Ante el mayor episodio de subida de precios de la electricidad de nuestra historia reciente son muchos quienes se preguntan si hay solución y otros tantos quienes proponen recetas para contenerla.

Dada la reincidencia de la situación creo que, al menos, se ha conseguido que buena parte de la ciudadanía sepa que nuestro mercado eléctrico es marginalista -esto es, que la central más cara que satisface la demanda de electricidad en cada momento es la que fija el precio de todas las demás-.

También que los astronómicos precios que está alcanzando en los últimos meses se justifican por el incremento de costes de la tecnología marginalista por excelencia: la de las centrales de gas, que han visto duplicar tanto el precio de su materia prima como el de la emisión de gases de efecto invernadero en apenas seis meses.

Se ha conseguido que buena parte de la ciudadanía sepa que nuestro mercado eléctrico es marginalista

No falta quien argumenta, además, que poco podemos hacer porque es Bruselas la que impone dicho sistema de fijación de precios y que, por tanto, debe ser en el seno de la Unión Europea donde se tomen las medidas correctoras oportunas.

Este último argumento se debilita considerablemente cuando uno constata que en otros países vecinos no ocurre lo mismo.

En primer lugar, a pesar de tener precios mayoristas muy altos, suelen ser estos días notablemente inferiores a los de la Península. Tenemos, por tanto, un problema de competitividad de partida.

Pero es que, además, -y esto es mucho más determinante- el precio mayorista en nuestros vecinos no se utiliza para retribuir a la totalidad de las centrales eléctricas, sino sólo a una porción minoritaria de las mismas. Esto es exactamente lo que muchos venimos demandando desde hace años que se aplique en España.

El precio mayorista en los países vecinos no se utiliza para retribuir a todas las centrales eléctricas 

Soy consciente de que las empresas afectadas plantearían una durísima batalla legal si el Parlamento -la medida requeriría necesariamente rango de ley- acordara cambiar el sistema retributivo de centrales que ya están en funcionamiento; pero no es menos cierto que, bajo el argumento del interés general predominante, en el pasado se han llevado a cabo reformas similares que han sido refrendadas por los tribunales.

El principio de esta propuesta es elemental: aplicar el precio del mercado mayorista exclusivamente a las actividades donde hay competencia. No es posible construir pantanos anegando pueblos como en los años 50 del siglo pasado, no es posible construir nuevas centrales nucleares -mucho menos financiadas con dinero público, como las existentes-, no es posible construir parques eólicos y solares que gocen del sistema retributivo que aplica a los que se construyeron antes de 2012.

No es posible, al fin y al cabo, aplicar reglas que funcionan bien bajo el principio de competencia perfecta a centrales eléctricas que están lejísimos de verificarla y que aportan cerca del 80% de la energía eléctrica del país.

En ello nos va mucho más que una escalada de precios que, todo apunta, durará al menos hasta febrero del año que viene lastrando la incipiente recuperación económica. Nos jugamos la transición energética que nos llevará al menos 15 años en completar.

En efecto, las nuevas centrales eólicas y solares que resultaron adjudicatarias de la subasta celebrada en enero de este año en nuestro países son capaces de ganar dinero vendiendo la electricidad producida a una media de 25 €/MWh, una cuarta parte de los precios actuales.

No es posible construir parques eólicos y solares que gocen del sistema retributivo aplicado a los construidos en 2012

Su mecanismo retributivo, además, garantiza que cobren el precio adjudicado con independencia de los vaivenes del mercado mayorista y que el consiguiente abaratamiento se traslade a todos los consumidores del país.

Si seguimos permitiendo elevados beneficios inmerecidos a las tecnologías inframarginales estaremos creando un incentivo para que las nuevas instalaciones renovables decidan no acudir a las subastas, sino que “jueguen” a vender su energía al precio del gas sabiendo que, al menos durante una década más, será este quien, en cantidades decrecientes, siga fijando el precio que cobran los demás.

¿De verdad vamos a permitir que el desarrollo de las renovables, mucho más limpias que las actuales, además de mucho más baratas, se haga a costa de que éstas cobren el precio del gas mientras este siga teniendo una cuota en nuestra cesta energética, por infinitesimal que esta sea?

Vivimos los estertores de una era, la del petróleo, que a buen seguro nos va a deparar años de importantísimas oscilaciones en los precios de las materias primas energéticas, esas de las que España carece y que tanto han condicionado nuestra economía en los últimos años.

Por primera vez, sin embargo, somos extraordinariamente ricos en las fuentes energéticas del futuro y tenemos la oportunidad histórica de convertirnos en una potencia mundial renovable que exporte parte del sol, del viento y del agua de los que gozamos a otros países en forma de electricidad. Hagámoslo a un precio justo, que permita a los consumidores percibir desde el principio que el nuevo modelo energético es, además de más sostenible, mucho más barato.

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