El final de estado de alarma ha enloquecido -o eso parece- a la gente, que se ha echado a la calle como si celebrásemos una Nochevieja caribeña . 'Brotes verdes', 'luz al final del túnel'... Todavía, esto es más bien una quimera. Por si fuera poco, el Poder Judicial es ahora el nuevo gendarme de los botellones y fiestas caseras. Vaya, que el Gobierno ha dicho aquello de "al potro, que lo dome otro".

Pero, verbenas y cachimbas colectivas a parte, el caso es que el virus no se ha ido y la vacuna va, pero va lenta.

Entre tanto, en el ámbito laboral pintan bastos y el respirador de los ERTE amenaza con pararse y dejar morir muchas empresas que, en realidad, murieron hacen meses y permanecen en un coma inducido del que despertarán seguramente en el Hades y no el Valhala.

El resto de las empresas viven con la esperanza de un resurgir tardío de los felices años 20, con veranos locos y altas ocupaciones… La fe mueve montañas pero rara vez engorda al caballo.

Esta pandemia, su gestión y la promesa gubernamental de inyectar rigidez a las relaciones laborales va a dejar España como prometió en su día don Alfonso Guerra "no la va a conocer ni la madre que la parió".

España puede con esto y con más. Ya estamos acostumbrados a aprender a bailar bajo la lluvia en lugar de esperar a que amaine la tormenta, pero nos va a costar mantener el paso con la que se viene encima.

De los tiempos vividos y los que vienen, me quedo, sin duda, con el teletrabajo, que no con su exigua y novedosa regulación.

Veremos más pronto que tarde si el teletrabajo vino o no para quedarse, y es que en España queda mucho defensor de aquello de que 'el ojo del amo engorda al caballo' y todavía lo del presentismo causa furor. Pero quien sepa regularlo e implantarlo como es debido, tiene en esta modalidad de trabajo a distancia un auténtico filón.

Los tiempos actuales imponen al empresario una especial sensibilidad con los derechos de conciliación de la vida familiar y personal de los empleados, y el teletrabajo tiene mucho que aportar en esa materia. Por otro lado, las tecnologías dejan sin excusa a quienes piensan que trabajar desde casa está reñido con el rendimiento o la competitividad.

Las tecnologías dejan sin excusa a quienes piensan que trabajar desde casa está reñido con el rendimiento o la competitividad

Algunos empresarios que no querían ni verlo, a golpe de real decreto pandémico se han tenido que hacer al mismo e incluso algunos le deben el pan y la sal- Y muchos, la salud y la vida propia y de sus trabajadores, clientes, proveedores, etcétera.

En el bando del trabajador la cosa va por gustos. Desde amores a primera vista a despechos absolutos, pasando por quien firmaría con el teletrabajo un perpetuo moderno poliamor. Pero en líneas generales las encuestas son bastante positivas a su favor.

Por la ocupación que tengo, me ha tocado oír de todo, desde la defensa numantina del valor supremo del café con los compañeros, a los melancólicos exordios a la comida navideña; pero comer en casa con los niños, reducir a lo justo y necesario las reuniones, y las negociaciones colectivas rápidas, efectivas, desprovistas de los tradicionales y desesperantes fastos y oropeles, ganan por goleada el debate sobre el estado de la cuestión.

Tengo clarísimo que no vale más una carta hecha en la oficina que una hecha casa, ni un contrato, ni una demanda, ni un informe ni las cuentas de la sociedad. Y no piense nadie que no pongo en valor el café de la máquina, la comida de negocios y hasta el viaje de trabajo. Pero lo uno y lo otro es compatible y funciona, tanto de forma conjunta como por separado, negarlo es hablar por no estar callado.

El teletrabajo funciona, es voluntario, es reversible, no incrementa ni los salarios ni las vacaciones... Bien implantado supone para muchas personas trabajadoras con talento y compromiso un salario emocional y un motivo de alabanza a su empresa.

Advierto que no está lejos el día en que las empresas tengan que combatir por el talento exhibiendo entre sus condiciones un trabajo a distancia de alta calidad.

El que tenga oídos para oír… ¡que oiga!

*** Alberto Novoa es socio del área laboral de Ceca Magán Abogados y profesor de Derecho del trabajo.

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