Joelle Renstrom, durante su participación en HIP 2019.

Joelle Renstrom, durante su participación en HIP 2019.

Innovadores

La ciencia ficción, ¿el nuevo referente de la ciencia?

La escritora y profesora Joelle Renstrom repasa los límites de la innovación y su traslación a un sector clave en España: el turismorn

13 marzo, 2019 07:00

La vida de Joelle Renstrom gira en torno a viajes por todo el mundo, explorar los límites de la ciencia y la ficción y enseñar escritura e investigación en la Universidad de Boston, con las miras puestas en conceptos tan en boga como la inteligencia artificial, la robótica o la exploración espacial. De hecho, su interés en esta particular simbiosis conceptual proviene de un no menos curioso proyecto de la NASA, la cual invitó a escritores de ciencia ficción a proponer ideas sobre cómo podrían ser los viajes interestelares. Se rompía, de forma pública y clara, las fronteras entre la imaginación y la realidad que posibilita la innovación.

"Personalmente, no creo que no haya un límite claro entre ciencia ficción y ciencia porque las cosas que pensamos que eran solo de las novelas se han vuelto realidad. Si, entonces, decimos que algo es imposible o solo sale en las películas, probablemente cometamos un error, tal vez no hoy, pero sí a diez o veinte años vista", explica Renstrom en una entrevista con INNOVADORES durante el reciente HIP 2019, celebrado en Madrid. "Por ahora, creo que la mayor diferencia está en torno a la inteligencia artificial, más centrada en la programación de software y la automatización que en las entidades físicas que se ven en las películas".

"Lo que hoy parece reservado a las películas será real en 10 años", dice Renstrom

La autora del libro Closing the Book: Travels in Life, Loss, and Literature y del blog sobre los límites de la ciencia Could This Happen?  expone estos principios casi filosóficos en un terreno tan tangible (y clave para España) como es el turismo. "Tan solo hemos de mirar el famoso hotel Henn na en Japón, que funcionaba solo con robots y fracasó: acabaron contratando personal humano para hacer esos trabajos. Creo que la forma física del robot que recoge nuestro equipaje o interactúa en la recepción del hotel son todavía ciencia ficción. Pero no sucede lo mismo con otras aplicaciones de la inteligencia artificial, que ya está en todos los niveles del sector turístico. Como Airbnb que emplea algoritmos para personalizar los resultados de búsqueda en función de nuestros gustos e historial previo. Incluso han diseñado el sistema para que te muestre opciones relacionadas con las preferencias de gente de nuestro mismo país con la que se supone compartimos intereses", detalla Renstrom.

Una tendencia creciente hacia el turismo inteligente como paradigma del cambio de tiempo que vivimos que no estará exenta del sempiterno debate sobre el impacto económico de esta particular revolución. "Sí, creo que vamos a ver una especie de división entre los hoteles que invierten en esto antes y los que no lo hacen, quizás porque son más pequeños y tienen menos recursos o porque siguen apostando por el toque humano para tratar con sus clientes", admite la experta.

A pesar de que su mente busca lo futurista en todo momento, Joelle Renstrom no obvia que, como seres sociales y complejos que somos, no podemos deshacernos (al menos todavía) de las interacciones humanas en favor de chatbots y otras fórmulas automatizadas. En ese sentido, la escritora defiende que esto será un cambio progresivo, dependiente de distintos factores. "Por lo pronto, la tecnología de inteligencia artificial todavía no es igual de perfecta que los humanos: si la tarea que le pedimos es sencilla no hay problema, pero si necesitamos algo más especial no será capaz de hacerlo. Después hay que tener en cuenta que hay momentos y situaciones en las que preferimos el contacto humano y otros en los que no. Por ejemplo, en los supermercados en EEUU, la mayoría de las cajas son automáticas y la gente las prefiere porque piensan que es más rápido o realmente no quieren hablar en ese instante. Y también hay que tener en cuenta las diferencias geográficas y sociales: las nuevas generaciones están más predispuestas a interactuar con sistemas automáticos, al igual que la gente que vive en las grandes ciudades. Yo soy de Michigan y veo la diferencia con Boston, que es mucho más tecnológica. Y ya no hablemos de china o Japón, donde pronto automatizarán todo porque no tienen problema alguno a la hora de interactuar con robots".

Lo único que Joelle Renstrom pide al futuro que nos aguarde, el de ciencia sin ficción, es que la tecnología no nos quite el componente humano e imperfecto de nuestras vidas. "Me gustaría poder seguir tomando decisiones por mí, no depender del móvil para todo, poder viajar y perderme en medio de un lugar que no conozco. Tener plena autonomía y no ser obligada a usar la inteligencia artificial", explica.

"Quiero y espero que la inteligencia artificial sirva para aumentar nuestra autonomía, no para caer en la distopía de que acabe trayendo menos libertad en favor de una mayor eficiencia para las empresas. Al igual que también me pone nerviosa pensar en un mundo donde todo está automatizado y sensorizado: necesitamos a los humanos".