Las investigaciones abiertas por el Departamento de Justicia y la SEC, el regulador de mercados norteamericano, a la gestora de Deutsche Bank (DWS) por exagerar el uso de criterios de inversión sostenible, abren un enorme interrogante sobre esta corriente de inversión.

Inversión sostenible: negocio o disrupción.

Es pregunta que llevamos oyendo desde hace tiempo y la respuesta no está clara. Mejor dicho, sí lo es, pero digamos que la misma se orienta de forma evidente hacia el lado “políticamente correcto”.

Invertir con criterios sostenibles, bien sea medioambiental o de gobernanza, es una obligación de las empresas, y no una moda cuya mayor visibilidad ni mejora ni empeora la forma de invertir

Hasta el momento, todo lo que rodea la inversión bajo criterios ESG sigue un impulso favorable que se ha visto respaldado desde todos los ángulos posibles. Los reguladores han visto la enésima fuente de control y supervisión. Los creadores de mercado y proveedores, una vía de negocio. Y los inversores una forma de mantener vivo el flujo de inversión, principalmente en la renta variable.

Invertir con criterios sostenibles, bien sea medioambiental o de gobernanza, es una obligación de las empresas, y no una moda cuya mayor visibilidad ni mejora ni empeora la forma de invertir. Esencialmente porque son las propias compañías las que siguen facilitando información a los inversores y al público, pero ahora aparece un tercero que es quien certifica si la misma se ajusta o no a los criterios de sostenibilidad.

Por supuesto, las empresas siguen siendo las mismas. Pueden adoptar cambios cosméticos y utilizar el marketing para publicitar el impulso verde, pero en nada cambia la fisionomía de las empresas y mucho menos su actividad. 

De hecho, la gobernanza ya se viene detallando, antes de la fiebre ESG, en las memorias desde hace mucho tiempo. Una condición autoimpuesta en la que se cumplen una serie de pautas informativas acerca del consejo; su composición, retribuciones, incompatibilidades, y otros factores relevantes.

Igualmente, la inmensa mayoría de las empresas ya venían desarrollando una memoria sostenible donde detallaban ciertas actuaciones en el entorno laboral, la composición de plantilla o el impacto medioambiental de su actividad.

Las empresas petrolíferas y de servicios, siempre han sido siempre muy pulcras con sus memorias y los cambios se gestaron desde hace tiempo

Siendo incisivo, diría que el sector donde posiblemente más visible esté siendo el cambio es precisamente en uno de los más denostados por el ESG. Me refiero al sector de la energía.

Las empresas petrolíferas y de servicios, siempre han sido siempre muy pulcras con sus memorias y los cambios se gestaron desde hace tiempo hasta el punto de que, tal y como ya se ha confirmado, muchas de ellas han empezado un tránsito irrevocable hacia un nuevo y diferente modelo de negocio.

Empezando por el nombre (caso de Total conocida ahora como Total Energies) y acabando por su actividad (las compañías integradas son el caso más evidente de transición).

La diferencia es que ahora lo que se certifica, se empaqueta y se le pone un lazo para comercializarse en forma de índices, fondos y temáticas de inversión. Esto no es malo, ni muchísimo menos. Al contrario, es un paso excelente con el que todos nos sentimos más cómodos a la hora de afrontar las inversiones.

Pero no se puede negar que paralelo al cambio se ha generado un negocio. Y ahí es donde está el debate. Hay muchos casos en los que no existe histórico para calificar correctamente a las compañías. En otros casos, el problema está en los propios proveedores de información con una gestión deficiente de sus bases de datos. Cuando menos insuficiente. 

Confiar en series de datos proporcionadas por ciertas empresas no significa que exista una estrategia sostenible o verde

Tal y como señala la firma independiente Alphavalue Research, una de las pocas voces críticas y certeras en el panorama de la inversión hoy en día, señala que el problema es que toda la industria de la gestión de activos está en riesgo, ya que nadie ha desplegado los enormes recursos necesarios para respaldar una estrategia activa de administración de activos ESG. 

Confiar en series de datos proporcionadas por ciertas empresas no significa que exista una estrategia sostenible o verde. No solo los datos son en su mayoría defectuosos sino que toda esta parafernalia es similar al diseño de un ETF solo que bajo criterios ESG.  

Es curioso que la reputación esté más del lado del que certifica que de la propia empresa certificada. Es algo inaudito sobre lo que nadie dice nada.

En el caso de DWS las acusaciones son muy relevantes por el tamaño y la representatividad de la firma, pues podrían no ser las únicas en la industria sobre el inflado del uso de criterios ESG, lo que se conoce como “greenwashing”

Estamos por tanto ante algo que podría ser colosal o sobre lo que se podría pasar de puntillas. Las implicaciones no son cosa menor pues la inversión sostenible tiene un crecimiento imparable como demuestra que casi el 40% de los activos invertidos globalmente en 2025, se catalogarán como  sostenibles mientras que, según Statista, el 75% de los inversores declara que ya utiliza este enfoque. Un tema sin duda polémico que dará mucho que hablar. 

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