No, no tienes que preocuparte si no eres feliz en tu trabajo. No pasa nada si los lunes por la mañana no te levantas lleno de energía deseando comerte el mundo. Para nada debes considerarte un bicho raro si los fines de semana disfrutas de tu deporte favorito, de unos vinos en la tasca hasta las mil o de cualquier otra cosa que te aleje de tus días laborales. Si no tienes la tentación de conectarte en todo el fin de semana, ni echas de menos a tus compis de oficina, tranquilo, eres un ser perfectamente normal… Lo que pasa es que la yuxtaposición es tan grande que salir de ese círculo es difícil.

Es difícil, al principio nada es fácil, pero con esfuerzo y tenacidad puedes lograr olvidarte de las sesiones de DJ los jueves por la tarde, del yoga en la oficina, de los almuerzos veganos híbridos (conexión de techlovers de todos los confines del mundo en torno a la logia de Zoom para verse devorar humus con trocitos de zanahoria), o de las sesiones colectivas para buscar soluciones comunes dentro de una comunidad de fans… La superposición entre la vida y el trabajo es tan salvaje, que nos hemos llevado las pocas cosas que nos hacían separarnos de lo que era obligado, al sitio en el que nos obliga a estar nuestra necesidad de ganar dinero.

¡Si es que es una locura! Abres la maquinita de la soberbia de LinkedIn y por doquier aparecen Bitcoinlovers y NFTLovers, amantes de la innovación y de la tecnología, del buen rollito de los coworkings de moda; lovers de sus propios reflejos, del número de likes y de su horda de seguidores e incluso de sus haters (cuando no se ama se presume de). ¡Con lo bonito que era el verbo amar! ¿De qué nos valdrá ahora tras el abuso al que lo hemos sometido? ¿Cómo explicaremos entonces el amor al tiempo libre, a los amigos, a la naturaleza? ¿Qué será lo que sentimos ante la aventura de un viaje o ante el beso furtivo en un pasillo sin tiempo, si ya no podemos llamarlo amor? De todos, el discurso de los lovers es además el más cursi e ingenuo, el más pueril. Los que realmente traspasan esa barrera y aman a los ordenadores que crean bitcoins debieran hacérselo mirar, es grave.

No nos estamos dando cuenta, pero los hilos del mundo se mueven para engullir el sustantivo felicidad. La gente es feliz en el trabajo por encima de todas las cosas. La felicidad se enseña en las escuelas de negocios y en los másteres de emprendimiento: si haces las cosas bien, si emprendes bien, serás feliz. Amarás tanto lo que haces que todo el tiempo querrás estar subido en la noria. Comunicarás tu felicidad en todo momento, involucrando a todos los personajes de tu vida (mascotas incluidas) y sacarás siempre los codos para hacerte un hueco en los muros de la envidia, de la ira, de la codicia. Lo harás esparciendo corazones, a través de selfies sonrientes y restándole importancia al número de seguidores que forman la columnata que sostiene tu vanagloria. No permitirás que nadie sea más feliz que tú porque el mundo es un concurso permanente por ver quien suma más cosas inservibles. Error. Venimos al mundo a probar, no a retarnos de forma permanente en búsqueda de la felicidad con desespero. Todo lo demás es una deriva hacia otra forma de esclavitud, más ligera e imperceptible si se quiere, pero igual de dañina.

A ver, es que no cuela. Te sumerges en el mundo abisal de las redes y ves a gente que se va de viaje a Acapulco, unos fotones de impresión, arenas blancas y cócteles coloridos sobre un fondo de aguas cristalinas y tal; y piensas, "¡Joder cómo mola, mataría por estar ahí ahora!". Pero sigues bajando y descubres a alguien que presume de su control de las cryptos y acto seguido, a un montón de energúmenos que le preguntan al prota que cómo va de espacios de coworking el Caribe, y ya puestos, si el wifi es estable, que sólo preguntan por ver si se van a teletrabajar allí

algunos días, ¡enga! ¿Nos hemos vuelto locos? Yo pensaba que lo normal era sentir: guau, quiero estar ahí ya, qué descanso, vaya playas, el verano que viene sin falta, y mi libro, tan tranquilo, y con la pulserita esa del 'todo incluido', y a la mierda esta tablet y el Trello este y los ránquines de VCs o de influyentes por verticales que suman más caras que el número total de influidos…

No tengas miedo si no eres feliz en tu trabajo. Inténtalo, pero no pierdas tus esencias. Que no te quite el sueño. Si logras juntar emociones y logros personales, crecimiento y buenos compañeros, algún proyecto que te motive de vez en cuando y una armonía esencial con tus quehaceres allende la oficina, ya será mucho. Y además, no se me ocurre mayor facilidad que cerrarle la puerta al viernes, ahí te quedas, y correr desesperado hacia al aburrimiento de un fin de semana sin tantas emociones laborales.

*** Fran Estevan es escritor y fundador de LocalEurope.