El momento económico actual está lleno de paradojas, pero se puede describir con unas pocas pinceladas: 1) la globalización está descoyuntada; 2) la economía global, apenas un año después de terminarse la primera recesión mundial iniciada y terminada por decreto, esta recalentada, como si, en vez de un año de expansión, acumulara ya seis o siete; 3) el comercio mundial marcha al galope con todos sus cilindros y crece ya, si eso fuera posible, por encima de su capacidad instalada; 4) el mercado laboral global también está descoyuntado y, a pesar de lo elevado aún de las tasas de paro, ni se consiguen albañiles en España, ni se logra contratar camareros en EEUU (recientemente, para una oferta de 100 puestos de trabajo, un grupo hotelero recibió 12 solicitudes) y… 5) a la vez, el dislocamiento es tan fuerte que los países que, como España, tienen su particular "riqueza petrolífera" en el turismo van a seguir padeciendo.

¿Estamos al inicio de un nuevo ciclo económico (el de la postpandemia) o en el final del ciclo anterior, que se interrumpió, primero, y se ha prolongado, después, artificialmente?

Cuando la semana pasada el presidente de EEUU firmó una orden ejecutiva ampliando la lista que hizo Donald Trump de empresas chinas que estarían vetadas en EEUU por su relación con el complejo "militar-industrial" chino supimos que lo que parecía claro hace un año se convertía en algo evidente: la "guerra fría" entre los EEUU y China, que empezó con Donald Trump, continuaba con Joe Biden.

Todo se había iniciado con una "bonita guerra comercial que es muy fácil de ganar", en palabras del propio Donald Trump, aunque cuatro años y medio después se haya demostrado que, de momento, esa "bonita guerra comercial" la va perdiendo EEUU: el déficit comercial de los USA con China es más grande que nunca. Falto de nuevas medidas punitivas, los grandes programas de expansión económica de Joe Biden no harán sino incrementar ese déficit.

La guerra fría se ha agudizado por el encargo que Biden ha hecho a sus servicios secretos de averiguar si el "virus chino" (palabras de Trump en sus mítines), artificial o no, se escapó del famoso laboratorio de Wuhan. Ni que decir tiene que en ese terreno cualquier cosa que ocurra va a deteriorar aún más las relaciones entre el coloso reinante y el coloso aspirante.

¿Estamos al inicio de un nuevo ciclo económico (el de la postpandemia) o en el final del ciclo anterior, que se interrumpió, primero, y se ha prolongado, después, artificialmente?

La llegada de Trump al poder supuestamente anunciaba el final de esta última era de globalización. Sin embargo, la globalización está, en apariencia, más pujante que nunca, a juzgar por el vigor desatado del comercio mundial que en marzo pasado ya estaba un 3% por encima de su anterior máximo histórico (alcanzado en octubre de 2018).

De momento, lo más que se puede decir es que la globalización está descoyuntada, con dislocamientos y cuellos de botella por doquier; que la Covid-19 ha sido la responsable del desaguisado y que todas las alarmas económicas y financieras, verdaderas o falsas, de los próximos meses van a ser efecto de ese desmadejamiento global.

¿Alarmas? ¿Qué alarmas?

Entre otras muchas, las siguientes: no está claro si la inflación, hoy en ascenso, es un fenómeno transitorio de solo unos meses (como es mi hipótesis) o si permanecerá por más tiempo, obligando a los bancos centrales a subir los tipos de interés y a provocar una nueva y prematura recesión.

No está claro si será posible la recuperación del nivel de empleo previo a la pandemia, a la vista de que en EEUU (que es quien va más avanzado en la recuperación económica de entre los países occidentales y que crece al 10,3% anualizado en este momento) el PIB ya se ha recuperado totalmente, pero hay ocho millones de ocupados menos que en febrero del año pasado, antes de que todo empezase.

No está claro si la inflación, hoy en ascenso, es un fenómeno transitorio de solo unos meses (como es mi hipótesis) o si permanecerá por más tiempo

No está claro si la recuperación del precio de las materias primas hasta su nivel previo a la pandemia (como en el caso del petróleo) es síntoma de que lo que se está produciendo es una simple vuelta a la normalidad (es decir, como si no hubiera habido SARS-COV-2) y el resultado (en el caso de la subida de precio de los metales industriales) de la demanda embalsada y aplazada durante los meses de parón económico, por lo que esas subidas de precio no serían especialmente amenazadoras, o si lo que de verdad anticipa el futuro que viene es la subida de precio de las materias primas agrícolas, cercanas a superar sus niveles de 2011 y a dejar, por tanto, atrás el ciclo bajista de diez años de duración en que estaban inmersas.

Es decir, no está claro si, tras las ingentes cantidades de dinero inyectadas por gobiernos y bancos centrales, la economía mundial está al principio de un nuevo ciclo expansivo en el que, a la manera "clásica", se ha cebado la bomba de la actividad económica, o si el exceso de dinero en circulación ha hecho que se quemen tantas etapas a la vez que pueda estar la economía global abocada a un final de ciclo prematuro.

Cuando se observa el frenesí de la subida de la cotización de todos los activos, materias primas industriales incluidas; la existencia de un exceso de demanda no satisfecha de bienes intermedios, cuya escasez está provocando parones de la industria; o el exceso de consumo de energía, como en el Sur de China, donde hay empresas que solo pueden trabajar tres días a la semana para evitar apagones; o el comportamiento errático del mercado de trabajo, con un incremento muy lento del empleo y, a la vez, abundancia de puestos de trabajo que las empresas no logran cubrir; o los excesos especulativos con los valores bursátiles "de broma", como GameStop y AMC, los que en enero se llamaron valores del movimiento YOLO (You Only Live Once: "Solo se vive una vez", equivalente al "comamos y bebamos, que mañana moriremos", tan medieval y tan "milénial") además de las juergas especulativas con las criptomonedas…

Cuando se observa cómo los índices de la Bolsa de EEUU han recuperado su tendencia alcista de 2018-2019 como si no hubiera pasado nada y se recuerda que en esos dos años ya daban síntomas de agotamiento (la Reserva Federal no pudo ni hacer una pequeña subida de tipos de interés en 2019 y tuvo que ayudar al mercado monetario en septiembre de ese mismo año) la pregunta es…

¿Estamos al inicio de un ciclo expansivo o en "la continuación artificial de la continuación artificial" del que se inició en 2009 y, por tanto, en realidad, al final de ese ciclo?

Hay síntomas para cualquiera de las hipótesis. Hay base para cualquier susto.

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