Sabemos que la Fed va a subir sus tipos de interés. Y que además muy posiblemente anticipe el programa de retirada de estímulos tal y como demandan algunos miembros del FOMC sin tapujos. Sabemos también que los bancos centrales de Australia y Canadá están un paso más avanzados y ya han empezado a aflojar el ritmo de compra de activos en mercado. El Banco de Inglaterra también empieza a mostrar cierta ansiedad aunque de momento mantiene intacto su programa de compra de deuda.

Así pues, solo el BCE y el Banco de Japón, se mantienen inamovibles con sus políticas de tipos cero o negativos, respaldadas por agresivas políticas cuantitativas. Solo en julio, el BCE realizó intervenciones en mercado por importe de 93.000 millones de euros, llevando el tamaño de su balance hasta rozar la histórica cifra de los 8 billones de euros (que ya se habrán superado en estas primeras semanas de agosto).

Desde un punto de vista ortodoxo de la política monetaria, los mercados deberían estar anticipándose a estos movimientos poniendo en precio unos tipos de interés más altos. Pero esto no está sucediendo.

El rendimiento de un bono de deuda pública refleja diferentes elementos. El rendimiento real, que es un indicador del crecimiento económico esperado, así como la tasa de equilibrio de la inflación, una medida de las expectativas de inflación futuras de los inversores. El rendimiento real más la inflación de equilibrio nos da la tasa nominal .

Es importante destacar que los tipos de equilibrio y los rendimientos reales representan no solo las expectativas actuales de inflación y crecimiento del mercado. También incluyen la compensación que los inversores requieren para asumir los riesgos asociados con ambos elementos, es decir, la prima de riesgo.

Las condiciones de crédito de los bancos siguen bajas e incluso se están relajando, como ocurre en EEUU

Teniendo todo esto en cuenta, en los últimos meses hemos coincidido en un mensaje coordinado global de confirmación de crecimiento e inflación. Por tanto, esto debería elevar la prima de riesgo exigida. Pero el movimiento de mercado ha sido inverso. En EEUU, el Treasury ha pasado de 1,75% en su punto más alto en marzo al 1,175% previo al rebote de esta semana. Lo mismo ha pasado con el Bund desde el -0,10% de mayo hasta rozar llegar a romper de nuevo la barrera de -0,5%.

Es como si lo inversores de deuda hubieran pasado a modo riesgo (risk-on) justo con la confirmación de que el crecimiento y la generación de empleo, están siendo mejores de lo esperado.

Y es que el extremo más largo de la curva de rendimiento también se ve afectado de manera importante por las compras de activos. Por lo tanto, el aumento de las primas de riesgo reales puede interpretarse como una reevaluación de los riesgos teniendo en cuenta el aumento esperado de la oferta monetaria. En otras palabras, el mercado da por bueno el mensaje de que la inflación es transitoria y de que toda retirada de estímulos será gradual, si es que llega a producirse.

¿En qué se traduce esto además del precio de la deuda? Las condiciones de crédito de los bancos siguen bajas e incluso se están relajando, como ocurre en EEUU. Esto debería ser un estímulo para la economía ya que invita a pensar en una expansión del crédito. Por eso la vivienda vive un nuevo boom.

Con tipos de interés reales negativos, se mantendrá el boom de las materias primas (exceptuando el oro) pues la demanda de activos reales se soporta en los bajos rendimientos de la deuda. Pero con ello también se aceleran las operaciones de dudosa calidad del private equity, las OPV, así como la actividad de M&A, pagando múltiplos escandalosos en muchos casos.

Si las cosas se mantienen igual, y la inflación se modera en la segunda parte del año, es muy posible que asistamos a un fraccionamiento del crecimiento global

La tendencia vuelve a ser por tanto peligrosa. Hay economías, la más evidente la europea, que no pueden normalizar sus tipos de interés simplemente porque el endeudamiento es tan elevado que los distintos agentes no soportarían un incremento de tipos ni aunque estuviera justificado por una inflación acelerada. Tampoco de retirada de estímulos.

Si las cosas se mantienen igual, y la inflación se modera en la segunda parte del año, es muy posible que asistamos a un fraccionamiento del crecimiento global. EEUU, Canadá y Australia, conforman un bloque que representa el 24% del PIB mundial con una estrategia de salida marcada que contrasta con el terreno pantanoso en el que se encuentra Europa. Japón, ya sabemos, es caso aparte.

Esto podría llevar a que los precios de los activos financieros (deuda y renta variable) empezasen a mostrar una ampliación de diferenciales al cotizar distintas realidades, por lo que de cara a la segunda parte del año, los flujos de movimiento de capitales podrían cambiar ostensiblemente tal y como ya hemos visto en los últimos tres meses con la bolsas europeas rezagadas respecto a EEUU.

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