Siempre le llamó la atención el espacio y una serie de televisión acabó por confirmar que Ana Díaz Artiles quería saltar a la luna. Su carrera siempre ha estado ligada al ámbito espacial.

Primero en la francesa Arianespace, más tarde en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) y hoy en la Texas A&M University, esta investigadora canaria, licenciada en Ingeniería Aeronáutica en la Politécnica de Madrid, doctora en aeronáutica y astronáutica, es una de las referentes femeninos de la investigación espacial mundial. 

Un viaje más allá de la Tierra en el que, actualmente, Díaz Artiles está volcada en investigar para la NASA desde cómo mejorar la ergonomía de los trajes de los astronautas o su bienestar mental y emocional en las expediciones, hasta cómo el cuerpo humano reacciona a las alteraciones de la gravedad. 

¿Cómo llega una licenciada en Ingeniería Aeronáutica en la Politécnica de Madrid a trabajar en el prestigioso MIT y, más tarde, en la NASA y la Universidad de Texas?

Paso a paso, teniendo muy claro siempre lo que me gustaba y quería hacer. Tras estudiar ingeniería aeronáutica en Madrid, me fui de Erasmus a Francia y creo que esa decisión me abrió muchas puertas. Comencé a trabajar en Arianespace donde, como ingeniera de operaciones del cohete Ariane 5, primero en París y luego en la Guayana Francesa, llegué a participar en 30 lanzamientos. 

El primer día, realmente, no podía creérmelo. Era mi sueño hecho realidad y pensé que no podría tener un trabajo mejor pero, poco a poco, me di cuenta de que quería cambiar, hacer otras cosas, investigar acerca del ser humano y sus reacciones en esas misiones espaciales y, claro, en Europa era muy complicado porque no se realizaban misiones con personas.

¿De ahí su salto a Estados Unidos?

Sí. Tras algún que otro intento fallido (cuando quiero algo soy muy persistente), logré que me concedieran una beca Fulbright para estudiar un doctorado en el MIT.

Durante mi estancia allí, realicé el doctorado en Aeronáutica y Astronáutica y recibí el Premio NIAC de la NASA por mi investigación para desarrollar el SmartSuit, un traje espacial diseñado especialmente para ir a Marte.

Los trajes espaciales actualmente son una especie de globo presurizado con el que es muy difícil moverse, se producen muchos roces en la piel y problemas en los hombros. SmartSuit se basa en la llamada soft robotics, o robótica blanda, que busca emular en gran medida la forma en que los organismos vivos se mueven y se adaptan a su entorno. Es como un exoesqueleto blando.

Además, también hemos desarrollado una especie de membrana que lo cubre de un material que es capaz de auto regenerarse en caso de rotura o agujeros y que incorpora distintos sensores para ofrecer en todo momento información sobre el traje, posibles fallos, etc.

Otra de sus investigaciones, también para la NASA, trata de analizar cómo la gravedad o, mejor dicho, la falta de ella, afecta al cuerpo humano. 

Este es un tema que interesa especialmente a la NASA ya que se ha comprobado que son muchos los astronautas que sufren problemas, por ejemplo, de visión. También empiezan a ser frecuentes problemas cardiovasculares. Ee hecho, el pasado año saltaron todas las alarmas porque, durante un experimento rutinario en la Estación Espacial Internacional (ISS), al escanear el cuello de uno de los tripulantes se halló un coágulo en su yugular.

Por todo ello, decidí intentar averiguar cómo las distintas gravedades afectan a nuestro organismo. Estamos, por decirlo de algún modo, experimentando con gravedades artificiales para poder mapear todas las variables y ver qué efectos tienen en el cuerpo humano.

¿Le sorprende, entonces, que estemos asistiendo a la explosión del turismo espacial sin tener en cuenta y sin saber apenas nada sobre los efectos que estos 'paseos' orbitales pueden tener en nuestra salud?

La verdad es que sí porque es un tema en el que, claramente, se está aún en pañales. Los astronautas son personas que han entrenado durante años, a los que se chequea constantemente su estado de salud, etc.

No creo que cualquiera pueda ir al espacio sin tener claro cómo va a reaccionar su organismo, porque lo que sí es evidente es que en los seres humanos la micro gravedad puede tener efectos adversos. Por ejemplo, la alteración de la gravedad hace que los fluidos corporales se desplacen hacia la cabeza, lo que disminuye el volumen de sangre circulante y la atrofia cardíaca.

Está claro que si hablamos de estancias de cuatro minutos, no va a pasarles nada pero si son más prolongadas, no se sabe. Tampoco se sabe si puede tener a largo plazo.

¿Quién puede ir? ¿Quién no debería? ¿De qué edad? ¿Con qué condiciones físicas? Creo que es necesario dar respuesta a todo esto antes.

A Svetlana Savistakaya, la primera mujer que protagonizó un paseo espacial, sus compañeros la recibieron en la estación espacial soviética con una de las frases más infames de la historia de la astronáutica: “Tenemos un delantal preparado para ti, Sveta”. Usted no ha viajado al espacio de momento, pero  ¿cómo es ser mujer en el mundo de la ingeniería astronáutica?

Afortunadamente, lo que he vivido yo profesionalmente ha sido bastante paritario, tanto en Arianespace como en el MIT. Incluso ahora, en el Laboratorio de Bioastronáutica y Rendimiento Humano de la Universidad Texas A&M (TAMU), somos tantas mujeres como hombres.

También es cierto que no podemos negar que la presencia de la mujer sigue siendo mucho menor que la del hombre, no sólo en este ámbito sino en casi todos los relacionados con la ciencia, la tecnología o la investigación.

Y es necesario abordar esta realidad y tratar de que cambie. Hay que potenciar mucho más las llamadas materias STEM en las niñas, ofrecerles más referentes femeninos en estos campos.

En ese sentido, por ejemplo, intento aportar mi pequeño grano de arena desde TAMU SWISE (Society of Women for Space Exploration, Sociedad de Mujeres para la Exploración del Espacio).

Se organizan charlas y otros eventos para atraer a más mujeres y miembros de minorías, tanto ingenieros como de otras disciplinas, con acciones también en los propios colegios para, como decía antes, poder dar visibilidad a estas profesiones entre las niñas desde pequeñas.

¿En qué otras investigaciones anda embarcada ahora mismo?

Uno de los riesgos más importantes de las misiones espaciales, sobre todo las futuras, a destinos más lejanos, es la salud mental y conductual de los astronautas. Pasan mucho tiempo aislados, en grupos pequeños, y cualquier conflicto o problema mental, depresión, etc. puede tener consecuencias muy negativas, incluso, en cuanto a capacidad de percepción de la realidad.

Por ello, actualmente estoy desarrollando una investigación para combatir esas circunstancias tan extremas con unos dispositivos de realidad virtual, que no sólo les muestren paisajes o imágenes que les permitan desconectar de algún modo de lo que están viviendo sino también con olores. 

Paralelamente, participo en otra investigación sobre asistentes virtuales para las propias naves espaciales, con los que poder detectar cualquier fallo y buscarle una solución. Tambíen sigo experimentando en cómo afecta la gravedad al ser humano, ahora centrada también en temas de coordinación motora.

Pregunta obligada: ¿Se plantea volver a España? Lo digo por aquello de recuperar tanto talento como el suyo y que, una vez más, tenemos ahora mismo al otro lado del charco.

Ojalá. De verdad, me encantaría. Pero es muy complicado y más en un área como a la que yo me dedico. Pero bueno, crucemos los dedos… Tal vez si se hace realidad la ansiada Agencia Espacial Española podrá ser, quién sabe.

 

Noticias relacionadas