Javier Arnau Noelia Hernández

Julia [nombre ficticio] está sentada en una sala de espera y mueve su pierna derecha a una velocidad exagerada. Está nerviosa, se juega mucho en esta entrevista de trabajo.

Mientras aguarda a que la llamen, recuerda cómo había pasado años esforzándose frente a una cantidad ingente de apuntes y fórmulas indescifrables para casi cualquier mortal. Superado ese primer obstáculo, saltó al mundo laboral y aterrizó en una empresa de telecomunicaciones, donde acabó manejando esas mismas fórmulas como si comiera pipas.

Ganó confianza, estabilidad, cierta posición. Se casó, tuvo un hijo e hizo planes de futuro. Hasta que todo se torció.

Ahora, nerviosa en esta sala de espera, se pregunta quién en aquella empresa decidió que después de su excedencia su perfil ya no era adecuado para el trabajo que había estado desempeñando durante los últimos años.

Ahora se lo cuestiona todo y ya no hay rastro de aquella confianza. Mira a su alrededor y ve a otros nueve aspirantes al puesto: siete hombres y dos mujeres. Ellas también mueven su pierna derecha a una velocidad exagerada.

La historia de Julia es una invención. Pero no por ello menos verosímil. Según el ‘Libro Blanco de las mujeres en el ámbito tecnológico’, en Europa solo el 30% de los empleos en este sector  están ocupados por mujeres, un porcentaje que en España se reduce al 15,6%.

La brecha de género es indiscutible. Las causas educativas –porcentaje de mujeres respecto a hombres en determinadas carreras– son cuantificables. Las más preocupantes son las que no se ven, como la que sufre la protagonista de nuestra historia.

Ángela Pérez, estudiante de 1º de ESO de Nules (Castellón).

Harta de darle vueltas a su pasado, Julia decide recuperar cierto optimismo antes de la entrevista. Recuerda que hace unos días conoció a Ángela Pérez,  una chica tímida de 13 años que vive en Nules, un pueblo costero de la provincia de Castellón. Acaba de terminar el colegio y ha pasado al instituto. Le explica que quiere ser periodista.

—¿Periodista? —le pregunta extrañada Julia—. ¿Ningún interés por la ciencia o la tecnología?

—Bueno, la biología no se me da mal… Pero quiero ser periodista —insiste Ángela.

“El otro día tuvimos un debate en clase sobre el papel de la mujer en la época romana… ¡Y no se les dejaba hacer nada!”, explica Ángela. Se sorprende porque cree que “ahora las generaciones jóvenes estamos más concienciadas, respecto a lo que pasaba en aquella época o incluso lo que ocurría en otras más cercanas”.

El tema le interesa y se olvida de su timidez por un momento. Julia la escucha casi sin parpadear cuando, casi sin venir a cuento, suelta una frase tan simple como certera: “Ante una situación de desigualdad que me pudiera encontrar solo le haría una pregunta al hombre que quisiera perjudicarme: ‘¿qué pensarías si esto te lo estuvieran haciendo a ti’?”.

Los pensamientos de Julia le llevan a Tatiana Serrano, una estudiante de 18 años del primer curso de Ingeniería Aeroespacial en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Aeronáutica y del Espacio de la Universidad Politécnica (UPM) de Madrid, a la que conoció en una charla.

Tatiana Serrano es estudiante de primer curso de Ingeniería Aeroespacial en la Universidad Politécnica de Madrid.

Esta universidad dispone de un Plan de Igualdad de Género, que incluye la existencia en cada uno de sus centros de una persona responsable de vigilar el cumplimiento de las medidas y de la política de género establecidas por la institución.

Sin embargo, en carreras técnicas como la de Tatiana, la brecha es inmensa y sigue siendo difícil subsanarla. Sólo el 25,3% de estudiantes son mujeres, casi diez puntos por debajo de la media de todas las carreras de esta universidad.

 “Nadie tiene que juzgar a qué dedicas tu esfuerzo y, si quieres cosechar algo para ti, no puedes dejar que eso te afecte”, explica esta universitaria. Desde su punto de “al ser mujer es verdad que te puedes sentir un poco abrumada debido al estigma que siempre ha habido sobre las carreras consideradas ‘para hombres’, no hay que dejar que nadie opine sobre lo que quieres o no quieres hacer con tu vida”.

Y habla de libertad. “El mejor consejo que podría dar a una niña que tuviera dudas sobre si cursar una carrera como la mía por el hecho de la brecha de género sería el que me dio mi madre: ‘simplemente, sé libre’”.

A pesar de su optimismo, Tatiana es sincera. Reconoce que en clase ha oído frases “¿Ya lo ha entendido la señorita?” Y hubo una en concreto que no le pareció nada adecuada: “Mucha manifestación para que hubiese mujeres en consejos administrativos pero ninguna para que hubiese mujeres en la obra”.

Julia tuerce el gesto pero Tatiana acude al rescate: “Solo espero que nuestra lucha merezca la pena y que, con la compañía  de los hombres, todos trabajemos en un entorno sano. Soy optimista”.

Y debe serlo porque hay buenas noticias. A escala mundial, el 57,4 % de las empresas coinciden en que las iniciativas sobre diversidad de género mejoran sus resultados comerciales.

De hecho, la mayoría afirman haber aumentado sus ganancias en un 10-15% tras la incorporación de talento femenino, según el estudio ‘Las mujeres en la gestión empresarial’ elaborado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Lorena Pérez trabaja en el departamento de inteligencia artificial de CaixaBank.

