Fiel a la tradición de la administración española de apurar los tiempos hasta el extremo, ésta ha sido una semana importante en lo digital por dos asuntos muy destacados. La publicación de la Carta de Derechos Digitales y el pistoletazo de salida para la carrera por los Next Generation tras el anuncio del PERTE del automóvil.

La Carta no es ley, es manual de ética. En sus 15 páginas está redactada como ley y presentada al más alto nivel por el presidente del Gobierno. Pero como advierte en su texto, no puede tener ese rango. Quizás porque es tan amplia en sus aspiraciones de proteger los derechos fundamentales de la nueva era que más bien sería una Constitución digital.

La realidad siempre deja campar a la paradoja. En la semana de la lucha de poderes entre el Tribunal Constitucional y el Gobierno por los derechos fundamentales vulnerados con el Estado de Alarma, el Ejecutivo crea un cerco superprotector de esos derechos para la era digital. 

Tiene huecos para la discrepancia, como los tiene también la Ley de Startups que les comentamos la semana pasada. Quejas por quedarse corta, por algunas contradicciones y por redactarse más con la visión de la empresa que del ciudadano. No seremos nosotros quienes los ocultemos. Se los ha relatado D+I a lo largo de la semana. Pero al mismo tiempo, es destacable que parta de un bottom up, de un ejercicio reflexivo y consultivo de base como ha ocurrido con la regulación de las startups o las manifestaciones de interés de los Next Generation.

Con sus errores y posibles mejoras, si algo se puede colocar en el lado positivo de este Gobierno, de su Ministerio de Economía y su Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial, es que en el ámbito de lo digital sabe lo que quiere, sigue un orden y está creando pilares muy necesarios.

Un escudo protector

Si quieren no perderse ni un detalle de la Carta de Derechos Digitales les recomiendo la lectura de tres piezas de la semana de D+I: la presentación del presidente del Gobierno con su enfoque en el humanismo tecnológico, la lectura detallada de todo el texto de Alberto Iglesias o el análisis crítico que hacía el jueves Esther Paniagua.

Si les basta con un resumen ligero, quédense con que la Carta de Derechos Digitales orienta, a la vez, en la protección de la identidad y al mismo tiempo del pseudónimo en la red. Aboga por los derechos a la protección del dato, la ciberseguridad o la herencia digital. Ampara a los menores y rechaza el acoso infantil. Abandera la neutralidad de la red, la libertad de expresión, el derecho a una información veraz y a la desconexión. E impulsa la educación y la salud digital.

Si logramos que el mercado tome como referente una Carta moral y que las empresas se obliguen a su cumplimiento, quizás avancemos más que si fuese una estricta ley que precise de un tribunal para su aplicación y cumplimiento. La moral es de aplicación inmediata, la Justicia en este país ya sabemos que además de representarla como ciega también debería tener forma de tortuga.

Este país no está para abrir el melón de reformar su Constitución, pero sí para arropar con músculo ético a la próxima generación económica y social, la Next Generation digital. Es el espíritu de Europa. La cuna de las civilizaciones no será una barra libre digital como China y EEUU.

Mirémosla en su contexto. Esta semana en D+I, Sylvain Duranton (atentos al cargo), Jefe de Etica de Boston Consulting, explicaba que "encontramos más de 60 marcos de trabajo, muy exhaustivos, de la OCDE, ONU, UE, gobiernos, como el de Singapur… Todos explican cuál es el objetivo de una IA responsable y todos cuentan que están haciendo algo diferente. Pero no encontramos un simple papel sobre regulación".

Nuestra Carta es uno de ellos. Se está creando un compendio de orientaciones amplio que va a provocar, según esta consultora, que las multinacionales tomen lo más común a todas ellas como un estándar para sus productos. Es decir, objetivo conseguido si con este tipo de documentos tenemos unos límites de partida que dejarán fuera del mercado a quienes los incumplan. Es la Constitución de la moral digital de nuestra Next Generation.

PERTEs con 'agosticidio'

Las decenas de miles de personas que trabajan por rebañar algún millón de los fondos Next Generation, andan estos días intepretando el PERTE del automóvil, el referente para muchos. A falta de un reglamento que dicte normas, todos quieren conocer alguna pista que oriente la respuesta a la gran pregunta: ¿Cuál va a ser la intensidad de las ayudas públicas?. La parte que tendrán que aportar las empresas y la que llegará como fondos de la UE.

