La frase del título ha sido durante mucho tiempo suficiente para anunciar algo innovador. Pero cada vez es más difícil inferir esto. Voy a hacer una seria reflexión aprovechando lo visto en este último September Event 2019, precedido por un elegante y mínimal vídeo que contiene en gráficos de animación el exquisito legado del gran diseñador Jonathan Ive, que acaba de abandonar su puesto como responsable de diseño de la compañía. Yo creo que hay señales de que Apple comienza un nuevo ciclo -luego entraré en ello-, tanto desde el punto de vista del papel de la empresa en la evolución tecnológica, como en su significado en el escenario global actual de la tecnología. 

La factura técnica de la keynote de Apple siempre ha sido una garantía. Igual que durante mucho años la emoción y el que ocurriese algo extraordinario. Eso estaba garantizado sobre su escenario y el de cada Conferencia Anual de Desarrolladores (WWWDC). Emoción por la emergencia de algo tecnológico desconocido y extraordinario; una y otra vez, año tras año, persiguiendo cumplir la misión y el sueño de Steve Jobs de “hacer una hendidura en el universo”, tal como decía su personaje en la inolvidable película Piratas de Silicon Valley.

El 10 de septiembre, en cambio, pensé algo distinto, tras el streaming de evento Apple por primera vez emitido también por YouTube (propiedad de Facebook, :-/ ), que 24 horas después ha tenido más de cinco millones de visualizaciones; el vídeo Apple at Work sobre el nuevo iPad, tres millones. Y el vídeo corto Apple Event in a Flash sobre la presentación del iPhone 11 y otras novedades ya cuenta con 12,6 millones de visualizaciones. Este último tiene marcados en su página de YouTube, 83.000 likes y 13.000 unlikes. Todo en las últimas 24 horas. Desde el cortoplacista punto de vista del marketing instantáneo, un gran éxito.

El trono de la tecnología no es el de la innovación

Pero está claro que esta keynote ya no es para enfervorecidos adeptos ni early adopters de Apple, sino para el gran público del consumo global. Si uno lee los titulares sobre el evento hablan de una empresa que, muchos insisten en ello, pugna por “recuperar su trono” en la tecnología. Los titulares se replican en los medios en pocas horas como un meme.

Sin embargo, lo que me parece más relevante no es si Apple recuperará con sus nuevos teléfonos ese trono, sorry, este asunto de la innovación no es un Juego de Tronos, sino si mantendrá o perderá su liderazgo en la innovación, donde aún sigue siendo con sus máquinas, bueno y también con sus teléfonos, una referencia absoluta.

Un significativo subtitular, no se si interesado, decía: "Con el iPhone 11 Pro Max, Apple sigue la estela de Huawei con la triple cámara". Nadie que no fuera comprado por la competencia desleal en los medios osó afirmar que la empresa de la manzana presentaba un nuevo producto al rebufo del de otra compañía. Apple presentó en junio de este año, sin ningún miedo por el precio, su ordenador de sobremesa Apple Mac Pro, que incorpora 28 núcleos de procesador; 1,5 TBytes de RAM y vale 6.000 dólares. En cuanto a portátiles, en las conferencias internacionales de alta tecnología no hay más que mirar cuál usa la inmensa mayoría de los conferenciantes. Con eso está dicho  todo.

¿Arranca Apple un nuevo ciclo?

Tras la marcha de Jonathan Ive, su jefe de diseño y uno de los pilares del espíritu de innovación de la compañía, que materializó como nadie en los productos de la empresa su espíritu innovador encarnado en la perfección formal de sus artefactos y su facilidad de uso, estamos a la espera de cómo se conduce próximamente, siendo hoy la mejor valorada y con mayor liquidez del mundo. La inercia del éxito económico que acompaña a la empresa de la manzana se mantiene ahora mismo, pero su historia de décadas, lean a W. Isaacson, nos demuestra que el éxito comercial no garantiza el estar en la vanguardia de la innovación tecnológica.

Es más, según esa historia, parece que cuando más éxito comercial tienes y más creces, más te alejas de la vanguardia de la innovación. En sus peores tiempos de incertidumbre es cuando Apple demostró que era imbatible como empresa tecnológica más innovadora. Y eso hoy le va a ser más difícil a la empresa de la manzana. Lo primero, porque los detalles ‘novedosos’, (las tres cámaras del iPhone 11 o el chip A13 bionic) pueden salvar las apetencias para consumidores poco exigentes que se han acercado a sus productos por la moda o las apariencias, pero no por la calidad innovadora de su tecnología. Aunque, dicho sea de paso, estos conversos del iPhone estarán como locos de contentos hoy porque que su próximo iPhone 11 Pro Max, que comprarán aunque no tengan para comer, es capaz de hacer slofies (un híbrido de imagen en movimiento, de selfie y time lapse).

Mantenerse en la vanguardia de la innovación tecnológica como frontera del progreso técnico no se consigue con trucos comerciales, modas y apariencias, sino trabajando mucho,  trabajando diferente, y claro, aplicando máximo talento. Tiene que ver con el sentido o el ‘sin sentido’ de un artefacto o una tecnología concreta e incluso con cuestiones tanto de ética como de estética y ergonomía. Y tiene que ver con núcleos conceptuales decisivos y con superar las propias contradicciones de la tecnología.

