El secretario general de la ONU, Antonio Gutierres, anunció hace unas semanas que el español Jaime Gómez, ingeniero, hidrogeólogo y experto en sistemas de acuíferos, había sido galardonado con el Prince Sultan bin Abdulaziz International Prize for Water (Premio PSIPW, que se ha dado en llamar el 'Premio Nobel del Agua'). Un premio que le fue entregado el pasado 22 de marzo, Día Mundial del Agua 2021, en la sede central de Naciones Unidas. 

Jaime Gómez es ingeniero de Caminos e hidrogeólogo, doctor por la Universidad de Stanford y catedrático de Ingeniería Hidráulica en la Escuela de Ingeniería de Caminos de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV). Es investigador y responsable del grupo de Hidrogeología del Instituto de Ingeniería del Agua y Medio Ambiente de la UPV, en cuya sede nos hemos reunido para conversar sobre la importancia del agua dulce en el Planeta, tanto para personas como para sociedades y empresas.

Este investigador ha recibido el reconocimiento a nivel mundial por sus investigaciones en sistemas de acuíferos y agua subterránea, algo poco conocido. "Damos por seguro que al abrir el grifo tendremos agua, pero –apunta este científico– no en todos los lugares es así. De los 7.800 millones de personas que habitamos el Planeta hay 2.200 millones, casi un tercio, sin acceso a agua potable. Es un problema grave y deberíamos tenerlo más en cuenta."

El cambio climático avanza, pero los malos usos también. En Fuentecantos (Soria) llevan tres años sin agua potable, contaminada por alto contenido de nitratos. Lo mismo pasa en Alamedilla (Granada) desde hace un año: su agua corriente no es potable porque sus niveles de nitratos superan el límite de 50 miligramos por litro recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). En este último caso, el ayuntamiento reparte dos veces a la semana 14 litros por persona –dos litros para cada día–.

A nivel global, aumentan los 'refugiados climáticos', término que ACNUR no acepta ya que actúa específicamente auxiliando a “personas desplazadas en el contexto de desastres y cambio climático”. Todo esto "tiene que ver con que el agua es un elemento que puede generar conflictos entre comunidades e incluso naciones. A veces, por escasez, pero otras por dificultades para acceder al recurso, no tener capacidad de construir pozos adecuados o no disponer de bombas de extracción con potencia suficiente", señala Gómez-Hernández.

El agua: vital para la industria turística

¿Es exagerado decir que la industria del turismo no podría subsistir en lugares como Alicante o la zona de Benidorm si se agotasen los acuíferos? –le pregunto–. El científico explica que "Alicante es uno de los sitios donde se demostró por primera vez la importancia de utilizar los acuíferos como embalses alternativos a los pantanos superficiales. Se trataba, precisamente, de intentar paliar la escasez de agua en verano en la comarca de La Marina Alta y baja, desde Denia a Benidorm".

Allí se organizó uno de los proyectos piloto de uso conjunto de aguas superficiales y acuíferos aprovechando las fuentes del Algar y el Embalse de Guadalest. Lo que se pretende es almacenar agua en invierno y usarla en verano para abastecer a la población de esa zona con industria intensiva de turismo. Los cálculos para planificar las reservas se hacen mediante estudios geológicos, analizando el tipo de rocas y como están configuradas en los distintos lugares.

"Al final esas aguas no dejan de ser un embalse y se comporta como tal. Si tú extraes más agua de la que se recarga debido a las lluvias durante el año, al final, acabarás agotándola. En estos grandes embalses subterráneos se mueve por gravedad buscando un punto de desagüe. Muchas veces emerge en los ríos, que llevan agua también en verano cuando no llueve, porque la reciben de estos grandes embalses ocultos, que son los acuíferos del interior de la tierra. El tiempo de viaje de esa agua es más lento, pero este es el mecanismo. Desde hace ya tiempo existe el Plan Nacional de Investigación de Aguas Subterráneas (PIAS), con cartografías de todos los acuíferos que existen en nuestro país", describe.                                   

Jaime Gómez lidera un proyecto transnacional de gestión sostenible de aguas subterráneas de distintas geografías mediterráneas con síntomas de estrés hídrico. La intrusión salina en acuíferos costeros, la contaminación con nitratos y la sobreexplotación son los tres problemas principales y comunes. El citado proyecto incluye, a su vez, varios proyectos piloto.

Uno de ellos es un acuífero pequeño de explotación urbana y minera, que ha de protegerse frente a la contaminación potencial de las labores mineras; otro, el acuífero de Requena-Utiel en España, con un problema de sobreexplotación desde la autorización de puesta en regadío de cultivos de vid; y el de Korba (Túnez), costero con presión turística estacional con problemas de intrusión salina y contaminación por nitratos.

