Central Lechera Asturiana se ha convertido en la marca mejor valorada de España, según el informe del Reputation Institute. Es la primera compañía alimentaria de capital cien por cien español que logra este reconocimiento desde que comenzó a elaborarse este ránking en 2006. Unas campañas publicitarias acertadas parecen ser la clave de la buena percepción de la firma, aunque ésta ya ocupó el 14º lugar en el mismo ránking en 2016, lo cual revela un ambicioso trabajo de posicionamiento de su marca que recibió un impulso notable con la llegada de José Armando Tellado a la jefatura de la empresa en 2013.

Tellado, formado en Icade, IESE y London School of Economics, supuso una revolución generacional en la empresa al sustituir a Pedro Astals que llevaba 20 años al frente de la cooperativa. El consejero delegado ha sustituido un liderazgo fuertemente personalista, como era el de Astal, por uno de equipo y ha contado para ello con un diagnóstico inmejorable, fruto de su experiencia previa en la firma desde 2008. La base de Central Lechera Asturiana es un producto con un halo positivo -la leche-, una compañía innovadora -la primera que envasó en botella blanca- y un criterio donde más que la rentabilidad lo que importa es el precio pagado a sus cooperativistas y proveedores.

Todo esto ha desembocado en un ambicioso programa de Responsabilidad Social Corporativa (RSC) impulsado por los nuevos gestores, que lleva aplicándose desde hace más de dos años y cuyo norte, según ha definido Tellado, es la consolidación de Central Lechera Asturiana como un elemento clave para la sostenibilidad del sector ganadero. Estar en la cabeza del Top 10 de las marcas españolas ha sido un primer hito.

El pacense Ismael Clemente lo ha vuelto a hacer: ver el negocio mucho antes que otros. El factótum de la socimi Merlin fue uno de los primeros que, hace una década, percibió que el ladrillo no daba para más, cuando algunos andaban todavía realizando compras astronómicas que les llevaron a la ruina. Y también ha sido el primero que, hace casi un lustro, oteó que se podía volver a ganar dinero en España en el sector inmobiliario. El éxito de la socimi Merlin ha venido a corroborar su buen criterio.

Clemente, como responsable del brazo inmobiliario del Deutsche Bank en España, fue el primero que advirtió a sus jefes en Berlín que el mercado español no daba para más. Dicho y hecho. En 2006, mucho antes de que pinchara la burbuja inmobiliaria, la entidad germana obtenía 170 millones de beneficio con la venta del hotel Arts de Barcelona y ponía tierra de por medio. En su vuelta al sector, en 2012, Clemente se granjeó la confianza del fondo Blackstone para facilitar la compra, a un precio irrisorio, de miles de viviendas públicas a través de Magic Real Estate, que, en apenas un año, lograba la gestión de activos por casi 3.000 millones de euros.

A partir de ahí, dio un salto adelante con la salida a bolsa de la socimi Merlin, cuando poco o nada se conocía en España de este tipo de sociedades. En apenas un año, gracias a sus buenos contactos con los fondos, Clemente logró que la salida a bolsa de esta sociedad se convirtiera en un éxito, con 1.250 millones captados. Todo ha sido vertiginoso. Compras y más compras de edificios de oficinas y centros comerciales que llevaron a Merlin al selectivo Ibex 35 año y medio después de su debut en el parqué. Con este respaldo, la compra de Testa -la filial patrimonialista de Sacyr- por 1.800 millones y la posterior fusión con Metrovacesa han cerrado el círculo de una gran operación.

Los resultados están ahí. Merlin, gracias a esos 450 millones de rentas anuales aseguradas, incrementará su rentabilidad por dividendo hasta casi el 5%, muy por encima del 3,7% registrado en 2016. Y, con la deuda controlada a buen coste y vencimientos largos, el beneficio distribuible no bajará de 250 millones de euros. Mientras los tipos sigan bajos, todo irá sobre ruedas. Cuando suban, el escenario será otro.