Como saben los habituales de esta columna dominical, cada semana intentamos resumir e hilar la gran cantidad de informaciones disruptoras e innovadoras aparecidas en D+I. Una especie de 'no se pierda lo importante para usted', entre la avalancha de impactos de información que recibimos por múltiples conductos.

Mientras hacía la selección me he dado cuenta de que esas noticias me iban dando respuesta, en unos casos, o justificando las dudas, en otros, de un pequeño empresario que esta semana me pidió apoyo para deshojar su margarita. Tiene la seguridad de que debe hacer una inversión en tecnología que le supone una cantidad importante para su capacidad actual. Está obligado a transformar su negocio, pero se encuentra ante la disyuntiva del tiempo, el dinero y el criterio.

Algo muy común en este momento en muchas empresas. Así que me permitiré describirle y comentar una sucesión de informaciones de los últimos días que espero le sirvan de apoyo para tomar la decisión. Y quizás ayuden a quienes se encuentran en una tesitura parecida.

El empresario en cuestión quiere invertir en inteligencia artificial para automatizar un proceso que le permitiría pasar de un sistema manual a uno casi totalmente robotizado en un área de producción. Un salto que puede convertir su empresa local en un oferente global. La oportunidad es importante. Pero la inversión equivaldría a contratar a seis personas para que lo sigan desarrollando manualmente.

Sin embargo, es consciente de que esas personas nunca llegarían a desarrollar tanto trabajo como si lo automatiza. Y si lo robotiza, podría dar un salto con el que es muy probable que cree más empleos.

Puede hacerlo endeudándose con alto riesgo y pagando de una sola vez la inversión. O puede optar por un as a service, cuotas mensuales a cuatro años con una implantación más lenta. Sus dudas se concentran en estas preguntas.

Tiempo: Si desembolsa la cantidad de golpe, ¿la ventaja de la rapidez se traducirá en más clientes y más ingresos con los que amortizar la inversión?

Dinero: Si opta por las cómodas cuotas, pero en un año aparece un sistema tecnológico más barato, ¿se arruinará desembolsando pagos durante cuatro años por una tecnología obsoleta mientras otros competidores le superan?

Criterio: Y si aplica la inteligencia artificial, ¿los clientes creerán que el producto es mejor o peor que el criterio humano para comprarle?

Intentaremos orientarle con ejemplos en cada área de sus dudas, entre las mejores noticias de la semana.

El tiempo es relativo

El jueves D+I publicaba que la filial española de la constructora alemana MC-Bauchemie y Graphenano van a aplicar nanopartículas de grafeno al hormigón para aumentar sus prestaciones. Al grafeno se le bautizó hace años como el material de Dios por sus múltiples propiedades, entre ellas que puede ser buen conductor de la electricidad. En este campo de la construcción puede aumentar la vida útil del hormigón en edificaciones industriales, dar más resistencia en obra civil y en residencial, así como ser de gran ayuda para los suelos radiantes. 

Pero al mismo tiempo al grafeno se le ha comparado con el aluminio, que pese a sus múltiples prestaciones, tardó muchos años en despegar. ¿Merece la pena investigar e invertir ya en grafeno si no tienes capital de sobra para resistir en la apuesta? Hoy por hoy el grafeno es una apuesta disruptiva, quien acierte en el momento dará en el clavo. Esperar requiere dinero.

El miércoles conocíamos la historia de la startup catalana Nektria, que con inteligencia artificial quiere cambiar las entregas de paquetes en la última milla“El programa no prioriza el número de entregas sino el tiempo que se tardará en realizarlas. Traducimos pedidos en minutos y nuestro software ofrece respuesta en 200 milisegundos", comentan sus impulsores.

En este caso la disrupción está en las prioridades que da el sistema a los repartidores, que se traducen en satisfacción del cliente, a quien le puede importar más el momento que el precio. Si te adelantas y logras que el cliente lo valore, barres a la competencia. Pero nada te garantiza que otro no te supere, porque el cliente es muy probable que elija en función de la cadena de distribución.

El sábado conocíamos cómo tres jóvenes de 24 años han creado Texlenet, una plataforma para unir a toda la cadena de valor del textil, calzado y moda. Marcas, fabricantes, proveedores, profesionales independientes,... Un sector en el que operan desde grandes multinacionales a muchas pymes y microempresas. Quieren que la plataforma sirva para hacer negocios B2B, buscar talento o captar ideas.

La oportunidad del momento aquí es clarísima. El primero que logre ocupar el mercado, con cierta calidad en las prestaciones, será el dueño de esa nueva intermediación que necesita respuesta. Adelantarse en este caso, apostar todo a una, merece la pena.

La prioridad del dinero

En economía ya se sabe que el dinero siempre tiene opciones. Esta semana se ha producido la tradicional rueda de prensa de resultados del presidente de Mercadona, Juan Roig. Muy buenos datos para un año complicado. Pero cada vez son más quienes destacan no sólo las cifras, sino otros conceptos del gigante de la alimentación.

Directa e indirectamente, de Mercadona depende el 4% de los trabajadores en activo en España. Más de 120 fábricas producen la gran mayoría de sus productos para ellos y muchas más son proveedores en otros niveles. El sistema de acuerdos a largo plazo ha permitido que durante muchos años esos fabricantes de Mercadona no se tuviesen que preocupar por el marketing, porque tenían el producto colocado. Destinaban esa cantidad a innovación en producto.

