Desde los albores del anticapitalismo, los oponentes del sistema de libre mercado han estado esperando la llegada de la gran crisis que traerá su colapso final. Karl Marx pensó que había descubierto varias "leyes" económicas, como la "caída tendencial de la tasa de retorno" o el "empobrecimiento relativo del proletariado".

Para los anticapitalistas, la perspectiva de una crisis siempre ha sido, ante todo, un signo de esperanza, puesto que un shock adverso podría servir para que el capitalismo colapse por fin. Pero esas esperanzas se han visto frustradas una y otra vez.

En muchos sentidos, los anticapitalistas son como un culto dedicado a predicar el fin del mundo: nos anuncian impávidamente nuevas fechas para el apocalipsis final que nunca llega.

En la crisis financiera global que estalló en 2008, los anticapitalistas creyeron que había llegado esperado fin del capitalismo, pero cuando esto tampoco se materializó, se vieron obligados a esperar un nuevo acontecimiento.

La crisis del coronavirus se convirtió en una fuente de nuevas esperanzas para los enemigos del mercado. Incluso en los primeros días de la pandemia ya había intelectuales de izquierda proclamando que esta crisis marcaba el último clavo en el ataúd del capitalismo global. Se suponía que íbamos a una reorganización fundamental de la sociedad y, en efecto, al ansiado fin del capitalismo.

En 2008, los anticapitalistas creyeron que había llegado esperado fin del capitalismo, pero se vieron obligados a esperar

William Davies, un prestigioso sociólogo británico, publicó en el diario de izquierdas The Guardian un artículo titulado La última crisis no cambió el mundo. Pero esta sí podría hacerlo.

Davis recalcó que "la transmisión del virus ha seguido las rutas de vuelo del capitalismo global (viajes de negocios, turismo, comercio…)". Y, aunque admitió que "la causa fundamental es externa a la economía", puesto que hablamos de una pandemia, a renglón seguido insistió en que "el grado de devastación que se propagará se debe a características muy básicas del capitalismo global que casi ningún economista cuestiona: altos niveles de conectividad internacional y dependencia generalizada de la mayoría de las personas que participan en el mercado laboral".

"Estas no eran las características de los sistemas con tipos de cambio fijos y negociación colectiva reforzada, es decir, del keynesianismo. En cambio, sí son características del capitalismo actual", añadía. El sociólogo esperaba que "esta auténtica crisis global sea también un punto de inflexión global. Vendrá un enorme dolor emocional, sanitario y financiero en el futuro inmediato. Pero una crisis de esta escala nunca se resolverá verdaderamente hasta que se hayan rehecho muchos de los fundamentos de nuestra vida social y económica".

Ulrike Herrmann, una conocida figura del anticapitalismo alemán, escribió otro artículo similar, anticipando que el coronavirus suponía "el apagón capitalista" y "el fin de una teoría".

En su artículo, proclamó: "la crisis de la Covid-19 ciertamente tiene sus ventajas", entre las cuales identificó "el entierro de la ideología neoliberal" que, según ella, "ha dominado el mundo occidental desde 1980".

La pandemia, argumentó Herrmann, vendría a mostrarnos que "no hay alternativa a la solidaridad (…), es decir, al Estado". De manera característica, los anticapitalistas siguen tomando los términos solidaridad y Estado como conceptos intercambiables. "Esta lección", continuó Herrmann, "podría haberse aprendido tras la crisis financiera de 2008 pero en aquel momento los neoliberales lograron salvar una vez más sus trilladas teorías (…). Sin embargo, la situación del coronavirus es diferente. Es obvio que el 'mercado' no podrá evitar los impactos económicos del virus. Por eso todos piden la intervención del gobierno".

Los anticapitalistas siguen tomando los términos solidaridad y Estado como conceptos intercambiables

El célebre economista francés Thomas Piketty, que ha lanzado de nuevo libro en el que una vez más propone un programa de redistribución radical de la riqueza, afirmó que la crisis de la Covid-19 ha demostrado que los gobiernos deben realizar cambios drásticos en sus políticas económicas y que tales cambios podría desencadenar "un cambio de conciencia" con respecto al mercado que permita "que los gobiernos se movilicen para regular la economía".

La escritora canadiense Naomi Klein, conocida por sus críticas a la globalización y el capitalismo, interpretó la crisis del coronavirus como una oportunidad para un "salto evolutivo".

Según explicó: "es posible que la pandemia catalice una especie de salto evolutivo (…). O perdemos mucho terreno, nos dejamos engañar por las élites y pagamos el precio durante décadas, o alcanzamos ganamos victorias progresistas que parecían imposibles apenas unas semanas antes del arranque de la pandemia. No es momento de perder los nervios. El futuro lo determinará quien esté dispuesto a luchar con más fuerza por sus ideas".

En el caso de la crisis del coronavirus, es obvio que se trata de un evento exógeno que nada tiene que ver con la estructura del sistema económico capitalista. El economista Joseph Schumpeter distinguió entre dos tipos de crisis: a saber, aquellas cuyas causas se encuentran fuera del ámbito de la actividad económica y aquellas cuyas causas surgen dentro de este mismo ámbito.

La crisis del coronavirus es un evento exógeno que nada tiene que ver con la estructura del sistema económico capitalista

Siempre ha habido epidemias y pandemias y, aunque la globalización significó que la pandemia de la covid-19 pudo propagarse rápidamente, fue en última instancia el capitalismo el que aseguró que, nada más comenzó la crisis, se desplegase la producción de medidas paliativas: primero las mascarillas, luego las pruebas, después los test rápidos y finalmente las vacunas desarrolladas por las despreciadas compañías farmacéuticas multinacionales.

No nos equivoquemos: no hay garantía de que el capitalismo sobreviva. Pero, si se derrumba, no será por sus supuestas debilidades económicas inherentes, sino por el desaliento, la cobardía y el oportunismo de la burguesía que no logra defender el mercado frente a sus enemigos.

*** Rainer Zitelmann es escritor, doctor en sociología e historia y autor de 'El capitalismo no es el problema, es la solución' (Unión Editorial, 2021).

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