Aunque muchos señalan a Kim Kardashian como la pionera en esta técnica, su origen es mucho más lejano, tanto, que tenemos que remontarnos al siglo XVI. Es en el período renacentista denominado Cinquecento donde encontramos las primeras obras realizadas según la técnica pictórica del claroscuro.

Esta técnica pictórica, llevada a cabo por artistas de la talla de Leonardo Da Vinci o Miguel Ángel, está basada en el contraste entre luces y sombras, para destacar y ocultar ciertos elementos. Porque sí, no nos vamos a engañar, el contouring ya estaba inventado: es la evolución del siglo XXI del claroscuro, en la que nuestros rostros toman el relevo de los lienzos de lino.

Gracias al contouring podemos reducir proporciones y resaltar rasgos. Para ello necesitamos un bronceador en barra, en textura fluida o polvos de sol (siempre que no sean anaranjados), que utilizaremos en las zonas que queramos disimular, y un corrector, un par de tonos más bajo que nuestra piel, para aquellas áreas que deseemos potenciar.

El método consiste en emplear el bronceador en las regiones que buscamos que pasen desapercibidas, para darle protagonismo a otras, como ocurre con las aletas de la nariz. No obstante, la aplicación es muy personal, pues varía en función de la forma de cada rostro.

Como técnica universal, rápida y fácil para las menos iniciadas, te proponemos realizar la técnica del número 3. Comienza dibujando un 3 partiendo de las sienes, continúalo bajo los pómulos y, por último, termínalo en la línea de la mandíbula (en ambos lados de la cara). En cuanto al corrector, úsalo en las ojeras, dibujando un triángulo invertido, y en la T, o lo que os lo mismo, frente y tabique nasal.

Como consejo, te sugerimos no aplicar una capa muy gruesa de producto, sólo así el resultado no será artificial. Asimismo, no te olvides de difuminar bien los trazos para evitar acabar pareciendo un mapache, llena de parches.

Si optas por cosméticos líquidos o en crema, aplícatelos con una Beauty Blender o esponja de maquillaje. Por el contrario, si prefieres usar polvos, hazte con una brocha biselada o plana: será tu gran aliada.

Gracias a esta técnica, podemos marcar la mandíbula y los pómulos, para afinar una cara que nos parece demasiado redonda, o corregir una nariz ancha. 

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