Del comadreo no se habla: no se habla de las redes antiquísimas, de los lazos de protección, ayuda y escuchas de las mujeres de los siglos. No se habla de cómo se cuidaban, de cómo se enfrentaban juntas al mundo, de cómo se contaban las miserias y las pasiones en los años malos. No se habla de la empatía, del afecto, de la solidaridad que se gestaba entre ellas, mirándose a las caras cansadas o escribiéndose largo, como hacían Gabriela Mistral y nuestras insignes exiliadas de la Guerra Civil española: Teresa Díez-Canedo, Maruja Mallo, Ana María Martínez Sagi, Margarita Nelken, Victoria Kent, Zenobia Camprubí, María Zambrano y María de Unamuno.

En De mujer a mujer. Cartas desde el exilio a Gabriela Mistral (1942-1956) se recoge la relación epistolar inédita entre estas grandes mujeres expulsadas de España por la dictadura franquista y la Premio Nobel de Literatura, que desplegó todas sus velas para acunarlas. No sólo con palabras, sino con gestiones y dinero. Aquí se han reunido nada menos que cincuenta misivas de las ibéricas a la chilena, y unas quince de Mistral al resto.

La llamaban, a Gabriela, una mujer “siempre errante, siempre trashumante, siempre vagabunda”, por eso se sentían tan unidas todas entre sí. “Y sabían que Mistral era una gran escritora de cartas, una gran corresponsal. Decía Guillermo de la Torre, el crítico literario, que la poeta chilena había invertido tanto tiempo en escribir cartas que había dejado de organizar su propia obra poética y literaria. Se resaltaba así su generosidad y desde luego, su amistad y su solidaridad con aquellas a quienes escribía”, cuenta Francisca Montiel Rayo, escritora y profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona, antologa del volumen.

Carta de Gabriela Mistral a Margarita Nelken en el Archivo Histórico Nacional.

Explica que en la Biblioteca Nacional de Chile se conservan las cartas que ella recibió, que son miles -de ahí hay treinta incluidas en este volumen-, y las que ella envió se encuentran en los archivos personales o públicos de esas exiliadas escritoras o pintoras. De esas han conseguido 17, dirigidas a Teresa Díaz Canedo, a María Zambrano, a Margarita Nelken y a María de Unamuno. “No es un epistolario completo pero sí es un epistolario inédito”, asegura la experta. “Algunas de estas cartas están digitalizadas y se puede acceder a ellas, pero nunca han sido editadas, anotadas ni estudiadas”. 

Asuntos emocionales, no políticos

Ojo: algunas ni se han podido desencriptar, porque “Gabriela Mistral tenía una letra horrible, y Zenobia Camprubí también”, guiña. “Las mujeres comentan sus dificultades en el destierro. Y cuentan cosas diferentes a los exiliados hombres: aquí se centran muchísimo en su vida familiar y cotidiana, porque algunas de ellas tuvieron que sacar adelante a sus familias. Como Margarita Nelken, que mantenía a su madre, a su hija y a su nieta. O María Enciso, que se fue de España sola al acabar la guerra con una niña de dos años y fueron recorriendo distintos países, como Colombia, México o Cuba”.

Cuenta que para todas ellas su escritura “no era sólo su trabajo, no sólo una forma de conseguir medios económicos, sino una especie de bálsamo, un consuelo y un reto personal: se estaban construyendo a sí mismas”: “Su obra no podía detenerse por el hecho de haber sido obligadas a salir de España. Al principio hay un deseado regreso a la patria perdida pero enseguida observamos que empiezan a integrarse en los países que las han acogido. Hay nostalgia pero hay agradecimiento a América. Sólo dos de ellas estaban en Francia”.

