En el año 2014, la iniciativa STEP (Solving the E-Waste Problem) acuñó una definición global de lo que son los desechos electrónicos: “Desechos electrónicos es un término que se utiliza para cubrir elementos de todo tipo de equipos eléctricos y electrónicos y sus partes que han sido desechados por el propietario como desechos sin la intención de reutilizarlos."

Dicho de otro modo, cualquier cosa que requiera una batería o un enchufe eléctrico: ordenadores, pantallas, móviles, tabletas, impresoras, neveras, microondas, juguetes para niños… Y otras que no eran tan comunes en 2014, como coches eléctricos, aerogeneradores, placas solares, patinetes y bicicletas eléctricas, drones, juguetes para adultos... Muchas cosas que están por todas las casas y por todas las organizaciones, y de las que no se tiene documentado que se reciclen ni el 20% en el mundo.

Considerando que los equipos eléctricos y electrónicos se han convertido en una parte esencial de nuestra vida y su crecimiento exponencial; tenemos los ingredientes necesarios para crear una avalancha de desechos electrónicos: por una parte todo lo que tiene componentes eléctricos y electrónicos y por otra la gestión inadecuada de los residuos electrónicos.

Es relevante no olvidar que los desechos electrónicos contienen valiosos minerales y materiales tóxicos. Los electrodomésticos de gama blanca, como neveras y aparatos de aire acondicionado, liberan gases nocivos cuando no se eliminan de manera responsable. Pero, al mismo tiempo, en estos dispositivos podemos encontrar metales preciosos (oro, plata, cobre, platino...) y materias primas críticas (cobalto, paladio, indio, antimonio...) y metales no críticos, como el aluminio y el hierro. Lo cual, tal como nos indican en el 'The Global E-waste Monitor 2020', abre múltiples oportunidades para aprovechar el potencial de los desechos electrónicos en una economía circular. Debemos considerar la basura electrónica como una nueva mina, si cambiamos hábitos y diseñamos los dispositivos para facilitar su reciclaje podrían llegar a ser una fuente importante de materia prima en el futuro.

Dado que los desechos tecnológicos son los que crecen más rápido en el mundo, debemos tomar medidas urgentes para minimizar los efectos de esta inevitable avalancha. Estas medidas deben ir encaminadas a solucionar el problema de forma coordinada y deben involucrar a ciudadanos, a empresas y a organismos públicos. Es fundamental reducir, reutilizar y reciclar. Como dijo el conocido emprendedor social y del reciclaje, Eric Lundgren: “Nuestra sociedad está destruyendo baterías utilizables cuando debería estar creando aplicaciones de segunda vida. No deberíamos estar destruyendo baterías que podrían reutilizarse durante otros 10 años.” Lo cual es aplicable a muchos dispositivos y aparatos electrónicos, no sólo a las baterías.

Reutilizar implica, por ejemplo, que amigos o familiares hereden los aparatos que todavía funcionan, o que se oferten en el mercado de segunda mano. Fruto de este principio han nacido startups como la alemana Grover, una plataforma de alquiler de tecnología que busca reducir la cantidad de desechos electrónicos y promover la reutilización de artículos electrónicos a un precio asequible; o iniciativas como la de la ONG Fundación Adelias, que con su campaña '¡Ni un niño sin ordenador!' quieren conseguir a todos los niños que lo necesiten las herramientas necesarias para que puedan empezar el curso al mismo ritmo que los demás.

Seguro que habéis oído lo de "¡Antes de tirar, reciclar!". Y sí, efectivamente, aquí también hay iniciativas interesantes como EWASTE, nacida con la idea de generar una industria que favorezca el cierre del ciclo de residuos. Ellos pusieron en marcha la primera planta de tratamiento de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos de Canarias, considerada una de las más modernas y avanzadas de Europa al alcanzar un porcentaje de descontaminación del 99,8% de los gases de efecto invernadero.