Eso ha generado que en Mercadona haya dos tipos de innovación. La de más eficacia en la producción por la inversión de las fábricas en sus procesos. Y la innovación de prestación al cliente, de la que tiraba la propia cadena con el testeo de productos con el consumidor. Una co-creación con el propio cliente. 

Eso ha permitido, como publicaba D+I el martes, que en 2020 en un año tan difícil, Mercadona ha lanzado 290 nuevos productos gracias a la innovación transversal.

Aquí la lección a aprender es que el dinero invertido en innovación podrá o no quedarse obsoleto no sólo en función de los avances de los demás (que nunca vas a poder evitar). La clave será que tu empresa pueda responder a esos cambios constantes del entorno porque convierta a la innovación en algo sistémico, en permanente.

Otro ejemplo que se nos ocurre trasladarle a nuestro amigo empresario, para que le ayude a decidir sobre cuándo y cómo invertir por el riesgo a la obsolescencia tecnológica, es el del avance en las tuberías de gas e hidrógeno.

Lo publicaba D+I el lunes. Investigadores del instituto tecnológico alemán Fraunhofer crean un sistema para transportar juntos gas e hidrógeno. Han conseguido un método que consigue separar de forma eficiente los dos elementos, se canalizan por la misma vía.

Sin duda, puede ser un sistema que cambie la canalización de estos dos elementos para siempre, ahorrando muchísimos costes y dando el doble de servicio. Aunque la inversión del instituto alemán está en este caso en la investigación, para las empresas que lo compren, sí merece la pena su apuesta con cuotas a largo plazo. Un as a service, porque la disrupción da la impresión que será duradera y perece que muy rentable.

Criterio y credibilidad

El miércoles D+I publicaba unas interesantes conclusiones de un estudio que han desarrollado investigadores de la Universidad de Deusto y de Bikolabs y que indica que los algoritmos pueden manipularnos con gran facilidad. Hicieron creer a 1.300 participantes que un sistema informático estaba indicándoles las mejores opciones a elegir.

El resultado revela que las máquinas pueden hacernos decantar por una u otra opción política o hasta romántica, ya que las personas consideramos que si el criterio viene de un sistema de inteligencia artificial es más objetivo que si es humano.

Hay dudas de si en entornos reales el comportamiento sería realmente así, pero sí podemos deducir que, en este punto de desarrollo de la tecnología, creemos que los algoritmos son más independientes. Luego todo producto que tenga un halo tecnológico podemos intuir que transmitirá más seguridad.

El martes conocíamos que Google quiere ir más allá en el terreno de las pulseras que aconsejan métodos saludables. A través de su Fitbit, sus algoritmos no sólo quieren medir la salud física, sino la mental, el tiempo de descanso y la calidad. Y hasta ayudar a combatir la diabetes.

¿Puede un wearable como éste tener más credibilidad para muchas personas que un médico? ¿Serán más obedientes al algoritmo que a las recetas? Da la impresión que vamos por ese camino.

¿Qué opción elegir?

Por supuesto que hay miles de ejemplos como estos que pueden decantar la decisión de mi amigo el empresario hacia alternativas con muchos matices. Pero si quiero serle útil, al menos deberé mojarme.

De entrada lo que debe hacer es mirar todas las opciones a su alcance. Ahora mismo hay tanta diversidad de precios para soluciones tecnológicas parecidas que claramente el mercado no está autoregulado. Hay mucha oferta y muy dispersa, luego deberá hacer un esfuerzo por conocer a fondo todas las alternativas.

Por otra parte, deberá valorar si es el momento adecuado de lanzar ese producto. Y si lo es y además le permite ganar cuota de mercado rápidamente por ser el primero, quizás merezca la pena arriesgar mucho. 

Otra cuestión es cómo dosifique la inversión. Lo ideal es modularla mientras observas constantemente si otros avances te pueden superar. Ir por partes y externalizar el riesgo al máximo, es decir, pagar un as a service, pero con compromisos temporales acotados. 

Queda claro que nunca vas a poder controlar si otra tecnología en cualquier parte del mundo te supera. Pero sí al menos combatirla si asumes que a partir de ahora la innovación debe ser sistémica en tu empresa. Tienes que destinar una parte constante de tu inversión al cambio permanente. Quizás no puedas evitar que te cuelen un gol, pero sí al menos podrás contrarrestarlo y ganar el partido si te centras en golear al contrario con sucesivos avances.

Y por último, sí parece claro que hoy por hoy, todo lo que tenga un punto de inteligencia artificial en un producto añade criterio y credibilidad ante el cliente.

Conclusión, mi amigo el empresario está ante la difícil situación de todo emprendedor: tomar la decisión final en soledad.  

En estas y otras disyuntivas más complicadas se mueven hoy en día millones de emprendedores, directivos y empleados de todo tipo. Decisiones complejas, trascendentales y quizás obsoletas. Pero de lo que sí puede estar seguro es de que la peor opción es no hacer nada. Si arriesga, al menos, tiene varias opciones. Entre ellas, la de ganar... ¿Y por qué no?

** Rafa Navarro es editor de D+I y CEO de Inndux Digital Group.