A través de las pantallas también duele: cuando la violencia de género se esconde en los mensajes
Magas presenta una campaña con motivo del 25N que visibiliza cómo la misoginia evoluciona adaptándose al lenguaje de la red y pone el foco en la necesidad de reconocer, a través de sus señales de alarma, sus distintas manifestaciones, incluidas las más sutiles.
Cada 25 de noviembre, el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer obliga al mundo a mirar de frente una lacra social que pone cortapisas a la libertad y al disfrute de los derechos que posee la mitad de la población. Pese a los esfuerzos por visibilizar esta forma de discriminación o hitos como el que marcó la cumbre de Beijing hace ya tres décadas —al reconocerla como una violación de los derechos humanos—, este fenómeno no ha desaparecido, sino que se ha expandido más allá del espacio físico.
Hoy, las agresiones machistas se cuelan en los teléfonos, se escriben en los chats, se comparten en redes y se ocultan tras la aparente normalidad de un “me preocupo por ti”. Estas también se ejercen en el plano digital y sus efectos pueden ser iguales de devastadores. Las plataformas se han convertido en territorios fértiles donde es posible sembrar el control, el acoso o la manipulación emocional disfrazados de amor o de interés.
El problema es que, muchas veces, ni siquiera las víctimas o los allegados de las mismas detectan que lo que están viviendo no es normal. Con esta realidad como punto de partida, Magas, la revista de la mujer de EL ESPAÑOL, lanza su campaña del 25N bajo el lema A través de las pantallas, también duele. Esta propuesta audiovisual parte de una idea sencilla pero potente: mostrar el momento exacto en el que la violencia se cuela en la pantalla.
Para comprender el contexto en el que se encuentra España, conviene tener en cuenta algunos datos. En 2024, el Servicio de Estadística para el Observatorio contra la Violencia Doméstica del Consejo General del Poder Judicial registró 199.094 denuncias por violencia de género en el país, liderando Andalucía y la Comunidad Valenciana el número de casos. Paralelamente, de acuerdo con el estudio Generación Expuesta: Jóvenes frente a la violencia sexual digital del Centro Reina Sofía de Fad Juventud, el 60,6% de las jóvenes han sido víctimas de violencia sexual digital, incluyendo situaciones de ciberacoso, extorsión y difusión no consentida de contenido íntimo.
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Este fenómeno ha cambiado la naturaleza del acoso, pues el hecho de que se difuminen las distancias físicas en la red amplifica el alcance de los maltratadores. Los agresores pueden ser exparejas, amigos e incluso desconocidos. La mayoría de las víctimas son jóvenes, especialmente adolescentes, que sufren un impacto emocional profundo: la ansiedad, la depresión o el estrés postraumático son síntomas habituales.
El año pasado, la Comisión Europea, en su intento de tomar cartas en el asunto, tipificó por primera vez en una Directiva los delitos de violencia misógina en internet. España aún no ha traspuesto la norma y tiene hasta el año 2027 para hacerlo. Pero eso no significa que estas actuaciones queden impunes: hay múltiples canales en los que es posible pedir ayuda, entre ellos:
Teléfono 016 (de información y asesoramiento jurídico especializado): puedes llamar gratuitamente o contactar por WhatsApp al 600 000 016, correo electrónico (016-online@igualdad.gob.es) o chat online en la web oficial.
Policía Nacional y Guardia Civil: puedes acudir presencialmente a cualquier comisaría, juzgado de guardia, o hacerlo telemáticamente a través del portal de denuncias (https://denuncias.policia.es).
Agencia Española de Protección de Datos (AEPD): si se han difundido fotos o vídeos íntimos, denuncia de forma online en el Canal Prioritario (https://www.aepd.es/canalprioritario).
Observatorio de Violencia Digital: ofrece acompañamiento y asesoría específica para casos de violencia digital.
En caso de emergencia, llama al 112.
¿Estos mensajes son violencia de género?
La joven en una fiesta
La primera historia nos sitúa en una discoteca. Una chica baila y sonríe. De repente, el teléfono vibra. Su novio le hace saber que está molesto con el hecho de que ella haya salido de fiesta y en todos sus mensajes, enviados con la velocidad de quien se está encendiendo a medida que la conversación avanza, se dejan entrever unos celos que han marcado por completo la relación.
Ella trata de justificarse, en busca de la tranquilidad de su pareja, pero el resultado siempre es el mismo: él responde con un chantaje emocional que, por la expresión de la protagonista, no parece nuevo para ella. La última contestación llega como un mazazo —él insiste en que salga inmediatamente del local—, pero ella ya no está dispuesta a pasar por alto su actitud. Así que apaga el teléfono y vuelve con sus amigas: por fin va a contarles lo que pasa.
El control disfrazado de protección es una de las formas más extendidas de violencia digital. El último Barómetro de Juventud y Género elaborado por el Centro Reina Sofía de Fad Juventud en 2023 advierte que un 27% de los jóvenes cree que los celos son normales en una relación, puesto que los perciben como “pruebas de amor”.
Además, el 21% cree que es normal revisar el móvil de la pareja si se supone que esta está cometiendo una infidelidad; el 15% que es mejor ponerse la ropa que agrada a la otra persona para evitar conflictos; y el 17% que, teniendo pareja, las amistades pasan a un segundo plano. Un contexto que preocupa especialmente a expertos como Lara Ferreiro, psicóloga cuyo abordaje se centra en la adicción emocional, autoestima, pareja y desarrollo personal para la mujer.
