El flamenco -como todas las artes- ha sido de los hombres. Mejor dicho, del hombre canónico y heterosexual. El flamenco ha sido del macho. Del del porte, del de la mano levantá, del de la garganta prodigiosa. Del ataviaíto, del presumío pero sin extravagancias. Del que no se amaneraba. Del que no confundía al público ni burlaba la regla. Ellos estaban en primera fila: dominaban la escena. Ponían la cintura y la palabra. Pero sólo un paso por detrás se derramaba el mundo real con todos sus infinitos talentos silenciados, con toda su diversidad ignorada.

Como decía el bailarín, coreógrafo, dramaturgo flamenco, filósofo e investigador Fernando López Rodríguez, en su Historia queer del flamenco (editorial Egales), “desde mediados del siglo XIX encontramos a personajes que se travestían, hombres y mujeres. La Cuenca era la más famosa, aunque no la única, que se vestía de hombre en muchos números de sus espectáculos. Pero toda la hibridación artística desapareció después de la Guerra Civil, con el comienzo de la dictadura”.

Eran ellos, ellas, elles, los llamados “maricones”, las “machorras”, los “tullidos”: los bailaores libres, las flamencas transexuales, los cantaores homosexuales, los expulsados de la severa norma, del arquetipo de lo que se esperaba de su género. Desde La Paquera de Jerez a la Esmeralda de Sevilla pasando por Paco España: “Fueron muy famosos”, reconoce. “Había muchos que durante el franquismo no pudieron desarrollar su discurso de manera explícita, pero evocaban, jugaban al guiño, al disimulo”, sostiene.

Siempre ha habido una voluntad de reivindicación en el flamenco, aunque subterránea -no podían hacer otra cosa-: ha imperado el machismo y la LGTBfobia. ¿Por qué no alzar más las voces de todas esas modernísimas folclóricas que hablaron prematuramente de la emancipación femenina? Por eso, con esta vocación de visibilización y de eliminación de arquetipos, ha surgido La Lola, la primera peña feminista y LGTB en España, allá en Jerez, situada en la Guarida del Ángel, amadrinada por la bailaora María del Mar Moreno y apadrinada por el cantaor Fernando Soto.

La peña que nace

La han fundado la feminista Sonia Arnáiz, al experto en flamenco Mario González y la activista y presidenta Carmen Rodríguez, con la que charlamos al teléfono. “Este proyecto nace de anteriores colaboraciones con Mario, que regenta, aquí en Jerez de la Frontera, La Guarida del Ángel, que lleva más de veinte años funcionando: es una casa del siglo XVII adaptada a café teatro”. Acoge espectáculos de flamenco, festivales, presentaciones de libros, conferencias y hasta conciertos de rock.

“Mario ha estado colaborando con asociaciones feministas, con una que se llama La Extravagante, y también con organizaciones LGTB, como JereLesGay. Se consiguió poner la primera bandera LGTB en el balcón de un Ayuntamiento en España, ¡fue aquí en Jerez! Y digo: uy, qué pioneros somos”, ríe al teléfono. “Yo soy activista lesbiana. He estado haciendo un programa en Onda Jerez, Desde fuera del armario, que llegaba a muchas emisoras municipales de pueblos chiquititos”, comenta.

Los tres fundadores habían coincidido muchas veces trabajando y ahora han decidido “formalizarse”. “Los más puristas se quejan, claro, nos dicen lo de ‘¿pero hacía falta poner lo de feminista y LGTB?’. Y nosotros decimos: ‘Bueno, si haces la pregunta a lo mejor sí’. El flamenco no es solamente un arte que se expresa cantando, o bailando, o tocando la guitarra, es una cultura. Y dentro de esa cultura hay todo un universo donde hay espacios poco iluminados”.

Por ejemplo, “todo lo que tiene que ver con las mujeres”: “Sonia Arnáiz siempre explica que hay guitarristas que tocaban hace más de 150 años y hoy en día a las que lo hacen se las sigue llamando ‘pioneras’. ¿Que llevamos, más de un siglo siendo pioneras?”, expresa. Van a poner en marcha “trabajos d investigación para recuperar todas esas figuras y para darles luz. Queremos hacer un ejercicio de memoria. Sabemos de tantos casos de artistas excluidos de festivales por ser ‘maricones’… pero eso no se dice. Vamos a crear un clima donde nadie sea vetado”.

Los vetados

“Hay machismo y homofobia en el mundo del flamenco, aún hay mucho, pero nadie quiere hablar de ello. Conocemos casos concretos, conocemos los nombres. Vamos a ver si siendo activos y visibles conseguimos que los que ejercen ese machismo y esa homofobia se lo replanteen, o, por lo menos, ¡que no lo manifiesten!”, cuenta. “Recuerdo que Jesús Encinar, creador de Idealista, siempre ha sido muy criticado porque en su perfil de Twitter ponía ‘promotor, gay’… y le decían: ¿por qué tienes que poner eso? Bueno, es que es una parte de su identidad”.

Dice Carmen que su idea es la siguiente: “Vamos a salir nosotros del armario y que se metan ellos. El armario para ellos”. También relata que no quieren “distanciarse de la copla, aunque no sean ramas iguales, pero comparten un seno”. Ahora plena jornadas con ponentes, conferencias, encuentros, todo sea “si el bichito lo permite”, en referencia a la Covid-19. “Sumaremos del olvido a la gente que está viva. Queremos hacer podcast, queremos darle caña a esto”.

¿Revisión? 

¿Qué hay del amor romántico tan presente en el flamenco y en la copla, y que ahora desde el feminismo se denosta tanto aunque líricamente sean obras ecuménicas? “Bueno, este es mi punto de vista personal. Es el mismo debate de: ¿se debería quitar de Netflix Lo que el viento se llevó por el punto de vista que tenía sobre la esclavitud? Yo no lo sé, pero personalmente no me afecta ni me importa, yo lo que creo es que es fundamental poner en contexto las obras. Todo se puede cantar, todo se puede tocar. ¡Aunque se cantara mucho a los puñales, y aunque los puñales siempre se los clavasen las mujeres, y no los hombres…! Nuestro deber es ponerlo en su contexto”, desliza.

“Tenemos que contar la historia y tenemos que entender la expresión del momento. Yo veo a los expertos dando formaciones de igualdad en los colegios y me parecería muy interesante poner ejemplos de lo que se cantaba, aunque no tendría razón de ser que las nuevas generaciones imitaran ese espíritu, porque cada tiempo ha tenido un arte y el arte siempre ha sido un reflejo de ese tiempo”, explica. “Cantemos de otra manera. No repitamos unos modelos que no son aceptables en el momento de ahora. Hay que entender el pasado sin condenarlo”.

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