Entre los proyectos también figura el acuífero costero de Tympaki en la isla de Creta (Grecia), con una problemática similar; y por último, el de Konya (Turquía), en una cuenca endorreica (área cuya agua no tiene salida fluvial hacia el océano, como ocurre en la laguna de Gallocanta, en Aragón), con graves problemas de salinidad. 

Los negocios del vino y el agua subterránea

Respecto a la zona Utiel-Requena, donde hay un nuevo y pujante sector de bodegas y empresas vinícolas, su proyecto intenta averiguar cómo esa riqueza que dan la producción y los negocios del vino podría ser sostenible en el tiempo. "Lo que buscamos articular es la gestión sostenible de los acuíferos. Hemos visto que, en este caso, el nivel de los pozos viene disminuyendo de manera progresiva y constante desde que se puso en regadío el viñedo en Requena y Utiel", describe García.

Anteriormente el viñedo era de secano y no necesitaba regadío adicional más allá del que cayera con la lluvia. Las extracciones eran puntuales o para la necesidad urbana. Ahora, han aumentado y el acuífero se está vaciando y no se recarga lo suficiente para mantener la reserva. "La ventaja que tenemos es que se dio ese mismo caso en la Mancha Oriental, cuando se descubrió un gran acuífero en el subsuelo debajo de la provincia de Albacete. Se empezó a explotar generando descensos que han costado mucho frenar", detalla.

Un problema que había era saber cuánta agua se estaba extrayendo y quién hacía las extracciones mediante pozos. Frente a eso, se optó por utilizar detección por satélite, ya que con las nuevas herramientas se puede saber en qué punto está la curva de crecimiento, por ejemplo, de los cereales –en el caso de la Mancha–, y qué necesidades de agua tienen.

"Analizando esas imágenes, sabemos qué cantidad es necesaria aportar a los cultivos. Hasta tal punto es precisa esta nueva técnica que, cuando se utilizó por primera vez, los agricultores se quejaron porque creían que las observaciones del satélite no eran de fiar y llevaron a juicio su uso. Y después, hasta el Tribunal Supremo ha dado el visto bueno a las mediciones derivadas del análisis de las imágenes por satélite del agua que se extrae. Hoy en día, en la Mancha oriental se sabe qué cantidad de agua se está extrayendo del acuífero por los métodos de procesado de estas imágenes."

Y continúa explicando la solución: "Promover que en las asociaciones de usuarios se generalizase la concienciación del valor y los límites de ese recurso, permitió actuar en consecuencia. Hoy vemos cómo sus niveles están recuperándose y ahora lo estamos aplicando en la zona del acuífero Requena-Utiel". 

Los usuarios de riego, junto con la Confederación Hidrográfica del Júcar e investigadores como nosotros, colaboramos para proponer reglas de gestión mediante las que, sin dejar de dar agua a esas viñas durante muchos años, poder articular una gestión sostenible sin que el acuífero se vacíe o agote. Hay que usar el aprendizaje de estas experiencias. Las industrias y las empresas también deberán pasar a modos sostenibles ineludiblemente y cuanto antes."

Innovar en el sector primario

La actual pandemia ha puesto en valor la importancia del sector primario y su economía. Es uno de los pocos que ha mantenido su dinamismo. Ello, unido a las consecuencias cada vez más evidente del cambio climático, obliga a que sus prácticas sean de verdad sostenibles.

Ya hay conciencia sobre usar menos plásticos y más cartón reciclado. Sin embargo, no la hay en relación con la huella hídrica en las empresas. Hay ejemplos industriales contundentes que se suelen ignorar. Manufacturar en algodón consume 10.000 litros de agua por kilo. Eso significa que fabricar un pantalón vaquero de 800 gramos necesita un gasto de 8.000 litros; y una camiseta de algodón de 250 gramos, 2.500 litros de agua. Hay intentos de disminuir esas tasas, como el de la empresa valenciana Jeanología que ha conseguido reducir esas magnitudes en un 90% usando tecnologías como el láser u ozono para conseguir el aspecto del 'lavado a la piedra'.

¿En general –le pregunto a Gómez–, en las empresas existe conciencia sobre la importancia de disminuir la 'huella hídrica' en sus actividades?. "Tanto el ahorro y reciclado de agua de industrias como de ciudadanos es importante, pero –matiza Gómez– los grandes volúmenes de agua dulce se mueven en la agricultura. Así que lo primero sería enfocarnos en el uso eficiente en este sector y en eso estamos".

