El yuan se ha apreciado más de un 9% frente al euro desde su mínimo a mediados de 2020. Y respecto del dólar, contra el que la divisa china ya alcanzó su nivel más bajo a finales de mayo del año pasado, se ha producido un incremento incluso mayor, superior al 10%. La razón de este fortalecimiento tiene mucho que ver con la impresionante recuperación que el gigante asiático experimentó durante la crisis provocada por la pandemia.

A pesar del recorrido alcista de la divisa china, hay que decir que el músculo de la recuperación económica del país se ha debilitado un poco últimamente. Ello se ha debido tanto a los brotes locales de Covid-19 desencadenados por la variante Delta, como a los altos precios de las materias primas y a la ralentización de la actividad de las fábricas, que se ha acentuado por los recortes en el consumo de energía y el endurecimiento de las medidas para frenar el aumento de los precios inmobiliarios en China. De esta forma, los resultados del PIB del tercer trimestre muestran una ralentización del crecimiento: se ha situado en el 4,3% en comparación con el año anterior y ha sido solo del 0,2% respecto del trimestre precedente.

Otro factor que hay que tener en cuenta en el actual contexto económico es la recuperación del comercio mundial, más rápida de lo previsto, que ha creado una enorme escasez de capacidad en el transporte marítimo. De hecho, el consiguiente déficit de contenedores ha disparado los precios. Mientras que reservar un contenedor costaba una media de unos 2.000 dólares hace un año, el mes pasado se pagaron cantidades de hasta 18.000 dólares.

Ante este panorama, la pregunta que cabría hacerse es si ha llegado el momento en que estos elevados costes de transporte puedan frenar la demanda de productos procedentes de China y si, como consecuencia de ello, el precio del yuan podría verse presionado.

Creemos que este escenario está lejos de producirse, ya que las cifras de exportación chinas aumentaron tanto en agosto que se superaron todas las expectativas. Sin embargo, eso no altera el hecho de que los actuales costes de transporte, absurdamente elevados, no son sostenibles a largo plazo para muchos sectores. En este sentido, los precios de los contenedores marítimos parecen haberse estabilizado un poco, como lo demuestra que los contratos para entregas a finales de año se cierran ahora al menos a niveles ligeramente inferiores.

A pesar de estos factores adversos, la realidad es que, hoy por hoy, no existen muchas opciones que puedan reemplazar a China de su papel en la cadena mundial de suministro, ni en términos de calidad, volúmenes o velocidad, lo que en otras palabras significa que no esperamos que la demanda de productos chinos disminuya de forma significativa y tampoco anticipamos un yuan más débil desde ese punto de vista.

Las perspectivas a largo plazo para los inversores en China siguen siendo buenas

Hay que decir, además, que la caída de las cotizaciones de las acciones chinas este año tampoco ha tenido un impacto negativo en el tipo de cambio del yuan. Las perspectivas a largo plazo para los inversores en China siguen siendo buenas, con unos rendimientos que se verán apoyados en parte gracias a su diferencial de crecimiento con respecto a la mayoría de los países y regiones desarrollados.

Muchos analistas también esperan que el banco central chino haga nuevos recortes a finales de este año en la cantidad de efectivo que los bancos deben mantener como reservas en esta institución. Pero lo cierto es que, de llegar a producirse esta medida, podría verse estimulado aún más el crecimiento económico del país.

El banco central de China utiliza cada día una cesta ponderada de divisas para establecer unas bandas dentro de las cuales puede moverse el yuan. Esta cesta contiene 24 monedas, de las cuales el dólar tiene la mayor ponderación (cerca del 20%), seguida del euro (más del 17%). Y la ponderación de esas monedas depende principalmente del volumen comercial de China con el país o la región en cuestión.

Asimismo, en tanto que el banco central chino quiere limpiar su tradicional imagen de manipulador de precios, no se ven ya las duras intervenciones de hace unos años. Actualmente, el Banco Popular de China quiere promover el proceso de internacionalización del yuan y posicionarlo como moneda de reserva, de manera que su estabilidad pueda atraer a un mayor número de inversores extranjeros corporativos e institucionales.

No es casualidad que el banco de inversión Goldman Sachs haya sugerido recientemente que el yuan será la tercera moneda de reserva del mundo en 2030 (después del dólar y el euro), y que la previsión es que haya más inversores extranjeros que buscarán refugio en los bonos gubernamentales chinos. Esta apreciación es coherente con el hecho de que cada vez se emitan más bonos gubernamentales en la moneda local, y que sus rendimientos (casi del 3% a 10 años) se encuentren en niveles relativamente atractivos en comparación con los de otras grandes economías.

Por tanto, la suma de todos estos factores nos lleva a pensar que el avance del renminbi no se verá interrumpido por el momento, en tanto que no son sólo la oferta y la demanda las que determinan el tipo de cambio de la moneda china.

Esperamos que el yuan, frente al dólar, esté alrededor del nivel de 6,25 a finales de este año y continúe esta tendencia alcista al menos hasta finales del 2022. Y frente al euro, prevemos un tipo de cambio a finales de año de 7,40 yuanes por euro, manteniéndose relativamente estable para el próximo año, aunque no descartamos que para finales del 2022 pueda tocar niveles de 7.32.

*** Isabel Ye, directora de Iniciativas en China de Ebury.

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