Compartir la mirada con quienes actualmente solo están presentes en nuestra genética -o en los museos- resulta ciertamente emocionante. Tal sentimiento no es difícil de experimentar en el Valle Alto del río Lozoya. El paraje resulta embriagador, más aún si el día regala esa bruma otoñal tan característica que esconde las cumbres próximas, entre ellas la de Peñalara, el techo de la Comunidad de Madrid. Es un escenario en el que es fácil pensar que lo tenemos todo. Y no iremos muy desencaminados: hace miles de años, nuestros antepasados, sin duda, estarían de acuerdo.
Para ellos, es verdad, la mera contemplación era aún algo por conquistar: no buscaban la paz o la quietud que ofrece este sitio hoy en día, sino cinco cosas que abundan aquí -o abundaron- y en las que difícilmente repararíamos desde nuestra conciencia actual. Sin embargo, para la vida de nuestros ancestros lo era todo: “Agua y alimentos durante todo el año, cavidades donde cobijarse, materias primas para las herramientas y algo muy relevante de lo que habitualmente no se habla: mucha leña seca” para hacer fuego, un elemento “clave de la evolución humana”.
Quien nos llama la atención sobre las bondades de este ecosistema tan especial es Enrique Baquedano, director del Museo Arqueológico y Paleontológico de la Comunidad de Madrid (MARPA) y codirector del proyecto del Valle de los Neandertales. Junto al paleontólogo Juan Luis Arsuaga y el geólogo Alfredo Pérez-González, este arqueólogo es el impulsor de este plan interdisciplinar para los yacimientos del Calvero de la Higuera. Esta triple concepción del trabajo constituye, según Baquedano, “una de las claves de su éxito, junto a la continuidad”, ya que desde 2002 las campañas de excavaciones in situ no se han detenido ni siquiera durante la pandemia.
Este enfoque ha permitido revitalizar un lugar que constituye uno de los tesoros arqueológicos y paleontológicos más importantes de la Península Ibérica y que tiene incluso resonancia internacional. A escasos 800 metros de Pinilla del Valle y apaciblemente instalado junto a la orilla del embalse homónimo, se encuentra un recinto en el que aflora la vida de hace decenas de miles de años. Y es que, aunque el nombre delata quiénes son los protagonistas aquí, no es menos cierto que el lugar era, como hoy, un paraíso en aquel entonces para cualquier especie.
Enrique Baquedano, director del Museo Arqueológico y Paleontológico de la Comunidad de Madrid (MARPA)
Exuberancia de vida durante miles de años
O, como expresa el propio Baquedano, una especie de “Shangri-La arqueológico o neandertal”. Es una manera de ilustrar la exuberancia de la historia que se encuentra aquí, con vestigios que van “desde la mitad del Pleistoceno medio hasta la actualidad, lo que es algo muy excepcional”. “Los reyes del paraje fueron los neandertales. A lo largo de 200.000 años tuvieron campamentos de caza e hicieron actividades de naturaleza ritual absolutamente extraordinarias”, explica el director del MARPA. “Implica que los neandertales tenían capacidades intelectuales y cognitivas muy desarrolladas, con capacidad para el simbolismo, lo que cambia por completo la visión sobre la evolución humana”.
Al margen de los restos de la cotidianidad de esta población, Baquedano describe el hallazgo con mayor eco en la comunidad científica, portada de una edición de la revista Nature Human Behaviour en 2023: un santuario de caza en el que “los neandertales habían acumulado hasta 35 cráneos de bisontes, uros, ciervos y rinocerontes que habían cazado. Habían dejado solo la parte de la testuz [donde arrancan los cuernos y las astas] en una zona muy concreta de una cueva”.
“Son yacimientos excepcionalmente ricos. Todos los días sacamos piezas especialmente llamativas”, declara Baquedano, quien reconoce sentir “debilidad por el cráneo de un rinoceronte de estepa de hace más de 40.000 años que saqué yo personalmente y que estaba en la posición original en la que lo habían colocado los neandertales. Fue muy emocionante cómo lo habían ubicado, con unas pequeñas piedras alrededor para calzarlo y que no se venciera por el peso de sus dos grandes cuernos”. Tan especial es la pieza que incluso tiene nombre: Rosendo, “en honor a Rosendo Mercado, un músico al que admiro muchísimo”, cuenta el arqueólogo.
