Pongámonos en situación. Juegos Olímpicos de Londres, allá por 2012. Ya en plena vorágine de la transformación digital, en esa edición había nada menos que 20.000 cámaras de seguridad para vigilar toda la villa olímpica. Y, sin embargo, no había ninguna herramienta para saber su ubicación y estado en tiempo real.

Una disonancia de manual, solucionable con uno de los tan manidos gemelos digitales, que sirvió de inspiración para el despertar de una startup local. Metrikus, que así se llama, encontró en la sensorización y la integración de esos dispositivos un filón de negocio que ha ido explotando en el sector inmobiliario y, también, en sedes corporativas de grandes empresas.

Obviamente, en estos casos de uso la seguridad no es la principal obsesión. Por el contrario, entre los más de 200 sensores diferentes que integra la plataforma de Metrikus, los principales casos de uso tienen que ver con el consumo energético, la calidad del aire y, desde la covid-19, con la vuelta segura al trabajo.

Cuidar el interior de nuestros espacios

Según algunos estudios, cuando cumplamos 80 años, habremos pasado 72 años en interiores. Ello hace que la calidad del aire interior sea algo absolutamente vital para las personas. Y aunque siempre ha sido así, la pandemia ha puesto de manifiesto este aspecto en la mente de la sociedad.

"Tenemos un equipo de científicos medioambientales que hace dos años fueron capaces de anticipar el valor social y empresarial de la calidad del aire interior", detalla Susana Quintás Veloso, Senior Advisor de Metrikus.

El funcionamiento del sistema que propone esta compañía es sencillo y, al mismo tiempo, potente: a través de un sensor miden cinco parámetros esenciales (la temperatura, la humedad, el CO2, las partículas de polvo fino 2,5 y los compuestos orgánicos volátiles).

El sensor envía los datos a la plataforma de Metrikus y si se detectan valores por encima o por debajo de lo adecuado se emiten alertas automatizadas para que se pueda corregir de inmediato la situación.

"Una exposición prolongada a las PM2.5 por encima de los 10 microgramos recomendados por la OMS acorta tu esperanza de vida en un año por cada 10 microgramos adicionales", recuerda Quintás.

El lío de las certificaciones

El problema con las certificaciones de calidad del aire es que suelen ser procesos largos y caros, lo que dificulta su adopción.

"Lo que nos propusimos hacer es precisamente facilitar y democratizar su adopción, con una certificación que se puede obtener en unas seis semanas, con reconocimiento internacional y a un coste que a menudo es un 70-80% menor que otros del mismo tipo", añade la ejecutiva.

Presume de su éxito: en 2021, esta startup ya ha certificado más edificios en Reino Unido que Reset, Fitwell y Well juntos en ese mismo periodo, los referentes en estas lides.

Democratizar la sensórica en instalaciones

Una de las bondades de esta startup es haber aprovechado que la tecnología es cada vez más barata y precisa, con lo que casos de uso que a lo mejor hace un par de años no tendrían sentido, hoy en día se vuelven no sólo asequibles, sino rentables.

"Por ejemplo, hoy en día hay sensores de limpieza inteligente que cuestan 40 euros y permiten planificar la limpieza de los aseos con ahorros del 30%. Aún contando con los costes de software e instalación, son soluciones muy asequibles", añade Quintás.

"En el caso del control de la calidad de aire, hemos llegado a implantar soluciones de monitorización cuyo coste por empleado y mes no alcanzaba los cuatro euros. Aparte de todos los beneficios de salud y reputacionales, la ciencia nos muestra que un empleado corriente que trabaje un grado fuera del rango de temperatura óptima de forma permanente va a resultar en una pérdida de productividad anual con un coste de 600 euros".

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