Buena parte de la población está muy preocupada sobre cuál puede ser el calendario de salida del confinamiento, la duración e impacto de sus consecuencias económicas y el riesgo de un rebrote de la pandemia en otoño. Muchos economistas e instituciones públicas y privadas se esfuerzan en estimar la caída del PIB este año y su recuperación parcial o total el año que viene. Este tipo de ejercicios son bienvenidos, aunque lo realmente necesario es recibir ideas y propuestas que minimicen dicho impacto económico, algo de lo que se escasea.

Otros pensadores, con las luces largas puestas, tratan de ir más allá y aventurar cuál puede ser el impacto a largo plazo de una crisis inesperada e inédita en los últimos siglos. Muchos afirman que habrá un antes y después de esta pandemia y que el mundo va a cambiar sustancialmente: las relaciones humanas, el sistema económico, la geopolítica y el modelo social ya no volverán a ser como antes. Yo no creo que los cambios vayan a ser tan sustanciales, y que la propia inercia de la naturaleza humana tratará de recuperar buena parte de los hábitos del pasado, hoy rotos con el confinamiento. Pero sí opino que habrá impactos a largo plazo, que trato de resumir en el siguiente, muy discutible, decálogo.

1, China, nuevo líder mundial. La Unión Europea ha reaccionado de forma torpe a esta pandemia y ha perdido, al menos, tres oportunidades de comportarse como una nueva nación unida emergiendo del desastre: (i) la ausencia de un confinamiento coordinado, que posibilitaría una salida simultánea de todos los países, (ii) la ausencia de una política común de compras de material sanitario, en lugar de tener a cada país compitiendo con el resto de los socios, y que se hubiera traducido en unos mejores precios y condiciones para toda la Unión y (iii) la ausencia de una verdadera política europea de financiación de los déficit que va a generar este combate, bien mediante los eurobonos o a través de una decidida intervención del BCE como comprador de toda la deuda pública que se emita, evitando el riesgo de una crisis de deuda a posteriori.

En el otro lado del Atlántico se ha reaccionado rápido para resolver su problema financiero echando manos de la Reserva Federal, pero los EEUU no se han erigido como el líder mundial que fue a partir de la Segunda Guerra Mundial.

Por el contrario, China ha emergido como un nuevo líder mundial. No sólo por haber liderado, como país pionero, la lucha contra la pandemia mostrando el camino del confinamiento, que finalmente han adoptado todos los países de una forma u otra, sino porque se han convertido en la única guía para la salida del lock out, además de proveer de material sanitario básico a buena parte del Planeta.

¿Puede convertirse China en la primera economía del mundo? En relación al PIB de EE.UU., el de China medido en la misma moneda, dólar, ha convergido rápidamente en las dos últimas décadas. Ahora EEUU le saca apenas 34 puntos a China para mantener el liderazgo mundial (véase gráfico) pero, si ese ritmo se mantiene, en los próximos 11 años, China adelantará a EEUU como la primera potencia mundial. La actual crisis podría acelerar esa convergencia, si se cumplen las previsiones del FMI.

si ese ritmo se mantiene, en los próximos 11 años, China adelantará a EEUU como la primera potencia mundial

2. Auge del nacionalismo. Una vez "resuelta", aunque sea de forma precaria, la espiral de la epidemia, la demanda social va a traducirse en una petición de fuerte control de nuestras fronteras para evitar recaer en el contagio. La ausencia de políticas globales o regionales (al G20 no se le ha visto y la UE ha perdido su oportunidad) reforzará este sentimiento nacionalista en buena parte de los países. La globalización no quedará en entredicho, pero no volverá a ser la panacea que dominó el pensamiento de las últimas décadas.

3. Golpe al liberalismo. El pensamiento liberal ya había sufrido duramente tras la Gran Recesión de 2008, causada por muchos abusos y excesos del sector privado, en particular de la plutocracia financiera. El deseo de una intervención de los poderes del Estado para combatir la epidemia, la victoria por goleada de la Sanidad pública, la aceptación de ceder derechos a cambio de más seguridad, el triunfo mediático de las fuerzas de seguridad y militares, el hartazgo ante los bulos y desinformaciones, y la petición de más recursos públicos, al coste que sea, para sujetar la capacidad productiva de un sector privado que se tambalea por haber estado confinado dos meses no ofrecen buenos augurios para el pensamiento liberal

4. Refuerzo de la política industrial y los sectores estratégicos. Los que hemos defendido la necesidad de mantener un tejido industrial moderno y competitivo y unos sectores estratégicos hemos salido reforzados. La idea de "economía de guerra", donde se reoriente la actividad productiva (fábricas, hoteles, servicios de reparto) a la lucha contra la pandemia ha calado en la población, como también lo ha hecho la necesidad de unas "reservas estratégicas" de material sanitario. El libro en el que he participado, Políticas industriales, pasado, presente y futuro (Editorial Paraninfo, 2019) no ha podido tener un mejor estreno.