Agosto será un mes de videollamadas con sonido de fondo de olas, gritos de niños con pala en la arena y aroma a tinto de verano de chiringuito. Porque la precipitación de las fechas para la ejecución de los fondos es todo un agosticidio, un trabajo en plenas vacaciones para preparar papeles y reorientar propuestas.

El PERTE del automóvil, el más disputado, es el pistoletazo de salida real de una carrera en la que ya sabemos que iniciamos con gran retraso. De los 24.000 millones de inversión, un 17% lo aportará el Gobierno a través de los fondos europeos y el resto las empresas privadas. Con ellos crearán unos 140.000 empleos. En esa pugna parte con ventaja Cataluña, señalada hace meses con el dedo adjudicatorio del Gobierno. 

Pero nos tememos que habrá pulso político regional. No sólo es prioritario para esa región, en esta piel de toro coexiten 17 factorías del sector y para otras autonomías como País Vasco, Navarra, Extremadura, Galicia, Comunidad Valenciana o Andalucía, también es estratégico darle la vuelta a la producción de automóviles. Fondos hay suficientes, esperemos que sepan distribuirlos.

Antes de iniciar la tramitación real, los anuncios públicos de los proyectos tienen un componente importante de arma de presión, de lobby en los medios. Sólo ciñéndonos a los que ha publicado esta semana D+I, tenemos un amplio abanico de ejemplos. Una carrera por levantar la mano para decir "yo también quiero".

Cataluña añade un centro de I+D+i para evolucionar al automóvil como complemento de su proyecto de gigafactoría de baterías eléctricas. Galicia apuesta por la movilidad 4.0 con startups, fábricas inteligentes y formación. Aragón exhibe una decena de proyectos de e-Health, entre ellos la cirugía a distancia o la sensorización del paciente. León suma a la evolución de su base de ciberseguridad, aspiraciones aeroespaciales con la ESA. Alicante coloca inteligencia artificial y robótica a su juguete, un sector centenario que ya supo transformarse con el paso del metal al plástico. Cantabria crea un superordenador para dar soporte a la inteligencia artificial que impulse su industria tradicional.

En proyectos e ingenio puede que no nos gane nadie. Salgan los que salgan, este ejercicio de bottom up seguro que nos será útil. Pero tenemos un gran problema. Para pasar del power point a la cuenta de resultados hace falta un elemento transformador. Transformador del talento. El reskilling en el que tanto insistimos.

Y aquí nos elevamos de lo local a lo global, como le gusta a D+I para que el lector tenga todo a su disposición, para que veamos las tendencias de los grandes y nos podamos anticipar desde los pequeños. El viernes publicamos la entrevista con el presidente mundial de Salesforce, David Patterson. Es interesante tanto por la trayectoria del personaje como por su explicación de la gestión del CRM. 

Pero miren la visión que tiene la empresa del problema de la formación. Decía Patterson que "hay una escasez crónica de personas con habilidades digitales. No hablo de conocimientos de programación profundos, sino de personas capaces de manipular una aplicación de gestión de datos y software estándar".

Y miren la solución que aplica Salesforce:"Ofrecemos muchos cursos gratuitos para personas que ya puedan estar en los comienzos de su carrera profesional o que quieren reciclarse a mitad de su trayectoria. Yo tengo cuatro hijos, y quiero que la más pequeña de todas -que tiene 15 años- esté completamente certificada en Salesforce para cuando tenga 16. Creo que con el estímulo correcto, los niños podrán ser más empleables. Por eso, este tipo de cursos deberían formar parte de los planes de estudios y también de la formación continua de las empresas".

Moraleja. Añadan a la lista de proyectos de sus empresas tener su propia área de formación, incluso reglada con títulos universitarios no sólo para el reskilling, sino para crear cantera. Será una inversión. Las empresas no van a esperar a que la educación pública cambie ni a que la privada se especialice tanto como para tener un título a medida de cada empresa. Quizás sería inviable económicamente.

Pero partiendo de una titulación básica, las compañías sí se pueden fabricar sus propios perfiles bien definidos, orientar las formaciones hacia sus necesidades de los próximos cinco años. Crear perfiles formados y hasta venderlos a sus proveedores o competidores para generar valor reputacional y comercial. De la misma forma que muchas empresas clásicas están convirtiéndose en vendedores de tecnología a sus competidores, con spin off que han empezado trabajando para ellas, el modelo se puede trasladar a la formación... ¿Y por qué no?

** Rafa Navarro es editor de D+I y CEO de Inndux.