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Los 'empujadores' del Metro de Madrid: "No somos como los de Japón"

La saturación de la línea marrón ha obligado a Cifuentes a colocar esta figura a pie del andén.

8 febrero, 2017 20:00

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Les han bautizado a su pesar. Son estrellas del rock bajo tierra. Muchos quieren conocer su manual de instrucciones. Las cámaras les persiguen. “Empujadores de metro no… Pero así se ha dicho y ya no nos quitamos el mote de encima”.

Se acuestan todas las mañanas entre las ocho y las nueve en el andén de la línea marrón, en la parada de Avenida de América. La saturación de este trayecto debido a la inhabilitación por obras de la vía que termina en el aeropuerto ha obligado a la Comunidad de Madrid a plantar allí a estos ‘empujadores’, que afrontan una partida de Tetris y encaje de pasajeros cada dos minutos.

¿Quiénes son los 'empujadores'?

Cuando el vagón se detiene, alzan las manos, capaces de abrazar a una ciudad. “No empujamos, tratamos de que las puertas cierren correctamente”, dice uno de ellos. Se colocan en posición, aprietan con delicadeza y… a esperar hasta que vuelva el tren.

¿Quiénes son los empujadores? “Somos trabajadores corrientes del Metro, pero ahora, de manera puntual, desempeñamos esta función”, explica una señora que se estrenó hace ya años, cuando unas obras parecidas obligaron al Gobierno regional a colocar ‘azuzaviajeros’. “¡Oye, pero no somos como los de Japón, eh!”, bromea. “Allí meten unos empellones…”. En el vídeo que sigue, un hombre apenas se inmuta mientras dos ‘empujadores’ le envasan en un vagón de ‘sardinas’.

Esta mañana, en la esquina izquierda del andén, uno de los ‘empujadores’ madrileños saluda vertiginosamente. “Buenos días” a diestro y siniestro. “Perdone, ¿puede repetir aquello de ‘por favor, sigan hasta el fondo’ para que lo grabe?”, le pregunta un cámara. El tipo, con paciencia infinita, mientras saluda con la sonrisa a los que van llegando, repite: “Sigan hasta el fondo, hasta el fondo”. San Empujador. Incluso tiene tiempo para hacerle una carantoña a una niña.

Llega el vagón. Manos a la obra. Esta mañana, con mucha delicadeza. Muchos periodistas de por medio. No se vaya a trastabillar alguien… ¿Tienen ustedes manual de instrucciones? “No, no… Está claro que no es lo mismo ayudar a una señora de noventa años que a una chica de treinta. Nuestras instrucciones son el sentido común”.

"Mejor tomárselo con filosofía"

Los ‘empujadores’ son entrevistados una vez cada cinco minutos. Incluso ha habido que ponerles equipo de prensa. ¿Cómo lleva usted lo de ser estrella de televisión por un día? “Bueno, mejor tomárselo con filosofía”. ¿Ha tenido algún problema? “No, de verdad que no. La gente es consciente de que estamos ayudando. Yo, por lo menos, no he discutido con nadie”.

Hasta esta mañana, los ‘empujadores’ vestían cazadora granate y camisa de rayas, como el resto de los trabajadores del Metro. Pero este miércoles se ha añadido un complemento al uniforme: el chaleco reflectante. Justo se sube al vagón un hombre que viste granate y camisa de rayas. “Menudo alivio”, habrá pensado. “Eh, eh, que yo no empujo”.

¿Placadores?

“¡Y nosotros tampoco!”, se defiende una empujadora ya a mediodía en la ventanilla de arriba. “Hacemos justo lo contrario de lo que piensa la gente. En lugar de empujar a quien no entra, impedimos que suba cuando el Metro está lleno”. Un momento para la reflexión. El bautizo ha sido en falso. Entonces, ¿placadores?

Los madrileños se están acostumbrado a los nuevos porteadores. Hay habituales de la línea marrón, que ni siquiera se giran cuando les persigue un tipo de chaleco amarillo. Otros se giran con recelo, como esa chica de chándal y Ipad de funda roja, que lee a Carlos Ruiz Zafón mientras camina. No quiere que le empujen.

Cuidado con las libretas

Otro, que no ha encontrado asiento, está de cuclillas en el vagón y disfruta de un libro curioso, cuya portada reza algo así como: “La putada más cara”. Es inevitable pensar en la rendija, el abismo que se atraviesa justo cuando entra en escena un actor inesperado: el 'empujador'. Un impulso en falso y por ahí se puede ir toda una vida.

Esta mañana no se atreven a coger el Metro Umbrales, Cambas y Azorines. Un verso en falso, un empujoncito y la libreta, al vacío. Quedarían, como suele decir Sánchez-Ostiz, letraheridos para siempre. Si tienen que coger la línea marrón, miren al frente. Por lo menos hasta que terminen las obras de la línea rosa.