Lo que se supone que sería un diálogo entre Thomas Friedman, premio Pulitzer y uno de los pensadores más reconocidos de Estados Unidos, y el profesor Amnon Shashuauna eminencia en inteligencia artificial se convirtió en una charla futurista. El tono general fue de consenso y búsqueda de equilibrio entre el mundo actual y el que está por venir. Lejos de miedos, amenazas y temores.

Se arrancó hablando de la relación entre gobiernos y empresas. “El papel de las corporaciones pasa a ser empleador y formador. Los gobiernos van a formar, pero también se van a asociar con las empresas para formar mejor a los trabajadores del futuro”, sostuvo Friedman.

Emergencias como la Covid-19 o los cambios extremos de meteorología han puesto sobre la mesa la necesidad de políticas comunes de medio ambiente. Fueron directamente a la parte relacionada con las empresas: "Se puede hacer más, más en cooperación directa. En co-competición, en lugar de funcionar como hasta ahora. Aunque suene raro, Cambio climático: Por ejemplo, la relación entre Qualcomm y Huawei debería ser más cercana. Ya no estamos en competición directa, sino en co-competición".

Friedman destacó además que, al crear un ecosistema, es necesario estar atento a lo que llama colisiones creativas, momentos en los que se dan cambios profundos con resultados inesperados frutos de buenas ideas.

Frente al miedo a que los robots terminen con el trabajo de los humanos, se buscó sentido común. “Por ejemplo, los chatbots -los asistentes virtuales o conversacionales- no están lejos de que traten de hacernos felices, de que nos den, además, cierta terapia, que entiendan nuestra mentalidad”, expuso el profesor.

¿Dónde está el límite?

Pero también plantearon los límites de la inteligencia artificial. Se puso como ejemplo las normas de tráfico para exponer cómo es difícil la convivencia entre coches autónomos y coches manejados por humanos.

“Cuándo se cede el paso en una carretera o el cambio de carriles en una autopista se hace de una manera concreta. Son actos que hasta ahora se centran en el sentido común de los humanos, y pronto lo definirán los cálculos matemáticos. No se comportan igual, ¿cómo hacemos?”, explicó Amnon Shashua, que trabaja para Intel.

Ambos intelectuales sostuvieron que AlphaGo, una de las primeras librerías para implementar inteligencia artificial, promovida por Google, ha sido un gran salto: “Cuando salió AlphaGo, me sorprendí. Imitaba al humano. Me llamó la atención desde el punto de vista de ingeniería pero no científico. Cuando ha ido avanzando, sí veo que se pueden hacer cosas que son propias de los humanos, como desarrollar estrategias, jugar contra sí mismos”.

Intoxicación y redes: la conexión no es la solución

Sin embargo, apuntaron a un punto de fricción todavía por resolver: el manejo de las emociones al recibir contenidos creados con esa finalidad. Es decir, mucha de la propaganda, intoxicación y bulos que circulan en redes sociales.

“Hay una visión naif que sostiene que si conectamos a todo el mundo todo será mejor. No es así. Ya lo hemos visto en América (Estados Unidos). Es un sistema complejo. Basta con mirar fuera y ver qué está pasando en la sociedad, con gran agitación. Todo es más complejo. Estamos en un ecosistema en el que falta contexto”, argumentó el Pulitzer, en clara alusión a la misión de Facebook, conectar el mundo.

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