Una llamada a las cuatro de la madrugada le despertaba para comunicarle su candidatura al Premio Princesa de Girona. Lógicamente si tenemos en cuenta que César de la Fuente reside en Pensilvania, donde trabaja en su universidad.

Allí, este biotecnólogo coruñés de 35 años es catedrático y lidera un laboratorio de investigación en el que trabaja para descubrir nuevos antibióticos a través del ordenador.

Un trabajo por el que se hacía con este prestigioso galardón que se suma así a una larga lista de reconocimientos como el Langer Prize, el ACS Kavli Emerging Leader en química o que, en 2019, fuese reconocido por el MIT Technology Review como uno de los innovadores más importantes del mundo.

César de la Fuente destacaba al recibir el Princesa de Girona el valor y trabajo de su equipo, algo esencial en el ámbito de la ciencia. Como también lo es incrementar la inversión pública en I+D y lograr un plan nacional agnóstico en cuanto a cuestiones políticas y a largo plazo porque, como bien explica a D+I, la ciencia es pasión y curiosidad pero también paciencia.

-Ha recibido usted el Premio Fundación Princesa de Girona Investigación Científica 2021 por su investigación para crear antibióticos con ordenadores a partir de moléculas naturales, una línea que no había sido explorado antes en ningún otro centro de investigación del mundo. ¿Cómo surge esta idea? ¿No somos capaces los humanos de descubrir nuevos antibióticos por nosotros mismos?

Pues lo cierto es que desde que se descubrió el primer antibiótico en 1928, la penicilina por parte de Alexander Fleming y más tarde, la época dorada de los antibióticos entre los años 1940 y 1960, los humanos hemos perdido no sé si la inspiración o nuestra habilidad pero no, no estamos logrando descubrir nuevos antibióticos.

Pueden darse muchas razones pero, fundamentalmente, creo que o bien porque ya hemos extraído todo la inspiración que nos ha dado la naturaleza, a lo largo de la evolución creando todas esas moléculas naturales de las que se extraen los antibióticos o bien porque puede que no tengamos las técnicas adecuadas para descubrir cosas nuevas en la naturaleza.

-¿Y qué puede suponer esa carencia de nuevos antibióticos para la sociedad futura?

Estamos ante un problema muy grave; vivimos una pandemia silenciosa, en la que cada día tenemos más bacterias resistentes a todo lo que tenemos actualmente para poder luchar contra ellas.

De hecho, para el año 2050, la proyección actual es que fallecerán 10 millones de personas al año en el mundo como consecuencia de las superbacterias.

Es fue una de las grandes motivaciones de mi investigación pero además hay otra y es que cada vez es más caro producir nuevos medicamentos, ya sean antibióticos o de cualquier otro tipo.

Por dar un dato, el presupuesto actual en EEUU es de más de 1 billón de dólares por medicamento, para llevarlo del laboratorio al hospital o a la farmacia. Esto es más que el presupuesto que tiene la NASA para enviar un cohete a la luna. Es decir, es más caro producir un medicamento que para llevar un cohete a la Luna.

-Es evidente que necesitamos una opción B entonces. ¿Son los ordenadores su respuesta a esta necesidad?

La hipótesis que tenemos en mi laboratorio es que en lugar de depender de la naturaleza para encontrar esos nuevos compuestos antibióticos, hay que pensar de forma diferente y aprovechar el poder computacional que tenemos hoy en día para intentar enseñar a los ordenadores a crear nuevas estructuras que puedan utilizarse para eliminar bacterias, que sean diferentes a los que la evolución ha producido ya y así solventar el problema de salud global que tenemos de la resistencia a los antibióticos.

Si conjugas la capacidad que tenemos hoy en día, gracias a la tecnología, de producir datos de forma masiva y analizarlos, te das cuenta de que los ordenadores pueden ayudarnos a intentar reducir tanto los costes de producir nuevos medicamentos como los plazos que, hoy en día, son de media unos diez años.

-Capacidad computacional pero basándose en algo tan antiguo como la teoría de la evolución de las especies de Darwin. ¿Cómo se combinan estos criterios, a primera vista, tan dispares?

Creemos que la mejor manera de mejorar las moléculas era hacerlo como lo hace la naturaleza: a través de la evolución de Darwin. Así, enseñamos a los ordenadores a ejecutar funciones de mutación, selección y recombinación para acelerar la evolución de las moléculas y que puedan matar a las bacterias de forma efectiva.

Es decir, utilizamos Inteligencia Artificial para evolucionar moléculas en el ordenador utilizando los conceptos de la teoría de Darwin. Con toda esa información, comprimida en un ordenador, en lugar de tener que esperar millones de años, en una escala de tiempo de días a semanas, podemos evolucionar moléculas naturales para convertirlas en un antibiótico mucho mejor.

Y estamos demostrando que funciona, que es posible. Las moléculas que diseñó el ordenador, las sintetizamos después en el laboratorio químicamente y luego las probamos, no solo in vitro sino también en modelos animales de relevancia pre clínica y funcionaron.

Hasta hace tres o cuatro años no existía nada en este campo y es una vía que abre mil oportunidades. Es cierto que estamos aún dando los primeros pasos pero estamos muy ilusionados.

-Ha desarrollado también un test que detecta la covid-19 en tan solo cuatro minutos y por un coste de unos cuatro euros. Definitivamente, ¿la tecnología es el gran aliado del desarrollo científico en su opinión?

