Sandra Viñas Noelia Hernández

La visita de Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, a Taiwán ha vuelto a centrar las miradas en la industria de los semiconductores. En esta isla al este de China se concentra el 63% de la producción mundial de estos componentes. Una única empresa, TSMC, acapara el 54% del mercado, según datos de la firma de análisis TrendForce.

TSMC (Taiwan Semiconductor Manufacturing Company) fabrica para Apple, Intel, MediaTek, Nvidia, AMD o Qualcomm. La posible invasión de Taiwán por parte de China supondría un impacto sobre su actividad, junto con las consecuencias políticas y geoestratégicas que pondrían en jaque el actual orden mundial

Mark Liu, presidente de TSMC, afirmó hace unos días en una entrevista con la CNN que "nadie puede controlar" la compañía "por la fuerza". Según explicó, la elaboración de estos componentes es "muy sofisticada" y depende de "la conexión en tiempo real con el exterior", de Europa a EE.UU. o Japón, para aspectos como los materiales, los químicos o el software, por lo que, "en caso de invasión", las fábricas no operarán. 

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En términos de negocio, el 10% de los beneficios de TSCM provienen, de hecho, de China, mientras un 65% lo hacen de Norteamérica, un 14% de Asia Pacífico, un 6% de EMEA y un 5% de Japón. Liu precisó que el hecho de que China les necesite "no es algo malo", ya que, de interrumpir sus operaciones, se produciría "una gran agitación económica" porque no tendrían acceso a sus componentes más avanzados.

TSMC

El presidente de la firma de chips señaló que, actualmente, muchos se empeñan en comparar la situación en Ucrania con lo que puede pasar en Taiwán. A pesar de que insistió en que "son muy diferentes", repitió en varias ocasiones que "la guerra no es buena para ningún bando y solo genera pérdidas". 

"Todos los participantes deben sacar lecciones de esta situación y usarlas para mirar a Taiwán y plantearse cómo se puede evitar el conflicto y cómo asegurar que la rueda de la economía sigue girando de forma justa", concluyó. 

Reducir la dependencia de terceros países

Una rueda que desde hace dos años se están viendo afectada primero por una pandemia mundial, más tarde por una recesión económica y desde hace más de cinco meses por la guerra entre Ucrania y Rusia, dos países clave en el suministro de materias primas para la fabricación de semiconductores.

"Ucrania produce alrededor del 70% de la producción mundial de gas neón y Rusia el 35% de paladio, ambos elementos fundamentales en el proceso de fabricación de semiconductores”, apunta la socia responsable de Automoción, Industria y Química de KPMG en España, Begoña Cristeto. 

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A pesar del contexto actual, y antes de la visita de Pelosi, solo el 32% de los directivos de la industria de semiconductores se mostraba preocupado por el impacto que este conflicto pueda tener en la cadena de suministro en 2022, según el informe ‘Semiconductor industry pulse report’ publicado por esta firma. 

Sin embargo, el 50% sí mostraba preocupación sobre el protagonismo de Taiwán y la nacionalización de la tecnología de semiconductores, por delante de cuestiones como a incertidumbre política en Europa a largo plazo por el conflicto ruso (46%), los nuevos aranceles y acuerdos comerciales (29%) o la reforma fiscal a nivel global (29%).

Ninguna economía occidental pierde de vista que junto a Taiwán, Corea del Sur (18%) y China (6%) concentran gran parte de la producción mundial de estos componentes que hacen funcionar cualquier aparato electrónico, desde los teléfonos móviles y ordenadores hasta los robots industriales, pasando por los automóviles.

En los últimos meses, esto se ha convertido en un problema y ha puesto de manifiesto la importancia de que tanto Europa como Estados Unidos reduzcan su dependencia de terceros países en un mercado que, según Gartner, alcanzó unos ingresos mundiales de 595.000 millones de dólares (unos 584.000 millones de euros) en 2021. Una cifra que supone un incremento del 26,3% respecto a 2020. 