Advierte que las asociaciones de usuarios de riego agrícola deben sentarse y decidir cuál es el tipo de cultivo más adecuado al recurso disponible, si tienen que rotarlos o anticiparlo porque así necesitará menos agua, etc. "Ya se están utilizando técnicas interesantísimas vía satélite para medir estado y crecimiento de las plantas que permiten conocer con mucha exactitud qué cantidad de agua o abono necesitan en cada momento". 

Lo que se llama ahora 'agricultura de precisión'. "Eso se está haciendo ya con éxito, en la zona que he citado de la Mancha oriental. Los grandes agricultores y las asociaciones de usuarios ya disponen de estas técnicas para optimizar los cultivos en relación con el ahorro de agua y a la producción. Tienen en sus ordenadores un control diario de cómo está evolucionando la planta, qué necesidades hídricas tienen y, eso, redunda en una gestión mucho más eficiente del agua."

Migración climática de empresas

Las empresas han de considerar con vistas a su futuro nuevos factores debido a la aceleración del cambio climático. Deben ir hacia la descarbonización (reducción de emisiones de carbono, sobre todo de dióxido de carbono), y eso incluye el uso que hacen de la informática cuyo actual crecimiento ya se ha visto que no es sostenible. Pero también a otros factores. Algunos de ellos tienen que ver con el gasto hídrico.

"Cada producto que se fabrica o usa, y cada servicio que las empresas proporcionan, tiene una 'huella hídrica' en el sentido de contabilizar el agua que es necesaria para su producción. Pero se pueden detectar situaciones paradójicas en las que se están desarrollando cultivos o fabricando productos que tienen una 'huella hídrica' demasiado alta para la ubicación en donde están las empresas desarrollando su actividad", señala Gómez.

En este sentido, se podrían producir desplazamientos de compañías cuya razón sea equivalente a la que obliga a los 'refugiados climáticos' a irse a otros lugares donde poder salir adelante. Una especie de 'migración climática'. Sobre este asunto, el científico considera que "si una empresa está situada en una zona muy seca o desértica, igual no le conviene dedicarse a producir algo que requiere una huella hídrica demasiado alta. Así que puede ser que le interese desplazarse a otros lugares. Eso va a ocurrir cada vez más".

"De hecho –continúa–, ya podemos leer publicaciones científicas en las que se ven estos movimientos geográficos de 'agua virtual'. Es decir, cuando se produce algo en un sitio e induce consumo de agua en otro, que es el lugar de consumo final. Las transacciones de 'agua virtual' están entrando en la agenda de los gobiernos. Ya hay países que ahorran recursos hídricos importando productos que requieren de una gran cantidad de agua para su producción. Un ejemplo es México, que importa maíz y de esa manera se ahorra los más de 3.000 hectómetros cúbicos de agua al año –que es una cantidad enorme (12.000 millones de metros cúbicos son como 12 embalses de Alarcón)– que necesitaría si quisiera cultivarlos domésticamente."

Probablemente, eso podría tener mucho que ver con una 'Bolsa de futuros del Agua', como la que el pasado 7 de diciembre comenzó a cotizar en Wall Street con el agua de California, basándose en el índice Nasdaq Veles California Water (NQH2O) creado en 2018. O como el que cotiza en el Chicago Mercantile Exchange (CME), el mercado de derivados más grande del mundo.

Pero si el agua es un bien público, debería ser tratado como tal, ¿no es así? –le pregunto–. "Eso va a depender de los países y de hasta qué punto se liberalice el uso el consumo del agua –señala el científico–. Considerarla como un bien público es lo que estamos intentando en países menos mercantilistas que EE.UU".

La UE tiene la directiva Marco del Agua en la que se ha establecido cómo se debe usar el agua y cuál debe ser su estado cuantitativo y cualitativo en todos sus países. "Este tratamiento forma parte de una cultura que defiende que este elemento debe ser de dominio público y gestionada por las Administraciones. Yo creo que, hoy por hoy, no va a haber un mercado de futuros del agua en Europa", afirma Gómez.

"De todas maneras, hay que intentar revertir su coste. Lo que ocurre es que lo que paga el usuario, tanto ciudadanos como empresas, siempre está muy por debajo de lo que ha costado toda la infraestructura para adquirirla, distribuirla, etc. Al final, por la dirección y la velocidad del cambio climático, vamos a tener que acabar pagando el verdadero coste del agua, que es lo que está ocurriendo ya en algunas zonas de EE.UU. El mercado de futuros del agua está relacionado con ello", concluye.

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