Siguen pasando los minutos en esta sala de espera y Julia [nuestra mujer ficticia] recuerda ahora aquel congreso en el que conoció a dos ‘lorenas’.

Lorena Pérez trabaja ahora en el departamento de inteligencia artificial de CaixaBank y el mes que viene continuará su carrera en la agencia aeroespacial alemana (DLR). Lorena Muñoz lleva diez años como ingeniera en Google.

“Reflexionando sobre mi infancia, creo que muchas de las inseguridades que se repiten entre bastantes mujeres comienzan a forjarse en el patio del colegio. Entre otras memorias, recuerdo que en la asignatura de educación física formábamos diferentes equipos para realizar competiciones deportivas, y los capitanes de estos solían ser los chicos con mayor destreza en la actividad. A nosotras nos elegían las últimas”, explica Pérez.

Algo que comparte Lorena Muñoz, quien cree que “el exceso de estereotipos desde la primera infancia, la educación y la falta de referentes son parte de los motivos por los que las mujeres sienten reticencia o directamente rechazan las carreras o trabajo en el mundo tecnológico”.

Lorena Muñoz, diez años de experiencia como ingeniera en Google.

Julia, nuestra mujer ficticia, aterriza de nuevo en la realidad. ¿Qué podemos hacer para acabar con esto? “Las compañías deben abordar el ciclo completo de sus empleados, ayudándoles a crecer profesionalmente. Esto, sumado a la flexibilidad y la idea de que la conciliación con la vida personal es clave para tener éxito en el trabajo a largo plazo, nos da una idea de cómo no dejar a nadie atrás”, argumenta Lorena Muñoz.

Pero también “hay que poner de nuestra parte”. Y añade: “Percibo que muchas mujeres encuentran dificultades para ponerse en valor cuando se trata de defender una promoción laboral, pedir un ascenso u optar a un puesto en el que objetivamente somos igual de válidas que otro compañero. El famoso síndrome del impostor está ahí y, en mi opinión, se potencia cuando no tenemos referentes”.

Lorena Pérez recalca que “debemos perseguir tener mayor visibilidad dentro de nuestro ámbito y apoyar a otras mujeres para que la tengan, con el objetivo de normalizar nuestra presencia en posiciones técnicas y directivas, de tal forma que las nuevas generaciones no tengan que plantearse esta misma pregunta en el futuro”.

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Compañías como Google trabajan para intentar revertir este tipo de problemas.

“Invertimos en múltiples programas a largo plazo que abordan estereotipos de género y motiven a las niñas a elevar sus aspiraciones”, explican desde la multinacional.

Voluntariado, formaciones y proyectos gratuitos “contribuyen no solo a ayudar a las mujeres a ponerse en valor sino a dotarlas de las competencias y habilidades digitales necesarias en el mundo actual. Programas como ‘I am Remarkable’, ‘Women Will’ o ‘Digitalizadas’ son prueba de ello”, explican.

 

Le toca. Julia se dirige hacia la puerta entreabierta tras la que espera el miedo de siempre, el miedo a que un directivo -aunque existan excepciones- le haga plantearse su propia vida y su valía con preguntas muy bien diseñadas para que las respuestas ofrezcan una información que ella no tiene por qué dar.

Empuja la puerta de acceso al despacho y, agobiada por sus miedos, no da crédito a la figura que aparece detrás de la mesa. “Hola, Julia. Mi nombre es Pilar Torres, máxima responsable del Sector Público para España y Portugal de Amazon Web Services. Bienvenida. Puedes sentarte”. [Esta escena imaginaria forma parte de la ficción de este reportaje. Recordamos que Julia es un personaje que no existe].

Pilar Torres, máxima responsable del Sector Público para España y Portugal de Amazon Web Services.

Julia siente un cosquilleo y Pilar la directiva toma la palabra para tranquilizarla, como intuyendo lo que pasa por su cabeza. “Afortunadamente, se está produciendo un cambio importante en nuestra sociedad y la presencia femenina en los terrenos de la ciencia y la ingeniería es cada vez mayor”, explica la directiva de AWSTorres.

“Lidiar contra estos estereotipos tan arraigados es algo con lo que las mujeres nos encontramos en nuestra carrera profesional, pero que con esfuerzo y mostrando nuestras capacidades podemos superar”.

Julia piensa en el optimismo juvenil que brotaba de Ángela. Y recuerda que, antes de subirse de nuevo a su nave espacial de estudiante, Tatiana le había hecho un diagnóstico: “Creo que hay exceso de estereotipos y faltan referentes”.

Torres es ya una de ellos. De hecho, en 2018 le concedieron el primer premio a la mujer STEAM de la UPM por su trayectoria profesional y su contribución a la causa de la diversidad y el fomento de las vocaciones STEAM.: “Creo que para avanzar es necesario creer en ti misma, no tener miedo a expresar tu opinión o a gestionar tu carrera profesional y, no menos importante, encontrar un ambiente profesional en el que puedas dar lo mejor de ti misma”.

Julia visualiza ahora a Lorena Pérez y Lorena Muñoz, con esa cautela tan necesaria, pero disfrutando de esos ambientes profesionales de los que habla la directiva.

Mientras Pilar le está explicando los programas “para promover e instaurar la diversidad y la inclusión, como We Power Tech, re/Start, AWS Girls Tech Day o AWS Get IT”, Julia acaba de darse cuenta de algo: el cosquilleo ha desaparecido.

Ahora sí. Puede empezar la entrevista.

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