Leyes para fabricar chips

En este camino, hace unos días el Congreso de EE.UU. aprobaba la Ley de Chips y Ciencia que prevé una inversión de 280.000 millones de dólares (algo más de 275.000 millones de euros) en investigación y desarrollo. En este programa, 52.000 millones de dólares (algo más de 51.000 millones de euros) están destinados a la producción local de semiconductores.

La misma legislación establece que aquellos fabricantes que reciban subvenciones de estos fondos no podrán expandir sus negocios en China durante los próximos 10 años. La taiwanesa TSCM ya está construyendo una planta en Phoenix (Arizona) en la que ha invertido 12.000 millones de dólares.

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Por su parte, la Comisión Europea anunció hace unos meses la Ley Europea de Chips (Chips Act) con el objetivo de reafirmar la competitividad y resiliencia de la región en esta materia, así como su liderazgo tecnológico. 

Esta legislación movilizará más de 43.000 millones de euros de inversiones públicas y privadas y establecerá medidas para anticiparse y responder rápidamente ante cualquier futura interrupción de la cadena de suministro. 

A la par, algunos países como España han comenzado a desarrollar planes nacionales con los que también quieren impulsar esta industria. En concreto, esta región lo ha hecho a través de un PERTE (Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica) de microelectrónica anunciado por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el pasado mes de abril. 

Según explica el Ejecutivo español, esta iniciativa pretende reforzar las capacidades de diseño y producción, así como favorecer la autonomía nacional y de la UE en el sector. Está previsto que este proyecto movilice una inversión pública de 12.250 millones de euros hasta 2027 y "active, a su vez, un importante volumen de inversión privada".

Europa, en busca del liderazgo

La región comunitaria se encuentra, actualmente, en un período de transición en el que lucha, mediante la legislación, por recuperar la soberanía que la caracterizaba hace dos décadas. 

Y es que, según recuerda la consultora Kearney en un informe, en el año 2000, Europa era uno de los principales productores de semiconductores, albergando casi el 25% de la capacidad de fabricación a escala mundial. Hoy, apenas consigue abarcar un 8%. 

Este descenso "drástico", en palabras de Kearney, es aún más notable en lo relativo a los componentes de vanguardia, que han pasado de suponer el 19% en la región a principios de la década a un 0% en la actualidad. 

Este paisaje es aún más problemático si se tiene en cuenta que el consumo de estos componentes seguirá creciendo en los próximos años, hasta duplicarse en 2030, con una subida anual del 15% en el caso de los chips más avanzados. Mientras, los maduros también aumentarán su cuota, aunque más modestamente, con un impulso del 3% cada año. 

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Ante este escenario, Europa se ve en la obligación de repensar la forma en la que aborda esta industria y de multiplicar su inversión para poder aprovecharse de esta oportunidad de mercado y acercarse al objetivo de alcanzar el 20% en el mercado de semiconductores para 2030. 

Esta meta, además, se antoja necesaria porque, de acuerdo con la consultora, alrededor del 20% del valor añadido bruto de la región depende directa o indirectamente de los recursos de alta tecnología como los circuitos integrados, una cifra que, se estima, no hará más que crecer en los próximos años. 

E.P.

 

A ello se une el retorno económico, ya que, según los últimos estudios, una fábrica de componentes de vanguardia genera un impacto "más de dos veces superior a la inversión", a la par que añade oportunidades de negocio y promociona la creación de nuevas empresas locales. 

Eso "sin olvidar el refuerzo que supondría en la soberanía tecnológica de la región y la mejora en la resistencia de la cadena de suministro", puntualizan desde Kearney.

La consultora precisa que Europa está en la posición adecuada para afrontar este camino, ya que cuenta con "puntos fuertes históricos" en su economía como la combinación de ingeniería avanzada y manufactura, imprescindibles en el caso de los componentes de vanguardia. 

Además, aunque la producción en suelo comunitario es más cara en comparación con otras regiones, cumple con todos los requisitos para restablecer su competitividad en la tecnología de chips más avanzados gracias a factores como el entorno político estable, el músculo financiero necesario o las infraestructuras. 

"Con 2030 a la vuelta de la esquina, ahora es el momento de que Europa decida su destino en materia de semiconductores", precisan.