Lo cierto es que sí, son un binomio perfecto. El test realmente consiste en un chip que hemos creado, que está hecho de cartón o papel, y que tiene un circuito eléctrico sobre el que el usuario pone una muestra de saliva. Si está contagiado, el virus se une a una proteína, a un receptor que hemos funcionalizado en el chip, y esa información química se transforma en una señal eléctrica que luego podemos detectar.

¿Cómo? Pues a través de un dispositivo que se conecta al teléfono móvil mediante un USB. Simplemente es necesario descargar una app que indica si eres positivo o no.

El objetivo con este test es democratizar el acceso a herramientas de prevención de enfermedades infecciosas, en este caso la covid. Era una de nuestras misiones: producir una tecnología que fuese lo suficientemente barata para que pudiera acceder a ella todo el mundo.

El test de diagnóstico de la covid-19 desarrollado por el biotecnólogo español César de la Fuente.

Hay personas, y lo estamos viendo en la India o Brasil, que no están teniendo el mismo acceso a las vacunas o a las herramientas de diagnóstico que el resto. Basta decir que solo diez países han comprado el 75 % de todas las vacunas que tenemos en el mundo… Hay demasiada desigualdad y los científicos tenemos la responsabilidad, dentro de nuestras posibilidades, de intentar derribar esas barreras.

Esa fue una de nuestras motivaciones al desarrollar el test al igual que el hecho de que fuera rápido para poder realizar testeos de alta frecuencia que permitan prevenir la propagación.

Actualmente, estamos trabajando con la Administración de Medicamentos y Alimentos de los EE.UU, la FDA para su aprobación, nos han pedido más experimentos y estamos trabajando en ello para que pudiera comercializarse lo antes posible.

Este es el primer prototipo, tenemos dos más en diferentes fases de publicación que esperamos poder reportar muy pronto…

-Ciencia y tecnología han sido y siguen siendo esenciales en la crisis tanto sanitaria como económica que estamos viviendo. ¿Cree que son conscientes de ello los gobiernos? ¿Va a suponer esta crisis un antes y un después en el apoyo por parte del Ejecutivo a las acciones de I+D?

Yo confío en nuestra capacidad de aprendizaje como sociedad y como país, en el caso de España. Como señalas, creo que ha quedado más que en evidencia la importancia de la ciencia para sacarnos de una situación de crisis histórica como la que estamos viviendo todavía.

El caso más claro es el de las vacunas, la tecnología de ARN Mensajero para producir vacunas que, por cierto, los pioneros Drew Weissman y Katalin Karikó son también de la Universidad de Pensilvania, es una investigación en la que llevaban trabajando cerca de 15 años.

Eso te dice que la ciencia requiere de paciencia, no atiende al corto plazo, que es lo que típicamente mueve la agenda política

Cualquier país que quiera ser pionero en ciencia hace falta un plan nacional a largo plazo, agnóstico a partidos políticos, eso es fundamental y que de verdad vaya apoyado de una inversión económica.

Sería tremendamente decepcionante, después de lo que estamos viviendo, que no se invirtiera más en I+D.

-Usted es catedrático en la Universidad de Pensilvania y allí tiene su propio equipo de investigación. ¿Cómo ve, desde esa perspectiva, a la universidad española?

La endogamia es la gran endemia del sistema universitario español y hay que erradicarlo. Hay que implantar un sistema meritocrático y facilitar el ecosistema de innovación, que promueva la ilusión por investigar.

Y ahí, de nuevo, la necesidad de invertir más en la universidad española, en los centros de investigación, que en España hay muchos y muy punteros… Sé que no es fácil pero hay que lograrlo, buscar tal vez nuevas fórmulas. Aquí, en EEUU, por ejemplo las universidades tienen oficinas de patentes que, además de ayudarte cuando estás investigando y logrando nuevos desarrollos, revierten económicamente en la propia universidad.

El laboratorio en que trabaja César de la Fuente.

Hay que buscar nuevas vías pero, sin duda, hay que potenciar más la investigación en España y, el primer paso, es empezar por impulsarla en la universidad.

-Se graduó en la primera promoción de biotecnólogos de la Universidad de León en 2009. De ahí saltó a Vancouver (Canadá), después al Instituto Tecnológico de Massachusetts, el MIT y desde 2019 investiga en la Universidad de Pensilvania. ¿No es posible ser investigador y vivir de ello en España? ¿Por eso se fue?

Buena pregunta. No lo sé. Realmente yo me fuí porque quería seguir aprendiendo, mejorar mi inglés, enfrentándome a nuevos desafíos…

La cuestión es si yo habría tenido estas opciones en España, trabajar en un centro puntero, con mentores de primer nivel, accediendo a investigaciones como esta… Si hubiera habido un MIT en España, a lo mejor no me habría ido pero no lo había.

-Entiendo entonces que lo de volver a nuestro país, al menos de momento, no entra en sus planes…

Voy a ir en breve, concretamente el mes que viene, a ver a mi familia, que ya hace un año y medio que no nos vemos… Sí, es cierto que será solo una visita, de momento. Un viaje de ida y vuelta. Ahora mismo estoy bien aquí, con mi equipo, con mi pareja y, sobre todo, con la investigación que estoy realizando. En un futuro no se sabe, todo puede cambiar.

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