Si bien la mayoría de los jóvenes reconoce la gravedad de una agresión física, los estudios muestran que aún hay dificultades para identificar el control digital, el aislamiento y la manipulación. Ante esta realidad, la especialista propone a los lectores participar en un ejercicio. ¿Sería usted capaz de detectar si los siguientes mensajes constituyen formas de violencia de género? Seleccione su respuesta y contrástela con su explicación para aprender más.
¿Estos mensajes son violencia de género?
El grupo de amigos y la mujer joven
El segundo relato tiene lugar en un parque. Un grupo de amigos charla mientras una chica revisa el móvil. En una conversación de grupo, empiezan los comentarios sobre su físico, su forma de vestir y las fotos que publica en redes sociales. Lo que a ellos podría parecerles una broma inofensiva, se convierte en una forma de violencia verbal y psicológica.
El acoso a través de grupos de mensajería —especialmente entre jóvenes y adolescentes— es una práctica tan común como peligrosa. Según Save the Children, uno de cada tres en España ha presenciado o sufrido comentarios ofensivos sobre su cuerpo, su ropa o su orientación sexual en comunidades de WhatsApp, Instagram, TikTok, etc. Y más de la mitad admite no haber intervenido por miedo a ser el siguiente objetivo.
La escena muestra un matiz: la violencia digital no siempre proviene de la pareja. Puede venir del entorno social, de amigos o compañeros de trabajo que cruzan los límites del respeto y reproducen micromachismos colectivos. Esta dinámica se vincula también con el auge de otras fórmulas más sofisticadas que han surgido con las nuevas tecnologías, ya que la ciberviolencia va más allá del insulto y la humillación.
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Por ejemplo, la difusión masiva de imágenes íntimas sin consentimiento, la sextorsión (amenazas con contenido sexual) y la manipulación de documentos gráficos mediante inteligencia artificial —los conocidos como deepfakes— se han convertido en delitos en crecimiento. Un escenario que pone en evidencia la importancia de educar desde la infancia en igualdad para erradicar la misoginia desde la adolescencia y la juventud, evitando que se perpetúe en la vida adulta.
¿Estos mensajes son violencia de género?
El exnovio y la mujer adulta
En el último relato, una notificación rompe la aparente normalidad de una mujer adulta e independiente que acaba de romper con su pareja. Este no deja de recordarle su presencia, incluso lejos del hogar que compartieron. El mensaje no es inocente: “Pasé por la zona y vi que cambiaste las cortinas. No entiendo por qué haces como si nunca hubiera vivido ahí. Aún tengo las llaves, así que si necesito entrar por mis cosas, lo haré. No tienes derecho a cerrarme la puerta”.
La protagonista responde desde el temor que le provoca esa vigilancia y la amenaza de encontrárselo en cualquier momento. Implora el fin del acceso: “Te he pedido muchas veces que me las devuelvas. Yo soy la que paga el alquiler y no puedes entrar sin mi permiso, por favor, respeta mi espacio”. Pero su supuesta “dramatización” es utilizada en contra: “Esa también fue mi casa y entraré cuando me dé la gana. Si no quieres problemas, será mejor que no me provoques”.
El chantaje, la coacción y las amenazas representan algunas de las formas más graves de violencia digital. En ocasiones, estas no terminan con la relación, sino que se expanden y se adaptan a la tecnología, persistiendo a través de las pantallas y los mensajes, amplificando el sufrimiento y la ansiedad de la víctima.
Según el informe del Ministerio de Igualdad, Violencia contra mujeres, niñas, niños y adolescentes en el ámbito digital, el control y la intimidación a través de dispositivos es una práctica en auge. El estudio señala que, en España, casi 2 de cada 10 mujeres ha vivido stalking digital, y en más de 8 de cada 10 casos, los agresores eran varones y principalmente miembros del entorno cercano.
La atmósfera de miedo que se crea en estas situaciones es tal que, tras atravesarlas, muchas afectadas acaban disminuyendo su actividad digital, llegando incluso a cambiar sus direcciones de contacto y hábitos cotidianos ante la amenaza continua de ser localizadas y expuestas. La ciberviolencia reproduce las lógicas dominantes del maltrato tradicional, trasladadas a un nuevo escenario.
¿Estos mensajes son violencia de género?
Con motivo de la conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer el próximo 25 de noviembre, Magas invita a reflexionar sobre la diferencia entre lo que parece inofensivo y lo que no lo es. Porque la violencia no siempre grita. A veces escribe. A veces pide la ubicación. A veces se disfraza de humor o de amor.
Cada historia funciona como un espejo donde el espectador puede reconocerse y repensar su propio comportamiento. El mensaje es sencillo: no minimizar, no justificar, no normalizar. Lo que empieza como una frase de control puede terminar en acoso. Lo que se considera una broma puede perpetuar un estereotipo. Y lo que parece sólo un mensaje, puede constituir una forma de violencia que aísla y hiere.
En un 2025 en el que recordamos a las 38 mujeres asesinadas en lo que va de año por violencia de género —el número asciende a 1.333 desde 2003, cuando se empezaron a recopilar estos datos—, las cifras muestran la necesidad de educar en la concienciación sobre el uso responsable de las tecnologías, advertir de los riesgos, cómo reconocerlos y prevenirlos, y fomentar valores de igualdad y respeto en la sociedad española.