Desde luego, en el campo de la arqueología y la paleontología, una de las precauciones que debe tomar el neófito es no dar nada por supuesto: obnubilado por la presencia de fósiles o huesos, no hay que perder de vista que cada resto, por mínimo que sea, no deja de ser la pieza de un puzle que estos profesionales acometen con tesón cada día. Y tal reconstrucción comienza por explicar qué hizo posible todo esto, al margen de los recursos materiales.
Baquedano apunta algo que puede resultar obvio y que sirve de nexo entre la actual Comunidad de Madrid y su pasado más remoto: tanto entonces como ahora, su ubicación la convierte en un lugar de paso. Un punto donde confluyen poblaciones de todo tipo que van y vienen por la meseta. Eso le ha dotado de un carácter diferencial, donde los vestigios son variados y muy valiosos.
Y, por otra parte, la propia disposición topográfica del valle, “un lugar único en el que las dos grandes cadenas montañosas, los montes Carpetanos y la Cuerda Larga, forman un valle que es un lugar óptimo como refugio y, además, un cazadero excepcional para cualquier grupo humano, sean los preneandertales, los neandertales o los cromañones”.
“Hay cavidades ocupadas en todo el valle”
El Parque Arqueológico del Calvero de la Higuera comprende siete lugares de excavación entre cuevas y abrigos, “pero sabemos que en todo el valle, donde hay cavidades, están ocupadas”. La Cueva de El Camino fue la primera en descubrirse, en 1979. Fue algo casual, como suele suceder en estos casos. Pero, aun con su indudable interés y potencial, los trabajos en el lugar se interrumpieron en los noventa. Fue en 2002 cuando el proyecto del Valle de los Neandertales que codirige Enrique Baquedano inició su labor de investigación, y hasta hoy. Más de dos décadas después, y ya con criterios científicos, se ha ido ampliando el catálogo de ubicaciones y de fósiles recabados.
En 2009 se descubrió la última de estas cuevas (de momento). En un juego de palabras, se le otorgó la denominación de Cueva Des-Cubierta, en alusión a cómo su techo original se encontró hundido. En cualquier caso, es aquí donde se han hallado restos igualmente significativos y posiblemente más mediáticos. Es el caso, por ejemplo, de varios dientes de un ejemplar infantil neandertal y de un fragmento de mandíbula, atribuidos a la conocida como “la niña de Lozoya”. La disposición de estos restos sugiere que estamos ante un enterramiento. Se trataría de un comportamiento neandertal del que, al menos en Europa y con menores, apenas hay precedentes; he ahí su importancia.
Pero volvamos al mantra: no nos quedemos en lo obvio. Parte de la magia que transmiten estos lugares es la capacidad de la ciencia para reconstruir los ecosistemas pretéritos. Y eso es precisamente de lo que nos hablan los restos de animales encontrados. Desde los más grandes —como los ciervos, los uros, los osos o incluso rinocerontes como Rosendo— hasta una pequeña rata de agua. Encontrar uno de sus molares, explica Baquedano, tiene relevancia “porque es un animal que desaparece en el cambio del Pleistoceno inferior al medio y que nos dice que estas cavidades ya estaban abiertas en el Pleistoceno inferior. Eso tiene un enorme interés porque nos ha abierto a cronologías excepcionalmente antiguas”.
Y las hienas. ¿Se imaginan una hiena en pleno Valle Alto del Lozoya hoy en día? Pues este animal, con tan mala prensa, es capital en la historia de la zona, casi hasta el punto de discutirles la hegemonía a los neandertales. Un cubil de estos animales encontrado aquí mantenía restos de innumerables especies que formaron parte de su dieta. Gonzalo, una de las personas que trabajan en el proyecto del Valle de los Neandertales, asegura que, gracias a este apetito, a su excelente destreza para la caza y a que “a las hienas les gusta comer en casa”, han ‘legado’ el conocimiento del pasado “a partir de lo que han comido”, no solo en cuanto a la fauna sino incluso en cuanto al clima.