La auténtica batalla de la innovación es una batalla limpia, alejada de malas prácticas y trucos de magia de comerciantes desaprensivos y de los infames trolls de patentes o de la ingeniería fiscal de elusión de impuestos mediante paraísos fiscales. Y alejada de las malas prácticas de los altos ejecutivos del sector tecnológico sobre los que el propio Tim Cook ha hecho autocrítica diciendo que “últimamente parece que esta industria tecnológica está siendo más conocida en el mundo por la innovación menos noble” y  que las empresas de Silicon Valley adoptan “la creencia de que (en las empresas ) se puede reclamar la confianza, sin aceptar la responsabilidad”. Obviamente, son palabras de un líder tecnológico, eso nadie lo duda, que nos reconcilia con nuestro pensamiento crítico y con lo que de verdad nos hace avanzar. Tras su discurso de junio en Stanford, nos ha reconciliado también con ese espíritu innovador que ha hecho llegar a Apple, a lo que es hoy.

Contra los monopolios tecnológicos

Sin embargo, no todo son buenos discursos. Personas muy cualificadas como Steve Wozniak, el cofundador de Apple con Jobs, tanto de la empresa como de su auténtica filosofía innovadora -si alguien ama profundamente a Apple, es él-, ha publicado en su página oficial, unas declaraciones que hizo a Bloomberg, en las que dice sentirse disgustado por las malas prácticas de los nuevos oligopolios globales de la tecnología en que se han convertido los gigantes de internet, en los que incluye, muy a su pesar, estoy seguro, a Apple.

Wozniak dice lo que piensa sin ninguna traba y declara que los gigantes tecnológicos globales deberían ser “disueltos” y en eso incluye a Apple. “Estoy realmente en contra -explica- de que esas empresas usen sus enormes poderes de manera tan injusta y monopolística, al no abrir el mundo a la competencia igualitaria. Creo que eso está ocurriendo mucho en la gran industria tecnología”.

Insinúa que Apple se ha dejado arrastrar hacia las malas prácticas del sector tecnológico. “Yo desearía que Apple por sí sola se hubiera separado, hace mucho tiempo, en divisiones independientes en lugares lejanos. Eso les hubiera permitido pensar independientemente de la manera en que lo hacía Hewlett Packard cuando yo trabajaba allí”.

Woz piensa que los gigantes globales se han hecho demasiado grandes. Que son una fuerza demasiado poderosa que afecta nuestras vidas y que “nos están quitando opciones”. Pero, al tiempo, no todo va a ser malo, está orgulloso de que Apple: “Por ser capaz de extenderse a tantos servicios diferentes más allá de los ordenadores” y dijo que le encanta Apple Pay porque “es muy fácil” y puede “hacer la vida más fácil, que es por lo que se nos conocía en informática”.

Los nuevos retos de Apple en innovación

Como bien explica Echeverría en su libro El Arte de innovar, no es lo mismo novedad que innovación. Y la innovación no es una moda. Aunque el término está ya literalmente achicharrado por el mal uso que el marketing falaz ha hecho de él, Tim Cook tiene ante sí los retos de la innovación y, por tanto, de nuevo, lo desconocido. Pero la innovación radical está viva y sigue siendo posible. Y, desde luego, será inesperada.

Tras la épocas en que Apple conseguía una y otra vez revolucionar el mundo tecnológico de forma disruptiva y convencernos de que con la tecnología se pueden crear cosas maravillosas, todas las miradas de los apasionados por la innovación tecnológica en el mundo están puestas en Tim.

La empresa, en ese aspecto, hoy aún es respetada. Pero la Apple de la tercera década del siglo XXI va a tener que demostrar, con algo más que mejoras y cámaras en un iPhone, si sigue siendo digna del prestigio innovador conseguido. Las mejoras en el mundo de la tecnología, al ritmo de la ley de Moore, ya son casi obvias. Se las espera. La verdadera innovación trae lo asombroso, pero, sobre todo, reitero, lo inesperado. Lo que los demás no han sido capaces de conseguir. La experiencia también nos muestra que las innovaciones verdaderamente disruptivas no suelen ocurrir en sectores saturados y maduros, como lo es hoy el mercado global de la telefonía móvil. La vanguardia tecnológica hoy ya no está ahí.

Cook, antes del verano, se declaraba enamorado de la realidad aumentada; quizá vaya por ahí el camino de la próxima innovación radical de Apple, si llega a producirse. Sabemos que la compañía de la manzana está trabajando en inteligencia artificial (los algoritmos de machine learning que ayudan en la triple cámara de iPhone 11 dan una pista). Sabemos que Apple está buscando conseguir un coche autónomo ‘estilo Apple’.

Sabemos que la potente I+D de la empresa está trabajando en temas de energía. Pero, no sabemos cuál va a ser el camino hacia la próxima innovación; sobre todo porque por definición va de ser distinta a cualquier otra e inesperada. Que no tengamos idea es buena señal. Aunque si hacemos caso de su discurso de Stanford de junio, y cumple su palabra, dicho camino será dentro de ‘buenas prácticas’ tecnológicas de empresa.

Los retos ante Tim Cook son inmensos y la exigencia máxima, aunque si es también fiel al legado y los consejos del legendario Jobs, que le antecedió en el cargo, la explicación es sencilla. Ese camino a la innovación pasa por el Stay Hungry. Stay Foolish (Mantente hambriento. Mantente enloquecido); y, claro, por ser el rebelde del Think different. Pero esto, avanzado el siglo XXI y para el tamaño actual de Apple, y sin Jony Ive, va a ser mucho más difícil. Por lo conseguido, en cuanto a mí, tiene concedido el beneficio de la duda. La ilusión de que podrían volver a hacer algo grande la conservo, pese a mi posición crítica con Apple que, como Wozniak, también mantengo.