En un momento en que lo digital, la tecnología y las circunstancias han diluido los límites entre trabajo y ocio, entre divertimento y consumo; entre oficina y hogar; entre trabajo en la empresa y teletrabajo ubicuo; y todo se ha convertido en un solapamiento, un Melting Pot. Nuestra vida digital, virtual y mental también ha diluido su intersección intelectual con lo que depende de nuestra vida física.

Estos solapamientos están ya todos mediados por máquinas digitales. Y estas máquinas que se supone que son de nuestra propiedad porque las hemos comprado, son ahora un agente invasivo de información, –que nos trae informaciones, –falsas o no–, y datos que buscamos, pero también otras/os que no hemos solicitado, pero que persiguen inundar nuestra atención, y por tanto, 'robar' nuestro tiempo, esto último algo que, desde luego, una vez usado no podremos recuperar.

Las máquinas físicas no solo se desparraman en nuestros espacios físicos alrededor nuestro, sino su contenido también invade nuestros propios espacios intelectuales y culturales. En suma, colonizan nuestro espacio-tiempo mental al que invaden con, o sin, nuestro 'consentimiento informado'. Estas máquinas, que funcionan por todo nuestro espacio vital, incluso en nuestro bolsillo, hacen cada vez más cosas que no hemos pedido que hagan e incluso que no sabemos qué están haciendo, cuando se supone que las adquirimos para que estén a nuestro servicio.

Pensamiento Perezoso, ilustración de Adolfo Plasencia

Pensamiento Perezoso, ilustración de Adolfo Plasencia

Y esto funciona sin tregua, 24 horas al día, siete días a la semana. Durante nuestro trabajo y en nuestra vida privada. Incluso mientras dormimos nos acumulan una cola de contenido que espera entrar en nuestro campo de atención, y está siempre lista esperando nuestro despertar.

La información no solicitada y la 'post-verdad'

La explosión de las redes sociales no solo está afectando al ocio y la comunicación personal, que es para lo que fueron creadas, sino que también al mundo del trabajo, empresas, al comercio global o local; y, al tiempo, a los consumidores y a su vida personal y privada.

Las interfaces del internet social están diseñadas como adictivas según dos principios: que entremos en sus aplicaciones sociales el mayor número de veces por unidad de tiempo; y que permanezcamos cuanto más tiempo mejor con nuestra atención, –por tanto, con nuestro consumo de tiempo–, dedicados a ellas. Las plataformas tienen el instrumental necesario para monetizar eficazmente toda esa actividad global, pero nosotros, no.

Esta es una de las más grandes asimetrías de nuestro tiempo. Eliminadas las separaciones citadas al principio, por su propio 'diseño', casi todo  en lo digital se ha vuelto invasivo gracias al impulso de las actuales formas de uso masivo de las interfaces de redes sociales. Así que vivimos ya con una vida digital totalmente híbrida. La citada eliminación de límites facilita la llegada a nosotros de lo deseado, pero también la invasión de lo no solicitado en las pantallas, que nos acompañan día y noche allá donde vayamos.  Hay una nueva cualidad del software que se ha programado para ser totalmente invasivo y que presente información saltándose los límites de su propia interfaz, superponiéndola a cualquier otra de las que estamos mirando en la pantalla. Son las famosas 'notificaciones' visuales y sonoras que interrumpen e invaden en muchos casos de forma indeseada, prácticamente en tiempo real.

La mezcla de ventanas temporales solapadas o directamente superpuestas entre trabajo y ocio en que vivimos, afecta tanto a nuestro nivel de atención, –que en muchos casos lleva a sucumbir en esa nueva lacra de nuestro tiempo llamada 'procrastinación'–, asi como a reducir nuestra productividad. Las interfaces dominantes están orientadas al consumo voraz .

Cada vez más cuando estamos trabajando, en nuestra pantalla, informaciones que tienen que ver con nuestra vida privada o de ocio, invaden no solo en nuestra interfaz, sino también en nuestro tiempo de atención dentro de la jornada laboral, lo que se traduce en una disminución de la concentración y del cumplimientos de objetivos y plazos laborales. Hay empresas ya muy preocupadas por esto. Y las alternativas de control continuo del empleado que teletrabaja no son tampoco la solución por los problemas que causan.

Otra cosa preocupante es que, lugar de oponerse a lo invasivo, y a su 'robo de tiempo', la inmensa mayoría tanto de usuarios, como medios de comunicación o empresas, en lugar de buscar alternativas, procura adaptarse al actual tipo de uso abusivo por parte de las grandes plataformas cuyas inercias monopolísticas en su dominio del Internet social global las están poniendo en el punto de mira de legisladores y autoridades, tanto en EE.UU. como en Europa.