Visitas con guías expertos
Es apasionante. Y la suerte es que cualquier persona interesada en estos temas lo tiene apenas a una hora de Madrid. Es visitable —hay que reservar en la web del proyecto—, con la posibilidad de realizar la visita con un guía experto como Gonzalo, que aporta todo tipo de información de manera asequible y didáctica; y es, además, una excursión ideal para disfrutar de toda una jornada en una zona que es, en sí misma, un lugar idílico (y sin depredadores sueltos, como en aquellos tiempos).
Pero el Valle de los Neandertales se prepara para dar la bienvenida a otro reclamo de primer orden: un museo dedicado a estos yacimientos “que se inaugurará en 2026, como nos ha anunciado la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y que complementará la visita a los yacimientos”. El edificio, visible desde los antiguos refugios de los homínidos, pretende no solo tener “una función relevante desde el punto de vista cultural y educativo”, sino contribuir a recuperar el equilibrio entre “los flujos de visitas de los fines de semana, que son muchísimos, y la desertización de los días entre semana”, señala Baquedano. “Intentaremos que los grupos escolares tiren también de las familias y consigamos un valle con un equilibrio muchísimo más sostenible”.
Museo Arqueológico y Paleontológico de la Comunidad de Madrid
Una región llena de historia
Aunque el Valle de los Neandertales es un punto imprescindible para entender nuestra historia, la Comunidad de Madrid tiene, por ese carácter de encrucijada, muchos lugares en los que se revela nuestro pasado: “Valdetorres del Jarama, la piedra escrita de Cenicientos, muchas necrópolis visigodas como en Daganzo o yacimientos medievales islámicos de un enorme interés, como la propia ciudad de Madrid, que inicialmente fue un pequeño fortín militar”, cita Baquedano. Nuevamente aflora la centralidad de la región para explicar esta “riqueza extraordinaria desde el punto de vista arqueológico y paleontológico”.
Con la idea de mostrar este pasado tan rico, la propia Comunidad de Madrid ha editado un catálogo con varias rutas que conectan 18 de estos vestigios que cubren tanto la Prehistoria como restos visigodos, carpetanos, árabes, medievales o incluso restos de la Guerra Civil, ya en el siglo XX.
Por supuesto, en nuestra región también hay restos romanos. El valle de la Fuenfría ofrece la enriquecedora experiencia de recorrer parte de la calzada de la época que conectaba Toledo con Segovia. Pero, si hay un lugar que puede reflejar su adhesión al Imperio, es Alcalá de Henares, donde se encuentran algunas de las joyas arqueológicas del país.
Alcalá de Henares, “la capital arqueológica”
Es el caso de la ciudad romana de Complutum, fundada en el siglo I, de la que se conservan el foro, las termas, el mercado y la Casa de los Grifos, una residencia que mantiene una de las colecciones de pintura mural romana mejor conservadas de España. Además, destaca otra casa, la de Hippolytus, una escuela de la época que presenta un espectacular mosaico con una escena de pesca.
Para Enrique Baquedano, estas infraestructuras contribuyen a considerar a Alcalá de Henares como “la capital arqueológica de la región”; si bien recuerda que “ya con la presencia de los visigodos fue el lugar urbanísticamente más relevante de la Comunidad de Madrid. También lo fue en el mundo árabe, donde la ciudad, a orillas del Henares, tuvo una gran importancia. Hasta el siglo XVI, prácticamente, la ciudad tuvo tanta o más relevancia que Madrid y es la capital histórica, en buena medida, de la región; por eso los restos que quedan son de tanto interés para cualquier visitante que sepa apreciar el estudio y el conocimiento de la historia y del pasado”.
Este legado justifica que sea precisamente en Alcalá de Henares donde está el Museo Arqueológico y Paleontológico de la Comunidad de Madrid que dirige el propio Baquedano. Ubicado en el antiguo convento de la Madre de Dios, combina la actividad expositiva con el trabajo de investigación, menos visible para el visitante pero trascendental para seguir explicándonos a nosotros mismos: “Nuestra región está absolutamente plagada de restos arqueológicos y, quien quiera conocerlos, el sitio óptimo es el MARPA”.