La movilidad está inmersa en una etapa de transición. Sostenible, compartida y autónoma son calificativos que definen los cambios que está experimentando, y experimentará en el futuro. Inteligente también. Estos adjetivos suelen asociarse al modo en el que está evolucionando el uso del vehículo, particular o no, para los desplazamientos. Una necesidad que acompaña al desarrollo de las sociedades desde hace siglos.

En un mundo altamente digitalizado, en esta ecuación ahora también entran otros dos elementos: las infraestructuras y la conectividad. Sin ellas, no habrá revolución. Porque las carreteras deberán contar con características que se adapten a las nuevas tipologías vehículos y que los integren de forma segura y eficiente.

En España, hoy, apenas un 20% de los coches está conectado, según un estudio publicado a principios de marzo por la Asociación Nacional de Vendedores de Vehículos a Motor, Reparación y Recambios (GANVAM).

Las previsiones muestran que en poco más de cuatro años, el 35% del parque automovilístico contará con esta característica y en 2030 alrededor del 40%. En esa fecha, los autores del informe estiman que el 100% de los coches en circulación con menos de cinco años estará conectado. Para entonces, la red de carreteras debería estar preparada.

En ello ya están trabajando desde Movilidad 2030, un plan liderado por la compañía española Indra. “El objetivo es contribuir a definir la movilidad del futuro, dando respuesta a la situación que nos encontraremos dentro de nueve años. Por eso vamos a trabajar en soluciones para las cuatro principales tendencias que tenemos identificadas: compartida, conectada, eléctrica y automatizada”, expone Mauro Gil, coordinador del proyecto, en conversación con D+I.

Infraestructuras ‘vivas’

El proyecto, con una duración de tres años, está dando ahora sus pasos iniciales. En una primera fase, se está realizando la toma de requisitos, definiciones y refinado de casos de uso y servicios a implementar; y en la segunda, que finalizará en 2023, se procederá a la validación y evaluación. “El objetivo es aprobar tecnología muy incipiente para ver si en el futuro se puede llevar a entornos reales”, especifica Gil.

Uno de los pilares del proyecto es el desarrollo de la plataforma In-Mova Space. “A partir de esta tenemos que ser capaces de recibir información de los vehículos y también enviársela para tomar decisiones en tiempo real, así la red de carreteras funcionará de manera orquestada”, describe el coordinador del proyecto.

Gil concreta aún más: “Lo que planteamos es dar solución a la situación que nos vamos a encontrar en unos años: la circulación de vehículos con distintos niveles de automatización”.

Además de desarrollar soluciones para el propio coche conectado, también están estudiando de qué manera se puede realizar una gestión conjunta con los sistemas de tráfico tradicionales, para aquellos automóviles que no dispongan de las tecnologías más avanzadas.

Planteamos es dar solución a la situación que nos vamos a encontrar en unos años: la circulación de vehículos con distintos niveles de automatización.

Entre las líneas de investigación en las que participará Indra se encuentran la tecnología inteligente de tráfico (ITS), que permitirá la convivencia segura de vehículos conectados y no conectados; así como los sistemas cooperativos de transporte (C-ITS), que facilitan la comunicación con el vehículo conectado y autónomo, y la gestión de la infraestructura. 

La compañía también desarrollará nuevos sistemas de predicción del estado del tráfico, basados en técnicas de deep learning, que incluyan, además, al propio coche como una fuente de información adicional.

Igualmente, utilizará inteligencia artificial y sistemas LIDAR (Laser Imaging Detection and Ranging) para la caracterización de vehículos. “Queremos ver si desde la infraestructura es posible comprobar que un vehículo autónomo está realizando alguna maniobra que comprometa la seguridad en la carretera, bien porque haya sido hackeado, o bien porque los sensores no están bien calibrados”.

Otra de las patas del proyecto es la gestión de control de accesos para poner en funcionamiento políticas de movilidad. “Se trataría de desplegar tecnología para que en las ciudades con restricciones a la circulación se apliquen políticas más justas y, por ejemplo, valorar no solo la etiqueta del vehículo, también su nivel de ocupación o la huella ecológica de cada pasajero”, apunta Gil 

Universidad y empresa privada

La investigación tiene en este proyecto de I+D+i un peso significativo. Requisito imprescindible para que cuente con una financiación de 9 millones de euros del programa Misiones Ciencia e Innovación del CDTI (Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial). Por eso las validaciones se van a realizar en entornos controlados, como las instalaciones que tiene Indra en San Fernando (Madrid) "donde contamos con un pórtico de pruebas, una vía de peaje, un ecosistema conectado con tecnología V2X, etc.".

En el proyecto participan equipos de diez universidades que aportan su conocimiento en distintas áreas. Por ejemplo, la aplicación de tecnología bluetooth para los controles de acceso en la que trabajan en la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT), o la investigación de antenas RSU (Road Suit Unit) de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM).

Todas las líneas de desarrollo del proyecto servirán de herramienta para contribuir a los Objetivos de Desarrollo Sostenible y que sea la sociedad, el usuario final, quien se beneficie de los resultados.

Todos ellos trabajan mano a mano con las empresas del consorcio que, además de la propia Indra, está formado por Sacyr, Iberdrola, Ficosa, Wall Box Chargers y Disid Corporation. La aportación de cada una de estas compañías privadas está relacionada con el ámbito del mercado en el que son especialistas.

Ficosa contribuye, por un lado, con el desarrollo de sistemas avanzados de asistencia a la conducción (ADAS, por sus siglas en inglés); y, por otro, al diseño de antenas para poder recibir información de las infraestructuras. En el caso de Sacyr, colabora con el diseño de sistemas avanzados de sensorización para caracterizar el tráfico que ayudarán, por ejemplo, a la detección de kamikazes.

Disid Corporation colabora con el diseño de la arquitectura que se va a incorporar a la plataforma In-Mova Space para la ingesta masiva de datos que proporcionarán los coches conectados. “De esta forma, podremos contar con una infraestructura que sea capaz de adaptarse a los requerimientos futuros”, explica Mauro Gil.

Wallbox, por su parte, participa con el diseño de un sistema de carga inductiva para vehículos eléctricos privados. Iberdrola aporta soluciones para mejorar la autonomía del vehículo eléctrico, como un planificador que ayuda a recalcular la ruta para llegar a tiempo hasta un punto de recarga si surge algún imprevisto.

“Todas las líneas de desarrollo del proyecto también servirán de herramienta para contribuir a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU y que sea la sociedad, el usuario final, quien se beneficie de los resultados”, añade Gil. De hecho, entre los indicadores cuantitativos que medirán el éxito del Movilidad 2030, se establecen metas concretas como reducir en un 15% los tiempos de viaje o mejorar un 8% la eficiencia de los vehículos.

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