La cosa ha llegado a tal dimensión que incluso el gobierno chino esta investigando a los gigantes online Alibaba y Ant por esas mismas inercias en el mercado chino. En cambio los usuarios, masivamante dan la bienvenida sin resistencia a estas prácticas tenológicas, como si su advenimiento fuera algo determinista e inevitable cuando no lo es.

Afortunadamente, no todo es así en la tecnología e internet. Hay muchísima información valiosa y positiva en la red. La enorme operación de cooperación científica mundial usando la poderosa herramienta para el bien que es la red, ha dado lugar a una aceleración histórica de las vacunas para el Covid-19. O sitios web como Wikipedia y muchos otros, son ejemplos de información y uso de excelencia en la red una herramienta muy poderosa si se usa para el bien común, y no para lo contrario.

Hay un efecto curioso en los usuarios más furibundos, e incluso los que lo son tanto. Muchos creen saber de tecnología porque la usan constantemente, pero desconocen casi completamente los grandes mecanismos cibernéticos de los que su propio uso forma parte. En eso son unos iletrados e ignoran los efectos sobre la gente que esta inmensa maquinaria. Ignoran incluso lo manipulada que está siendo su propia conducta.

Cuando alguno de ellos te escucha decirle la frase que reitera Michail Bletsas: "Si un servicio que usas en Internet es gratis para ti, es que el producto eres tú", te pone cara de haber oído algo ininteligible. Muchos usuarios contribuyen reenviando masiva e incansablemente información y/o contenidos, no de su propia creación, sino generada por desconocidos, y sobre la que ni siquiera han analizado su procedencia, o su posible falsedad.

Ejercen directamente de 'correveidiles' digitales. Hay investigaciones del MIT sobre las noticias falsas (fake news) que muestran que, en las redes sociales, las falsedades se extienden seis veces más y cuatro veces más rápido que las informaciones verídicas. La información falsa es para las grandes plataformas, incomparablemente, mucho más negocio que la verdadera y por eso, eso titanes digitales promueven y facilitan determinadas formas de Apps y ciertas herramientas digitales en las interfaces, con las que favorecer ese tráfico, que está ligado, indefectiblemente a informaciones propagandísticas y publicitarias intrusivas y falsedades de todo tipo.  

Este Melting Pot comunicacional impulsado hacia el 'robo de atención' y la realimentación continua del tráfico de datos, está afectando grandemente a los estados de opinión, que de forma sostenida son sutilmente re-conducidos algorítmicamente por las nuevas industrias digitales de la atención que van mucho más allá de los mensajes publicitarios.

La vida pública y política e incluso los resultados de elecciones democráticas empiezan a estar inmersos en una 'mix' casi indescifrable de mezcla de noticias falsas y verídicas a las que incluso profesionales de los medios sucumben, sin tiempo para el análisis, igual que los usuarios, sumergidos en la vorágine de información donde prima el mainstream, la corriente principal global de lo interesado y propagandístico.

Y si cree el lector que exagero, puede comprobar que no soy el único preocupado. Adrienne LaFrance editora ejecutiva de la prestigiosa The Atlantic ha publicado un editorial el mes pasado, diciembre de 2020, titulado: Facebook Is a Doomsday Machine (Facebook es una máquina del día del juicio final) en nombre de su publicación, en el que "insta a la humanidad a 'arreglar' la red social" y en el que afirma que "las grandes redes sociales como Facebook, pueden dañar a la sociedad sólo con existir...".

El pensamiento perezoso, más decisivo que la creencia previa

Uno de los motivos señalados por los científicos recientemente es el de que los usuarios caen en el 'Pensamiento perezoso' el conocido máximo enemigo de la toma de decisiones adecuadas y eficaces, según la mayoría de las principales Escuelas de Negocios del Mundo. Un estudio conjunto recientemente publicado en Cognition, por Gordon Pennycooka y David G. Rand, de los Departamentos de economía, psicología y la Escuela de Management de la Universidad de Yale, abordaba esta cuestión y, significativamente, se titula: "Perezoso, no sesgado: La vulnerabilidad a las noticias falsas partidistas se explica mejor por la falta de razonamiento que por el razonamiento motivado".

Los científicos del estudio recuerdan en su publicación que la palabra del año elegida en 2016 por el Diccionario de Oxford fue "post-truth"(post-verdad); que describió como algo que "Relaciona o denota circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes en la formación de la opinión pública, que apelaciones a la emoción y a la creencia personal." Los científicos señalan en su conclusión que "esta es un análisis de un tema creciente en el mundo moderno, y es imperativo que los psicólogos desarrollen una clara comprensión de por qué las personas caen presas de las diversas formas de desinformación con las que ahora parece que estamos inundados a diario".