Relata Montiel Rayo que Mistral trabajó y ayudó “para que fueran a México las primeras intelectuales exiliadas, que acabarían configurando lo que se llamó La Casa de España y luego se convirtió en El Colegio de México, que hoy es un centro de enseñanza de primera magnitud”: “Apoyó económicamente a las familias. Su debilidad era apoyar a los niños. En el 38 editó un libro de poemas y sus derechos fueron a parar íntegramente a los niños que habían salido del País Vasco y estaban refugiados en Cataluña”, subraya.

En estas cartas no hay excesivo contenido político: es más bien sentimental. Hay alivio anímico. Gabriela quiso que esas mujeres exiliadas en América tuvieran un futuro mejor y se refería a ellas como “un precioso mujerío”. Sentía mucha conexión con Nelken porque ambas habían perdido a un crío muy querido: ella, a su ahijado, que se suicidó siendo muy joven; y Nelken a su hijo que con 20 años se había hecho oficial del ejército rojo en la Segunda Guerra Mundial.

¿Lesbianismo epistolar?

¿Es posible que hubiera algún componente amoroso o de amistad romántica en algunas de estas cartas, teniendo en cuenta que su correspondencia con su amor Doris Dana nos ha llevado a saber que Mistral era lesbiana? “Es una pregunta lógica, pero justamente no hay nada de esto en las cartas. Ella también trataba con afecto y cariño a los hombres, no hay ningún interés romántico aquí. Ahora voy con mucho cuidado en lo que te digo, pero creo que Victoria Kent también era lesbiana, y en la única carta que hay entre ellas en este epistolario, no se trasluce más que amistad”, explica.

“Hay una carta de Kent que no está publicada en este volumen y que habla del agradecimiento que siente por el poema El prisionero que le dedica Mistral, porque ella fue directora general de prisiones en la República y era su especialidad. La verdad que Gabriela era generosa porque era bastante espiritual y cristiana, incluso había coqueteado con el budismo. Era filántropa. Podía haber habido algo con Ana María Sagi, imagínate, pero sólo hay una carta en la que se ponen en contacto para pedirle una entrevista con la revista de exiliados catalanes en Francia”, comenta.

Y hay más: “Con María Zambrano, por ejemplo, tenía una gran relación de admiración. Le decía: yo no soy filósofa, no puedo comprender hasta el punto que cabría llegar los libros de filosofía que usted hace, yo he bebido de otras fuentes, de las costumbres, el folclore, la religión… Y a María de Unamuno la quería mucho por ser hija de Unamuno. Llega a decirle que quiere a su padre. ¡Que lo necesita! Es una personalidad compleja la de Mistral”.

La palabra Franco

¿Y la palabra Franco, se menciona en esas cartas en algún momento? “Hay algunas menciones, sí. Díez Canedo habla por ejemplo del ‘regreso’, de la vuelta a España, un tema recurrente en las cartas de los exiliados. Pero fue tan largo el exilio que no pudo permanecer inmóvil y se fue repensando el regreso a medida que pasaban los años. Los exiliados estuvieron con las maletas preparadas hasta que acabó la II Guerra Mundial, porque confiaban en que los aliados entraran por los Pirineos y liberaran a España y Europa quedase limpia de fascismo”, relata la experta.

“María Enciso habla del regreso en sus primeros años, pero murió muy joven. Ella era militante comunista y tenía unas convicciones ideológicas clarísimas. Díez Canedo era liberal y quería ir a Francia para estar más cerquita de España: para, cuando abrieran, ser de los primeros en regresar. Sufrieron el expolio de sus casas, se las apropiaron gentes del régimen…”, rememora.

“En algún momento se ha deslizado que Mistral era de derechas. Desde luego que no: lo más llamativo de esta correspondencia es que era una persona muy comprometida y que, además, hizo manifestaciones clarísimas contra el régimen de Franco. Llegó a decir que no volvería a pisar España mientras Franco estuviera gobernando. Quizá el rumor venga de que Gabriela era bastante contraria a los comunistas”, reflexiona. “Pero ella se movía por impulsos humanistas. Entendía que la República era buena para España, porque la asoció a esos intelectuales a los que admiraba tantísimo”.

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