¿Recuerdas cuándo tu aplicación de mensajería no te vendía nada, no te espiaba (al menos, no demasiado) y servía únicamente para hablar con tu gente?

Esa era la promesa con la que WhatsApp conquistó el planeta hace ya más de una década. 

Desde hace mucho tiempo, pero hoy en particular, ese pacto ha saltado por los aires: Meta, la misma empresa que convirtió Facebook e Instagram en ferias permanentes de anuncios y manipulación algorítmica, acaba de anunciar que empezará a inundar la pestaña Estados de WhatsApp con anuncios.

La compañía asegura, del mismo modo que aseguraron todo lo anterior, que los anuncios no llegarán, de momento, al hilo principal de tus chats.

Pero sí aparecerán tras deslizar unas cuantas actualizaciones de Estado, dirigidos con la “mínima” información posible: tu ciudad, el idioma del teléfono y, por supuesto, cómo interactúas dentro de la plataforma.

La traición duele el doble porque WhatsApp nunca fue tecnológicamente superior a sus rivales

Hasta 1,500 millones de personas pasan cada día por esa sección; para Meta es el escaparate perfecto para vender “promoted channels” y nuevas suscripciones de pago. 

Conviene recordar que, en septiembre de 2023, los mismos directivos de WhatsApp juraban que no contemplaban ningún formato publicitario dentro de la aplicación: “no tenemos planes para poner anuncios”, proclamaban a TechCrunch con gesto ofendido.

Menos de dos años después, esa promesa vale lo mismo que la privacidad de tus datos y metadatos: absolutamente nada.

Lo mismo que vale la evidente voluntad de esa misma compañía para cometer delitos constantemente con el fin de poder seguir espiándote. 

La traición duele el doble porque WhatsApp nunca fue tecnológicamente superior a sus rivales. De hecho, su cifrado punto a punto se basa en el protocolo abierto que desarrolló Signal, la aplicación gestionada por una fundación sin ánimo de lucro, que sigue sin vender datos y sin anuncios intercalados.

¿Cuánto tardarás en cansarte de que tus “buenos días” vengan escoltados por un anuncio de crecepelo? 

La diferencia real es el lock-in de la red social: tus padres, tus clientes, tu grupo de padres del cole… todos están ahí. Pero la historia demuestra que los efectos de red se evaporan en cuanto la experiencia se degrada lo suficiente.

¿Cuánto tardarás en cansarte de que tus “buenos días” vengan escoltados por un anuncio de crecepelo? 

Y no, no es la primera vez que Meta cruza la línea. El repertorio de multas acumuladas por abuso de datos es digno de estudio: la más sonada, los 1,200 millones de euros que la Comisión de Protección de Datos irlandesa le impuso en 2023 por transferir datos europeos a los Estados Unidos sin garantías.

Cuando las sanciones se repiten como el estribillo de una mala canción, queda claro que para Zuckerberg son solo “costes de hacer negocios”. 

El patrón es siempre el mismo: se promete proteger la privacidad, se introduce una “pequeña” función que recolecta más información, se monetiza a costa del usuario y, cuando llega la multa, se paga y se sigue adelante.

Y si alguien te dice que “todo el mundo está en WhatsApp”, recuérdale que todo el mundo solía estar en Facebook

Ahora la coartada es que la publicidad se servirá con datos “no identificables”, como si la simple agrupación de señales como la ubicación, el idioma o las cuentas vinculadas en el Account Center no bastará para perfilarte hasta la médula. 

Frente a esa lógica predatoria, las alternativas existen y, además, son mejores. Signal ofrece la misma (o mejor) seguridad, no depende de un conglomerado que vive de hurgar en tu vida y es compatible con enlaces sencillos de invitación.

Matrix o Element añaden descentralización y control sobre los servidores. Incluso servicios como iMessage, limitado a iOS, resultan menos intrusivos que un WhatsApp convertido en panfleto permanente.

Lo único que falta es voluntad colectiva: la misma que enterró MySpace, MSN Messenger o Tuenti cuando dejaron de aportar valor. Salir de WhatsApp es, simplemente, una muestra de madurez. 

Puede que la primera vez que veas un anuncio en tus Estados de WhatsApp simplemente levantes una ceja y sigas adelante. La tercera vez, quizás hagas clic sin querer —es fácil hacerlo en la pantalla del móvil— y a partir de ahí te persiga un retargeting sospechoso.

Y la décima, tal vez te preguntes por qué sigues regalando tu tiempo, tu atención y tus relaciones a quien las empaqueta y las vende al mejor postor.

Cuando ese momento llegue, y llegará, la fuga de usuarios será imparable. La degradación ha llegado a WhatsApp: ¿vas a quedarte para verla en primera fila? 

No necesitamos héroes tecnológicos: solo sentido común. Si una herramienta gratuita se vuelve tóxica, se sustituye.

Y si alguien te dice que “todo el mundo está en WhatsApp”, recuérdale que todo el mundo solía estar en Facebook.

Las redes son redes mientras las usamos, después, solo quedan servidores polvorientos y promesas rotas.  

***Enrique Dans es profesor de Innovación en IE University.