Señalan que los resultados de su investigación (en un análisis de comportamientos que describen después de realizar dos estudios con 3446 participantes), encontraron evidencias de que el pensamiento analítico juega un papel importante en cómo la gente juzga la exactitud de las noticias falsas. Su conclusión sobre los comportamientos de los usuarios es demoledora: "nuestra evidencia indica que la gente (conectada) 'cae' en las noticias falsas porque no piensan"; pero no porque piensen de manera motivada o protectora de su ideología, –o de su creencia previa– sino porque no usan el pensamiento analítico.

Después los científicos, en un loable gesto; abren una puerta a la esperanza en el final de su conclusión, diciendo: "Lo anterior sugiere que las acciones dirigidas a hacer que el público sea un consumidor más reflexivo de los medios de comunicación pueden ser prometedoras... Irónicamente, la invención de Internet y los medios sociales -que fue el resultado de una gran cantidad de pensamiento analítico- pueden estar ahora exacerbando excesivamente nuestra tendencia a confiar en la intuición." 

Añadiré que este potente estudio intenta analizar la tendencia bastante ilógica al sentido común de usuarios de las redes sociales, incluso gente formada, dé pábulo, o crea en falsedades que circulan por Internet y contribuyan, además, a extenderlas. Hay casos o muy sonados. Pero no entran en el cómo se produce y con qué interfaces acceden esos usuarios a esas verdades o falsedades en la red. Lo dice como si las leyeran en un periódico un libro.

Yo creo que ese 'cómo' acceden y se informan en la red de esas cosas e informaciones, es decisivo, y está sesgado por el propósito y la arquitectura de los algoritmos que hacen funcionar las redes sociales.

Esa arquitectura prima intensificar lo que ya conoces y polariza las creencias previas propias; y debido a la velocidad y magnitud de la dimensión con que llega y circula ante la atención de los usuarios, es imposible debido a la cantidad, la velocidad y el formato y diseño de interfaz que el usuario se detenga a reflexionar ante una información y además pueda hacer una valoración matizada. Los algoritmos de las redes sociales promueven lo contrario; sobre todo en los smartphones en donde de lo que se trata es de ver una imagen en segundos hacer un clic en 'like' y otro en 'reenviar' (en muchos casos a una multitud). Y eso en muy pocos segundos, no hay tiempo para más en medio de un flujo constante y adictivo. Este tipo de interfaz adictiva incentiva la velocidad y penaliza la reflexión sosegada, –es casi lo contrario de lo que sucede leyendo un libro–.

En las redes y el móvil conectado has de ir imperativamente muy deprisa, sin tiempo para reflexionar. La velocidad y la cantidad de la información con la que entras en contacto velozmente cada segundo, impide el pensamiento analítico. Y aunque los científicos hicieron el estudio con miles de usuarios sobre la veracidad de informaciones en relación a noticias falsas sobre las elecciones norteamericanas; sucede lo mismo ya con las de otros lugares; o con las compras en las inmensas tiendas virtuales dotadas de sistemas de recomendación disfrazados de búsquedas.

En ellas, se compra en muchos casos compulsivamente y a toda velocidad, y en un 'click', influenciados y conducidos por el funcionamiento vertiginoso de las interfaces sociales online. A esa velocidad el usuario no puede andarse con sutilezas. No están hechas para que compare, reflexione y decida por sí mismo, sino para lo contrario. Están pensadas para comprar o hacer click en una décima de segundo; igual que para poner un like o reenviar un mensaje (a otro, o a la multitud; – a más tráfico, más money–). Lo mismo con una foto, un meme de autoría ignota, un vídeo, sobre cuya verdad, falsedad o utilidad solo tienes una intuición instantánea o percepción confusa sobre lo verdadero o falso. 

Tiene peligro si se usa como única fuente, aislado en la propia y sutilmente cerrada burbuja de iguales, que hace creer que eso es igual a la inmensa fractal social llena de polución cognitiva. Por ese camino es cómodo y fácil deslizarse inconscientemente hacia pendientes muy polarizadas y conspirativas. Un mecanismo similar al de los algoritmos de aprendizaje reforzado. Pero, además estas interfaces siguen evolucionando siempre apuntando al vulnerable hemisferio emocional, que no al racional.

Y esto sigue; ya se están probando prototipos para tiendas online, creadas con 'agile software '–, en las que podrás comprar simplemente mirando una imagen atractiva un producto con el fervor de un creyente, sin siquiera tener que hacer 'click'. Puro pensamiento perezoso. Espero que alguien ponga cordura y promueva el pensamiento analítico en las leyes y en la educación de humanidades, como antídoto antes de que esto sea el mainstream. Es muy urgente.