Seguimos para bingo en cuanto a la información económica se refiere. Así que creo que es importante señalar algunos aspectos que se repiten una y otra vez desde medios y redes sociales afines al régimen y que crean confusión.

Leo en uno de esos medios a un periodista económico afirmar que hay una docena de indicadores que "apuntan con claridad hacia un acelerón del PIB", a pesar de la incertidumbre asociada al virus, es decir, a temas externos al Gobierno.

Como suele pasar, lees el cuerpo del texto y está repleto de lugares comunes, metáforas poco afortunadas mezcladas con referencias a autores consagrados (como Charles Dickens) y, en medio de la confusión, un mensaje: estamos bien, aunque estamos en riesgo. Vamos bien, pero mal a la vez. Calviño tiene fuerza pero somos débiles. Todo es de una oscuridad luminosa muy positiva y ascendente. "La recuperación parece imparable" porque "los animals spirits son un punto más risueños".

Vamos por partes. ¿La recuperación es imparable? Pues no. Es altamente probable que nos recuperemos, desde luego. Puede caer un meteorito, pueden invadirnos los marcianos, pero es poco probable. Ahora bien ¿puede aparecer una cepa asesina? Es más probable que la caída del meteorito. Es un tema de probabilidades.

Lo que sí es posible y muchos analistas lo ven como algo cercano es que la recuperación española sea más lenta que la de los demás países de nuestro entorno. Y eso no es bueno, porque nos quedamos en el furgón de cola y salir de ahí es muy difícil para una economía como la nuestra.

La economía española no ha aprendido a vivir con las dudas, lo que hemos hecho es reiniciar la actividad para tener un sueldo que llevar a la casa y no hundirnos. La confianza de los consumidores no está en alza. No, después de la subida del precio de la electricidad, del anuncio de subida de impuestos y de la subida del precio de la gasolina que amenaza con llegar.

La economía española no ha aprendido a vivir con las dudas, lo que hemos hecho es reiniciar la actividad para tener un sueldo que llevar a la casa y no hundirnos

Es verdad que Goldman Sachs cree que las cosas pintan bien, aunque señala la inestabilidad política como un enorme riesgo. Pero es que estamos en un país sin esa pretendida estabilidad, con crispación en el ambiente, tanto en el ala derecha como en el ala izquierda, con navajas volando por la Moncloa.

La propia ministra Calviño ha vivido una "fuga de cerebros económicos" en su Ministerio la pasada primavera y la baja de su director de comunicación por razones personales, que fue sustituido por Laura Blanco, periodista económica que se inició en Intereconomía, y cofundadora de Capital Radio.

Y luego está la eterna confusión respecto a la "velocidad de crucero" de la recuperación y los acelerones. Para empezar el Producto Interior Bruto (PIB) es una medida estándar de fortaleza económica de los países pero no sirve para saber cómo están los españoles.

Para eso es mejor tomar el PIB per capita, que ayuda a valorar el nivel de vida de los ciudadanos. Antes de la pandemia ya estaba decreciendo: el ritmo de crecimiento del PIB per capita en el 2019 fue de -2,8%. A eso hay que añadirle la caída del 8,8% del 2020.

Cuando se miran las cifras de crecimiento y decrecimiento de las variables económicas, nos puede confundir el hecho de que cuando partimos de cero y se activa la economía, el tirón es gordo, como sucede con el crecimiento de la estatura de los niños, no crecemos al mismo ritmo con un año que con 17, seriamos gigantes.

Además hay que tener en cuenta que, si tenemos un PIB de 100 euros y baja un 10%, nos quedamos con un PIB de 90 euros. Si, a continuación sube un 10% no volvemos a los 100 euros, sino que llegamos solamente a 99 euros, porque el 10% de 90 es 9. Es decir, la recuperación es más complicada.

Además, en estos cálculos no se tienen en cuenta los efectos secundarios de la finalización del los ERE, la gestión mejor o peor de los fondos, que es una oportunidad pero viene de la mano de unos gestores económicos divididos (Calviño y Díaz), con intereses de partidos distintos, y en años preelectorales (nos toca presuntamente en el 2023). Suena fatal.

Por supuesto, el supuesto caeteris paribus, es decir, mantener todo lo demás constante al analizar una variable, es un recurso permanente en estos casos.

Una ojeada a los análisis más elaborados, nos lleva a poner el foco en algo que se menciona pero sin mucha luz: el gasto del Gobierno, el déficit que conlleva y la carga de deuda en que desemboca. Porque, es verdad que todos los países se han visto forzados a aumentar su gasto, y no voy a entrar en la eficiencia de las medidas de gasto, por no liarnos.

Pero no todos los países tenían las cuentas saneadas por igual. Ni tampoco tenían la capacidad de maniobra para tomar medidas porque no estaban asociados con comunistas de diferentes especies.

De manera que ahora, los consumidores, autónomos, pequeños empresarios y grandes empresarios españoles, vivimos amenazados por el aumento de impuestos, justo en medio de una crisis que no ha terminado de mostrar sus fauces. Y no solamente eso. Ya sabemos que no vamos a dejar a nuestros hijos y nietos una situación mejor, sino un lastre en forma de deuda pública, una herencia envenenada gracias a ese mantra que la mayoría de la población se ha creído: que pague el de atrás o que no pague nadie.

Eso sí: los gestos y el postureo, cada vez más a flor de piel y con menos contenido. Una vergüenza que nos va a salir muy caro si lo seguimos permitiendo.

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