5. Más desigualdad. La crisis ha afectado a todo el mundo, pero, como ocurrió en la Gran Recesión, a algunos más que a otros. El empeoramiento de la desigualdad no vendrá tanto del ajuste salarial requerido para remontar la crisis, como ocurre en una recesión clásica, sino de la imposibilidad de acceder a rentas para una parte de la población, mientras que otra parte goza de un aumento de la tasa de ahorro que permitirá el auge de su consumo cuando el confinamiento termine. Ello provocará un gap de consumo muy visible.

6. La economía sumergida, en entredicho. Con el confinamiento ha sufrido buena parte de la actividad productiva y comercial. Pero la economía sumergida ha sido borrada del mapa. Mucha gente opinaba que vivir fuera de los cauces fiscales era rentable, pues la sanción esperada en caso de detección era inferior al valor esperado de la evasión de impuestos. Algunos autónomos que no declararon todos sus ingresos no han podido justificar una caída del 75% de sus ventas. La caída habrá sido real, teniendo en cuenta la parte de renta sumergida, pero no se ha podido justificar para recibir las ayudas. Casi todo el sistema de protección de rentas establecido por los gobiernos ha tenido como perceptores a aquellos que están en la economía formal.

7. El teletrabajo es posible. Las dudas y reticencias de buena parte del tejido empresarial y funcionarial al teletrabajo probablemente se hayan venido abajo. Pese a que las condiciones para el teletrabajo no han sido las óptimas, por hallarse confinados todos los miembros del hogar, el balance en términos de productividad, ahorros en desplazamientos, etc. ha tenido que ser positivo. La enseñanza online ha pegado un salto cualitativo innegable y las reuniones y encuentros virtuales se han hecho más breves y eficientes. El comercio electrónico también ha acelerado su ritmo de implantación.

8. La sensibilidad medio ambiental ha retrocedido. De la noche a la mañana hemos pasado de defender la economía circular y el reciclado a apostar fuertemente por productos desechables y de un único uso. Tendremos ocasión de ver las estadísticas de recogida de residuos durante la crisis. Y de defender el transporte público y el vehículo compartido a rogar el uso de transporte privado y, a ser posible, individual. Quién sabe si el automóvil, cuyo futuro estaba en entredicho antes de esta crisis, ha podido recibir un balón de oxígeno con la pandemia.

9. La dependencia del turismo exterior, una vulnerabilidad. Desde 1959, con el Plan de Estabilización, el turismo internacional ha sido uno de los pilares para financiar nuestro crecimiento económico. Desde entonces, en todas las crisis, el gasto de los turistas del exterior ha sido el bote salvavidas para nuestro empleo y nuestra balanza de pagos. Si era necesario, se abarataban precios y salarios o se devaluaba la moneda para favorecer esa entrada de divisas del exterior. Pero nada de esto ha funcionado esta vez. No hay precio, ni salario, ni cotización del euro que nos haga recuperar el turismo exterior en esta temporada. El sector parece aturdido y no muestra señales de intentar una diversificación flexible hacia el mercado interior.

10. La Ciencia no es un lujo. Somos el país que más ha recortado la inversión en I+D, tanto pública como privada, no sólo durante la crisis, sino en los años de la recuperación. El motivo es en parte cultural. Se considera la investigación como una actividad superflua y no prioritaria, y es lo primero que se recorta cuando los números no cuadran. La precepción del país es que debemos hacer una apuesta por la investigación, no sólo en ciencias de la salud, sino en el uso de nuevas tecnologías para mejorar la calidad de vida y nuestra seguridad

Muchos lectores no compartirán algunos o la totalidad de los diez puntos. Pero estoy seguro de que el debate contribuirá a ayudar a los que toman decisiones, en el sector público y privado, para mejorar la posición de nuestro país en el mundo.