Es que las cosas han cambiado mucho más de lo cabía imaginar. Esta semana, por ejemplo, era curioso deambular por los pabellones vacíos del MWC viendo las pantallas de todas las grandes tecnológicas del mundo abarrotadas de mini iconos de personas conectadas. En el espacio físico no había prácticamente nadie, pero desde la centralidad del MWC las marcas conectaban con todo el mundo para hacer presentaciones, demos, lanzamientos de producto. Los americanos y los asiáticos y los rusos y los dubaitís enganchados a la IA o a la supercomputación cuántica en Barcelona pero desde sus trincheras. ¡Qué gran cambio!

Pero también es real que en el minifundismo creativo de las startups, justo al otro lado del MWC, el 4YFN fue cogiendo fuerza conforme pasaban las horas. Los emprendedores de base, los locos creativos de la nueva economía, necesitan muchos contactos, de corto tiempo, para ampliar la cobertura de sus posibilidades y dar con la tecla en un mundo en el que lo más importante es llamar la atención de inversores y corporaciones.

El escenario es aquí diferente: no vale con un millón de personas observando el lanzamiento de un producto, necesitas ver a un millón de inversores, emprendedores, consumidores y clientes para que tu producto haga chispa y encuentre caminos ignotos, nunca antes recorrido antes. Difícil renunciar a la presencialidad ante semejante hipótesis.

Lo más probable es que los eventos se vuelvan más pequeños, más de nicho, más híbridos, y entonces los gigantes de los macro encuentros tendrán que reinventar de nuevo la realidad. Nos ha pasado a todos en mayor o menor día y les va a tocar a ellos. ¿Y el futuro de las ferias? Veremos. No es lo mismo irse a probar maquillaje que ver cómo la IA adivina el futuro. Al fin y al cabo nos estamos equivocando al buscarle el ángulo a la ecuación: lo importante no será cuánta gente metes en un evento sino cuantos clientes se conectan y qué formatos eligen para según la venta de qué servicios y productos.

También es muy real que los trabajadores ya no querrán volver a trabajar nunca más como lo hicieron. Combinarán días de oficina con jornadas en casa, viajarán y se conectarán desde lugares remotos, harán reuniones multi idioma y multi sede con traducciones automatizadas, usando todo el potencial de la realidad virtual, de la realidad aumentada.

Muchas eficiencias aumentarán pero habrá igualmente una importante pérdida de la magia creativa y eso a nosotros nos va mal. Somos un país de grandes creativos, en mi modesta opinión, y perder el contacto va a mermar la originalidad de nuestras respuestas. El tiempo dirá…

Real es que no podremos salir de esta sino aumentando nuestros ingresos, nuestras horas de trabajo, nuestra capacidad de generar más riqueza; sin embargo, más allá del mantra de la digitalización, que al menos como discurso sí ha calado, no se vislumbran grandes cosas a corto plazo: sí, la tecnología lo va a revolucionar todo pero de momento la principal amenaza somos nosotros mismos como resultado de una pandemia sin precedentes en el mundo hiperconectado.

¿Se invertirán los miles de millones gastados en ladrillo en otras cosas?, ¿se convertirán los centros comerciales, vaciados por el apetito voraz de las plataformas electrónicas, en nuevos centros de trabajo flexible?, ¿se impondrán los valores de la sostenibilidad en el diseño de la nueva arquitectura del mundo? Nadie lo sabe.

Y no hay mayor evidencia de realidad que el hecho de que sigamos tal como éramos. Andamos todos locos por pillar vacaciones, estamos más cansados que nunca, ansiamos una desconexión casi definitiva, depositar nuestros ojos sobre lugares níveos, nunca antes contemplados… Ha sido terrible sobrevivir a lo que nos ha pasado: pensábamos que el mayor de nuestros males era estar aislados pero lo cierto es que hemos sido dominados por la histeria de la conexión permanente, cuando no estamos enganchados al teléfono nos ajustamos las ojeras en la pantalla para hablarle al mundo entero, a todas horas, en todos los continentes, a cualquier empresa o competidor o proveedor o conocido. ¿Cómo ha aumentado el PIB esta conexión de 14, 15, 16 horas al día? ¿Ha valido la pena?

Qué irreal me parece que estemos conformes con esta realidad.

*** Fran Estevan es escritor y fundador de LocalEurope