Parece mentira que en este país nadie se esté tomando realmente en serio lo de las startups y lo de los ecosistemas y el escalado y el talento y la inversión. Ante la mayor crisis económica reciente de nuestro país y después de haber conseguido un cheque de Europa por valor de 140.000 millones de euros, resulta inaudito que colectivamente esto sea mirado como si viésemos un juego de niños.

Si le preguntas a alguien ajeno al mundillo te dice que ese universo es el de los nuevos pijos, de los hijos y de las hijas de los grandes ejecutivos y de los herederos de las medianas fortunas que juegan a ser empresarios y que sólo andan detrás de las rondas para “levantar” (me decía el otro día un alto ejecutivo en el 'WakeUp, Spain' que cómo era posible que nadie lo hubiese cambiado ya, con las connotaciones negativas que tiene aquí en España el vocablo: levantar la pasta, levantarte a la novia y demás levantares tienen dentro el veneno de robar o engañar o sustraer al menos) cuanto más mejor. Son estrellas en las redes sociales, modelos de todas las zapatillas de última moda y expertos en anglicismos…

Qué visión más sesgada, ¿verdad? Yo conozco a muchos que van de tren en tren, enganchados a todo lo conectable, despiertos 16 horas al día, quemados por la incertidumbre, pendientes de un hilo siempre. Diría que la mayoría de los que conozco viven así, dejándose el alma, pues no hay otra forma de hacer volar un sueño.

Eso sí, no seamos maniqueos, se esfuerzan éstos lo mismo que quien abre a las seis de la mañana un bar. Eso de que el emprendedor está sólo y que necesita ayuda y que es muy duro emprender vale igual para los tipos que inventan el algoritmo de la felicidad y se lo venden a Google que para quienes se acuestan cada noche revisando los albaranes y las anotaciones de impagados de su pequeño negocio de barrio. La única diferencia es la posibilidad que tienen los primeros de crecer más rápido gracias al uso intensivo de tecnología y a la capacidad de conectar e hibridar sus negocios con la de tantos otros negocios del mundo.

La ley de startups

En España se aprobará pronto (eso ha defendido recientemente el propio Pedro Sánchez) una ley para centrar la lógica de desarrollo de todos estos temas. Me parece fundamental que se desarrolle un instrumento jurídico para dar cobijo a todos los detalles de un mundo que nos sobrepasa, pero el borrador no me gusta demasiado. Casi el 50% de los preceptos tienen un marcado carácter fiscal, de incentivos, y pienso que hay otros temas que se dejan en los márgenes.

Así, a bote pronto, me gustaría ver un mayor énfasis en los mecanismos de segunda oportunidad (aquí si fallas y cierras tienes que pasar una auténtica travesía en el desierto) y, particularmente, en un mayor desarrollo de la compra pública de innovación: estamos perdiendo una oportunidad enorme para que la ley apueste definitivamente por relacionar a las startups con la digitalización de la administración.

Si de verdad pensamos que hay una inmensa legión de innovadores geniales con ideas y proyectos brillantes para eficientar, digitalizar y mejorar el funcionamiento en su conjunto de las administraciones públicas, ¿por qué no doblamos la apuesta para que la contratación sea más fácil, más accesible para los pequeños?. Por falta de dinero no será (Europa nos obliga a gastar en eso).

Ahora bien, siendo francos, ¿vamos a dejar que éstas ocupen el lugar, aunque sea sólo parcialmente, de las todopoderosas de la tecnología?, ¿existe alguna posibilidad de que se sienten en la mesa de los mayores? No lo veo.

Mientras que la Asociación Española de la Economía Digital (Adigital) o la propia Ametic, ya se han sentado con los mayores para ver cómo se hace esto, a las startups, de representación fragmentada (en España siempre pasa lo mismo con los pequeños: son la suma de la división de las divisiones), se las ve de vez en cuando con el Alto Comisionado y poco más, no están en la pomada… Son cosas de niños, startups de juguete.

Ayer escuché está conversación:

- Mi hermano es el emprendedor de la familia, ha salido raro, jeje, pero para crack el tuyo, ¡Notario!, nada más y nada menos.

- Ya, es un crack. En casa estamos muy contentos.

- A ver, que mi hermano bien, tiene sus empresas y tal, pero eso lo puede hacer cualquiera, pero ¡Notario!...

Y ese es el tema, que aquí, culturalmente, a quienes se dejan la vida y dan empleo y servicio y buscan el más allá de cualquier límite conocido de un negocio cualquiera, se le considera poco menos que peones de la gran partida que juegan a la economía, cosas de niños…

La última cita que guardo de Cornelius Duprée:

Sin leer no aprenderás.

Sin competencia nunca arriesgarás.

Si sólo sigues el camino de los otros nunca podrás adelantarlos.

Lee. Compite. Busca otros caminos.

Serás mejor.

***Fran Estevan es escritor y fundador de LocalEurope.

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