“El problema es que los científicos ven a los robots como puro trabajo”, me dice el investigador español del MIT Media Lab y beca Marie Curie, Eduardo Castelló. Pero, “¿qué sucede si ese robot que vemos sólo como mano de obra es capaz de seguir la misma progresión que la gente que trabajaba en las fábricas de Manchester hace 200 años?”

Es decir, “si es capaz de decir: ‘yo no sólo soy trabajo, quiero entrar en el mundo del capital para mejorar mi trabajo’, qué pasa si un robot quiere ser emprendedor”, añade en la conversación que mantenemos a propósito de su paper 'Cooperación segura y secreta en enjambres de robots', publicado en 'Science Robotics'.

Partamos del hecho de que los robots funcionan con ciclos (loops) de control. Un ciclo básico consiste en llevar a cabo un sensing del ambiente, planificar y tomar una decisión física. Pero “hay un loop de control que no se ha entendido”, me comenta Eduardo Castelló, “qué es lo que pasa cuando un robot es capaz de dar servicios y mejorarse a sí mismo porque es capaz de costearse el siguiente servicio financieramente”.

Se trata de una nueva dimensión de la autonomía de las máquinas. “En una sociedad capitalista el robot es autónomo para seguir haciendo su trabajo y mejorando, porque está diseñado para seguir realizando su función in aeternum, pero parte de la ecuación es que necesita fondos para continuar con el siguiente trabajo”.

Para explorar esta derivada de su investigación, Castelló ideó un experimento consistente en crear una empresa web basada en blockchain llamada IRIDIA Swarm Marketplace (IRIDIA es el nombre del laboratorio de inteligencia artificial de la Universidad Libre de Bruselas y la traducción de ‘swarm’ es ‘enjambre’).

Estaba compuesta por varios robots con los que suelen trabajar los científicos que, mientras permanecían inactivos, ofrecían sus servicios a otros usuarios. Podían contratarse en función del número de máquinas disponibles, el tiempo de contratación, el tipo de datos a conseguir y un precio convenido. Los robots estaban ahí, en resumen, esperando a recibir una misión que ejecutarían a cambio de un pago.

“Hubo quien codificó un plan en un Merkel Tree [un modelo de verificación de información ideado a finales de los 70 que ha resultado clave para el blockchain porque permite relacionar una gran cantidad de datos en un único punto] y se lo dio a los robots”, cuenta el investigador español. Podía tratarse de la creación de un logo para Gihub, de un vídeo o de la captación de datos con utilidad científica. Los robots ejecutaron la tarea y cuando se comprobó que estaba completa, el cliente les abonó 0,01 ethereums.

Es la primera vez que alguien contrata a un grupo de robots para hacer una cosa de manera autónoma, los robots le entregan el trabajo y, a continuación, usan los fondos que perciben para hacer la siguiente tarea”, asegura. Robots con cuenta corriente en el banco que pueden usar para financiar su prestación permanente de servicios, “por supuesto, pagando impuestos”.

Hay dos grandes líneas tecnológicas que salen reforzadas con este experimento. Una es el sistema de validación basado en Merkel Tree, adaptado por el equipo de investigadores que lidera Eduardo Castelló para desplegar de forma segura misiones complejas, incluidas aquellas en las que intervienen enjambres de robots.

Su desarrollo tecnológico es exportable a cualquier ámbito en el que intervienen muchos actores, ya sean humanos o máquinas, que tienen que intercambiar información, sin que ninguno conozca ni el propósito general del sistema ni la identidad del resto de participantes. Cuando los implicados son robots (coches autónomos, componentes automatizados de la industria 4.0, ordenadores…), el sistema Merkel Tree simplemente les da la seguridad de que la información que reciben de otro robot es fiable y actualizan su tarea en función de ella, sin cuestionarse nada más.

La otra gran línea tecnológica que sale reforzada tiene que ver con los modelos de negocio nuevos para la industria de los robots basados en conceptos como la Organización Autónoma Descentralizada (DAO, por sus siglas en inglés). “Un DAO es una organización que se ejecuta a través de reglas codificadas como contratos inteligentes (es decir, un código informático incrustado en una cadena de bloques que controla directamente la transferencia de activos digitales entre partes bajo ciertas condiciones)”, se lee en la parte final del paper de Castelló, en una sección de Materiales Suplementarios que contiene auténticas joyas.

Mucha atención a esto: en estas organizaciones, las máquinas y las personas pueden cooperar sin la necesidad de asumir los roles comerciales tradicionales. “Estas organizaciones autónomas pueden cobrar a los usuarios por los servicios que brindan, con el fin de pagar a otros por los recursos que necesitan”.

Aunque en los últimos años se ha explorado el potencial del mundo DAO en combinación con la robótica, para crear un tipo de entidad descentralizada donde parte de la lógica de control reside en un contrato inteligente mientras que la parte de actuación reside en el mundo físico, todavía no existía un ejemplo en la literatura de una institución que ofreciera servicios de sistemas autónomos a pedido.

En IRIDIA Swarm Marketplace los clientes pueden comprar estos servicios cargando un Merkel Tree con la lista de tareas y pagando el precio con sus propias billeteras criptográficas en ethereum. El contrato inteligente envía la información a los robots para que puedan comenzar a trabajar y posteriormente almacena la prueba criptográfica de que completaron todas las tareas, lo que permite a los clientes confiar en el sistema. Habrá también imágenes y secuencias de vídeo del trabajo final disponibles en la lista de reproducción pública de YouTube de IRIDIA.

La gran cuestión planteada al principio cobra naturaleza totémica una vez conocidos los detalles de esta investigación: ¿será capaz la mano de obra robótica de seguir la misma progresión que la gente que trabajaba en las fábricas de Manchester hace 200 años? De momento, lo que tenemos ante nosotros es la certeza de que los modelos de negocio para el emprendimiento en robótica escapan probablemente a nuestra capacidad de imaginación.