La revolución tecnológica ya estaba en inexorable marcha cuando la famosa canción de The Buggles, anunciaba que video killed the radio star. Como alegoría de una historia de desamor, el video como encarnación del nuevo paradigma ha sustituido a la estrella de la radio, y como alegoría socioeconómica las nuevas tecnologías han sustituido el modo de desempeñar muchos trabajos tradicionales ligados al modelo independiente de prestación. We can't rewind we've gone too far, (No podemos rebobinar, hemos ido demasiado lejos), sentencia la canción.

Durante décadas el taxista ha sido el paradigma del autónomo libre, que trabaja solo, a su ritmo y sin dependencia. No cómo emprendedor, ni profesional liberal, sino, como auto-patrono que, al disfrutar de un mercado regulado podía “ir por libre”, organizar su vida, conciliar trabajo y familia, sus jornadas, horarios y vacaciones -dentro de un margen-.

En definitiva, disfrutar de un mercado cerrado y regulado que permitía un modo de vida que posibilitaba tener previsión de sus gastos, incluidos los necesarios para crear puestos de trabajo para otro conductor de su taxi, y gozar de una limitación del riesgo y ventura que le aseguraba una rentabilidad mínima, e incluso aumentar sus ingresos, con la contrapartida del esfuerzo, a base de echarle horas al volante.

Dsifrutar de un mercado cerrado y regulado permitía un modo de vida que posibilitaba tener previsión de sus gastos. 

Esto no implicaba el aislamiento del oficio de taxista, pues a su voluntad éste se integraba en cooperativas de servicios, mutuas de seguros y asociaciones profesionales, donde obtener beneficios de esta unión de intereses.

En cuanto a la comercialización de sus servicios al público, junto con la recogida en calle o paradas de los pasajeros, los taxistas siempre se han valido de las clásicas radioemisoras y radioteléfonos como intermediarios mediante los que despachar los servicios que los usuarios solicitaban a distancia.

No obstante, miles de profesionales del taxi se situaban extramuros de todas estas organizaciones, manteniendo sus insumos, la explotación de sus negocios y la comercialización de sus servicios con absoluta independencia de terceros corporativos. La regulación del mercado y las preferencias de los usuarios proporcionaban esta ventaja de independencia al taxista, que hacía uso de estos servicios a conveniencia.

Con la llegada de las plataformas digitales, la organización y estructura empresarial de la movilidad en taxi cambió inexorablemente a un nuevo e intrincado modelo de relaciones usuario-proveedor-prestador de servicios, donde la captación de usuarios se aglutina cada vez más en torno a estas, cediendo puestos la contratación directa en calle o parada.

Decenas de taxis en Madrid. Foto: Twitter @javiergalvezm

Ante una tendencia de mercado ya evidente donde más del 50% de los servicios ya eran encargados en 2019 por medios telemáticos, la aparición del virus chino y su atropellada gestión ha producido una crisis de demanda que aboca a la aceleración de una reconversión del modelo de negocio que se impone a corto plazo (cuando estaba prevista en el medio plazo), propiciando una mayor dependencia de las plataformas digitales para mantener niveles suficientes de demanda y optimizar los costes de la explotación.

Un modelo regulado de plataformas digitales conseguirá dinamizar y hacer crecer el mercado, incluso en momentos tan difíciles como el actual, por lo que, a mi juicio, se equivocan quienes solo ven en su organización de la movilidad una mera evolución en el clásico modelo de emisoras o radioteléfonos, pues detrás hay mucho más que tecnología.

La plataforma digital es mucho más que un mero comercializador de los servicios de taxi. Como operador, prácticamente se ha convertido en el nuevo proveedor integral de todas las necesidades del taxista, desde el vehículo al cliente, pasando -entre otras cosas- por el seguro, el taller, la gestión administrativa y de facturación, la energía o combustible, la dotación de valor añadido y reputación, la tecnología, la calidad y estandarización del servicio, para que el taxista se dedique primordialmente a lo que mejor hace: conducir; sin que ello le haga perder sus características como trabajador por cuenta propia.

En definitiva, se ha convertido en un instrumento casi imprescindible para la supervivencia del taxista profesional. La elección de plataforma, las condiciones de acceso y servicio, y, el equilibrio en la contratación, son los grandes asuntos que considerar por parte de administraciones y sector para una colaboración eficiente.

La plataforma digital es más que un comercializador de taxi. Se ha convertido en el nuevo proveedor integral de las necesidades del taxista. 

Por desgracia, sin entrar a valorar ahora las causas, es un hecho que las citadas estructuras clásicas del sector del taxi, hasta la fecha, se han visto incapaces de crear sus propias plataformas digitales, o, al menos, un modelo exitoso de las mismas. Es una asignatura pendiente, para la que, dadas las circunstancias actuales, quizá ya no haya tiempo de reválida.

Ahora, pese a las legítimas resistencias de dichas estructuras prexistentes a entregar parte de su mercado a las plataformas, éstas lo van a tomar fruto de una precipitación de cambios que ya estaban larvados. Además, las consecuencias de la gestión de la Covid-19 van a acentuar las necesidades de supervivencia económica, imponiendo la realidad de que los taxistas capearán mucho mejor la nueva situación si se integran en estas plataformas, con cierta renuncia a su independencia (no todo son ventajas).

Las plataformas digitales para cumplir sus fines de eficiencia y ahorro a la par que hacen crecer el mercado tal y como necesitan los taxistas, precisan una regulación en materia de precios y condiciones de prestación del servicio más flexibles que las actuales, que debe ser bien compaginada con el respeto a los derechos y garantías de los usuarios, así como con la autonomía y discreción que aún le quedará al taxista para trabajar sus mercados tradicionales, de recogida de pasajeros en la vía pública y paradas de taxi.

Para que la simbiosis sea perfecta los taxistas deben ser el centro de la ecuación, y los usuarios tendrán la última palabra para que el mercado retome el pulso y vuelva a ser similar al que otrora fue.

Los taxistas deben ser el centro de la ecuación y los usuarios tendrán la última palabra para que el mercado retome el pulso. 

Quizá haya servicios que nunca retornen o que aún tarden años, como el turismo internacional de masas, los eventos deportivos, festivales y macro conciertos, fiestas populares multitudinarias, etc. Es práctico atenerse a la realidad, ya que el voluntarismo no va a solucionar problemas complejos.

Sin entrar en valoraciones, el hecho es que las plataformas digitales organizarán el sector de modo más eficiente que, por desgracia, el propio sector. Su atomización también ha engendrado el pecado de la litigación y la pugna constante que hacen inviable cooperar en proyectos empresariales para competir con las plataformas multinacionales.

Los profesionales del taxi que ya están trabajando con plataformas digitales están viendo ingresos y un asidero en la tormenta de esta crisis, y todo indica que la mejor vía de crear y fidelizar clientela, aumentando la eficiencia en la explotación de sus negocios, pasa por integrarse en estas redes de valor añadido y comercialización de sus servicios.

La crisis impone el pragmatismo, y ahora las plataformas digitales se tornan en tabla de salvación para los taxistas ante la crisis de demanda y el cambio de paradigma.

*** Emilio Domínguez del Valle es Abogado experto en movilidad y transportes.