado en su plan de vida.

Al quedarse embarazada, la decisión está tomada: se someterá a una interrupción de la gestación, sin embargo el protocolo sanitario indica que deben transcurrir tres días de espera.

"Nos mandan al rincón de pensar como a niños", le dice bastante molesta a su pareja Bruno, que tampoco había contemplado convertirse en padre, "es un lavado de cerebro silencioso", sentencia.

Durante esos largos tres días Lola se confrontará con preguntas que tambalean su certeza, con miedos jamás sentidos y sobre todo con las expectativas de los demás. La determinación de Lola se desequilibra, quiere respuestas a sus preguntas, y no quiere que le sobrepase la culpa al ser testigo del sufrimiento, en cuerpo y alma, de una de sus amigas obsesionada con la maternidad.

En Mamífera, protagonizada por María Rodríguez Soto y Enric Auquer, la directora y guionista Liliana Torres (Family tour, ¿Qué hicimos mal?) aborda el tema de las mujeres que deciden no ser madres.

Fotograma de 'Mamífera'.

Fotograma de 'Mamífera'. Filmax

La cinta estrenada mundialmente y premiada en el Festival South by Southwest (EE.UU), expone un tema polémico, curiosamente tratado poco en el audiovisual español, y cuando se ha tocado no ha sido con la profundidad y dimensión que le ha dado Torres.

Desbaratar la ecuación mujer igual a madre, aún se cuestiona, independientemente de si la misma obedece a un deseo o a un impedimento físico. La exploración de Liliana Torres es exhaustiva, franca y absolutamente real, escudriñando en el mundo interior de Lola (una sobresaliente Rodríguez Soto), como también en su entorno.

Las mujeres que deciden no ser madres, además de ser estigmatizadas, se ven en la penosa y angustiosa necesidad de justificarse ante el gesto torcido de los otros, por lo que no es de extrañar que muchas prefieran esquivar el tema, hasta el punto de silenciarlo.

Liliana Torres ha pasado por esa situación, y parte precisamente de su experiencia personal para escribir su cuarto largometraje, en una época crucial para el audiovisual en el que son las mujeres quienes narran nuestras historias "desde una experiencia mucho más real y vívida", además lejos de los estereotipos y ganando en matices, tal como admitía Liliana en una entrevista en RTVE.

Claroscuros de la maternidad

María, en sus 30, es una escritora en pausa dedicada a la crianza de su bebé. Está agotada, sobrepasada, cada día intenta no ahogarse en las aguas del puerperio, sorteando la sensación de vértigo, del susto adherido a la piel, confrontada a nuevos miedos y a la irracionalidad de sus emociones.

Convertida en un revoltijo que amamanta, trata de calmar el llanto y las necesidades de su crío, siente que cada vez más se vuelve un acertijo. Al enterarse de la noticia de un infanticidio, María se obsesiona. ¿Acaso esa oscuridad que progresivamente la invade, es el mismo preámbulo que sintió aquella madre?

Esa María, interpretada extraordinariamente por Laura Weissmar, es la figura central de Salve María, largometraje dirigido por Mar Coll (Tres días con la familia, Esto no es Suecia), co escrito con Valentina Viso, y basado en la novela Las madres no, de Katixa Agirre (Editorial Tránsito, 2019).

Mar Coll se atreve a incursionar en aspectos bastante espinosos que tienen que ver con la maternidad, tal como la depresión posparto (que como dato curioso no se nombra en el film), la madre arrepentida, así como la incapacidad de crear un vínculo afectivo con el hijo.

Fotograma de 'Salve María'.

Fotograma de 'Salve María'. Movistar Plus+

La directora catalana explosiona la idealización de la maternidad y la culpa a través de este thriller sicológico considerado como una de las películas del año, que ha sido nominada al Goya, a los Feroz, entre otros premios.

Para tratar el tema de la madre arrepentida, algo que a priori puede generar rechazo, era necesario sentir con María su angustia, su oscuridad, su silencio, por eso Coll opta por pegarnos a su personaje. La cámara, y por ende la audiencia, va hombro a hombro con María, logrando que empaticemos con ella y la entendamos.

En esta adaptación libre del libro de Katixa Agirre, Mar Coll y Valentina Viso deciden conservar algunas citas de escritoras que en sus trabajaos literarios ya habían hecho una descarnada aproximación de la maternidad. En cada capítulo del filme son citadas Sylvia Plath, Adrienne Rich, Simone de Beauvoir o Susan Rubin Suleiman con una muy reveladora frase: "Las madres no escriben, están escritas".

Salve María es perturbadora, fascinante y escabrosa, pero a la vez profunda y reflexiva. Sin duda, es una película que desde la ficción contribuye a derribar tabúes y a visibilizar sentimientos que se nos ha dicho que 'no está bien sentir', y no se diga, expresar.

María Zamora, productora de este largometraje, al momento de recoger el Feroz a Mejor película, se refirió al secuestro de la maternidad en manos de un "constructo social que la alejaba de cualquier imperfección".

"Gracias a novelas como la de Katixa Agirre, en la que está basada esta película, algunas podemos encontrar respuestas a todos los claroscuros a los que nos confronta el acontecimiento de crear una vida", prosiguió la recientemente galardonada con el Premio Nacional de Cinematografía, "no tuve una tribu ni una voz que me indicara que no estaba sola con mis contradicciones, y si hubiera visto una película como Salve María, me hubiera sentido menos sola".

Gracias a ese cine "estimulante, que nos cuestiona, nos remueve y nos hace evolucionar", tal como describe María Zamora la cinematografía que se dedica a impulsar como productora, tenemos hoy en día películas de alto riesgo.

No cabe dudas de que la ficción que aborda temáticas obviadas y silenciadas, posee el super poder de sacudir a los espectadores, en cierta medida educa, sensibiliza, así como engrasa el engranaje para que se produzcan cambios en la sociedad.

El valor de las películas y series es aún mayor cuando están narrada desde el punto de vista feminista y femenino, cuando se hacen sentir las voces de directoras y guionistas, que al fin y al cabo representan a la mitad de la población. La clave está pues en contarnos a nosotras mismas.