La semana pasada los cimientos de la innovación volvieron a temblar en uno de los mayores encuentros de startups del mundo: el Web Summit de Lisboa volvía a abrir sus puertas tras las muchas sombras provocadas por la pandemia y, la vida digital, el hervidero de ideas y el revolcón de propuestas inverosímiles y apasionantes se volvieron a superponer a la realidad. La covid-19 no ha parado nada, nada se ha ralentizado, muy al contrario: la punta del iceberg digital es cada vez más visible y ya no hay corporación, país o fondo de inversión que se resista a echarle un ojo a lo que hacen los emprendedores desde cualquier lugar del mundo.

Si a nivel de tecnologías el pódium lo han ocupado el metaverso (presentación de Meta incluida), la computación cuántica y el blockchain, por el lado de los nichos y los verticales, el fintech sigue ocupando un lugar importante en el podio de la innovación y las startups en Europa: todo lo que tiene que ver con las cryptos y los NFT ha sido tendencia. Esto, unido al hecho de que queda aún camino para digitalizar la banca europea hacen del fintech europeo un baluarte de la innovación emergente en Europa.

Lo sostenibilidad, la eficiencia energética y todo lo relacionado con lo green están igualmente de moda: en Europa la inversión va a superar los 300.000 millones de euros y ese es un campo en el que muchas startups y scaleups están poniendo el ojo: todo lo que no sea verde no será.

Pero si hay que dimensionar la relevancia de lo ocurrido en Lisboa deberíamos quedarnos con esta idea: en los próximos cinco años nuestros sistemas de salud habrán sufrido una transformación radical. Las tecnologías están ya listas, maduras de algún modo: telemedicina, biometría, teleasistencia, gestión hospitalaria, etc., si a esto se une el hecho de que la covid ha dejado al descubierto las vergüenzas de nuestros sistemas de salud, blanco y en botella: los inversores andaban como locos buscando reuniones con científicos de todo el mundo que narraban la historia de su primera startup con enorme emoción en la arena de Lisboa.

Todo pasó en Lisboa en tres días. Los secretos de los inversores y el apetito de atracción de inversiones de los gobiernos, la pelea entre las empresas del mundo corporativo por acceder de formas diferentes al talento, la brutal respuesta innovadora de quienes desafían de forma permanente las reglas del juego; la respuesta de la medicina del futuro a las futuras pandemias o la revolución descentralizada de una nueva moneda global digital e indestructible…

Y es una pena pero toca decirlo con contundencia: no estábamos. Si bien es cierto que el ICEX y Red.es montaron una propuesta interesante (un gran stand para encuentros y breves presentaciones), la presencia de startups y scaleups españolas era escasa. Poca presencia regional, pocas aceleradoras y hubs de innovación, quizás estaban los inversores, invisibles, repasando los recovecos de los pasillos, quién sabe.

Y toca decirlo porque se nos acaba el tiempo en nuestras cuitas internas. España es una división permanente, una pelea, querer ser siempre el rey de un reino pequeño, alegrarte de lo mal que le va al de al lado, no contar la verdad, medrar para que los demás no escalen. Es el empobrecimiento permanente del espíritu creativo, el que compite; el palo en la rueda, la burla soterrada. Queremos ser pequeños porque en nuestra pequeñez nadie nos cuestiona pero si no nos lo cuestionamos todo no hay forma de progresar, y sin progreso no hay vida.

Mirabas la luz inmensa, tenue pero oceánica de Lisboa y te preguntabas cómo demonios competir con ellos. Lo tienen muy claro. Atracción de talento, ventanillas fast track y reducción de impuestos… Durante esos mismos días cayó en mis manos un ejemplar del Informe GEM 2020, el que mide de algún modo el efecto de la pandemia en nuestro ecosistema de emprendimiento: miedo al fracaso y emprendimiento por necesidad, terrible cóctel.

No sé, tengo esta sensación y es preocupante: ¿Y si en la España endogámica y divida a la gente le da por esperar a que salgan plazas públicas para colocarse y vivir sin problemas, tranquilamente? ¿Y si el miedo es también algo endógeno y no somos capaces de saltar las barreras y mirar el brillo que hay en otros océanos? Mi sensación es que se nos da muy bien ser la estrella de la fiesta de puertas para dentro, a nivel regional, dopados de fondos públicos, pero si se trata de jugar en campo contrario, ¡ay, amigo!

Fui de pabellón en pabellón, de Rusia a Italia y de allí a Irlanda. Pasé por los alemanes de las fábricas del futuro y por los holandeses de la energía compartida, vi a los británicos del todo es posible aún a pesar del Brexit y tomé café con los franceses de la inteligencia artificial y los 30.000 millones de euros de Macron… Te busqué por toda Lisboa, pero no estabas, España.

*** Fran Estevan es escritor y fundador de LocalEurope.