Málaga

La actividad no esencial en Málaga cumple su segundo día de cierre. Tras alcanzar los 1.008 casos de incidencia por cada 100.000 habitantes, la tasa no ha hecho más que bajar. Este jueves se situaba en 965,9 casos: desde que se decretara el cierre, los datos han ido a mejor. Los hosteleros hablan de una "situación crítica". 

El alcalde, Francisco de la Torre, tras recibir la negativa de la Junta a reconsiderar el tiempo de cierre -se mantiene en 14 días-, se reunió en la tarde del miércoles con los hosteleros. Cerca de 8.000 negocios de hostelería se están viendo afectados por la situación y para ello, el Ayuntamiento ha decidido descontar las tasas de terrazas y toldos.

La patronal de la hostelería malagueña, Mahos, y el Ayuntamiento están en sintonía. A través de la mesa sectorial, han llegado a acuerdos favorables para los empresarios. 

"No podemos aceptar que se dicte un cierre sin la concesión de ayudas y manteniendo la presión fiscal", critican desde Mahos. El martes anunciaron que emprenderían acciones judiciales contra la Junta de Andalucía y el Gobierno central.

Mientras tanto, la batalla en la calle se sigue librando y temen que el 40% de los negocios puedan cerrar si no reciben el apoyo de la Administración. "Ahora no queda otra que vender para llevar hasta las 21:30 o repartir a domicilio hasta las 22:30", confirman. 

Pequeños comercios

Pequeños negocios históricos de Málaga están buscando la forma de sobrevivir. Francis es el dueño de El Diamante, una cafetería fundada en 1949. Antes de la pandemia abría desde temprano para dar desayunos a los trabajadores de oficinas y comercios del centro malagueño. Las tardes, aunque más tranquilas, también tenían su movimiento.

"Antes del confinamiento de marzo vendíamos más de 200 pitufos diarios", afirma Francis. El pitufo, bollo de pan típico de Málaga, como unidad de medida de la ruina a la que se enfrentan estos pequeños comercios familiares. Después de la primera mala racha, llegaron a repuntar algo: "Había días de 120 desayunos".

La mujer de Francis, Mariví, es la encargada de preparar esos pitufos. Desde este miércoles han decidido reinventarse. En el primer cierre del comercio no esencial se quedaron en casa, ahora han avisado a sus parroquianos habituales: hay desayunos llevar. "El miércoles vendimos unos cuarenta", afirma Mariví. 

El futuro de la familia pasa, precisamente, por la viabilidad y la rentabilidad del negocio. Algo cada vez menos habitual en el centro de Málaga, donde muchos de los locales cambian de un día para otro de nombre y responsables. Sin embargo, también quedan sitios como La Campana, una pequeña casa de vinos que lleva desde 1933 en calle Granada.

En La Campana hay actualmente seis trabajadores: "Este cierre va a hacer mucho daño y el centro está muerto", indica Borja Antolín. Su familia es propietaria desde 1996: "Mi padre ha trabajado aquí desde que tenía 16 años. Somos un negocio señero y tradicional". Se aferran a esto. 

El local tiene unas dimensiones reducidas. Antes de la llegada de la Covid-19, era habitual ver el local y su terraza llenos. No cabía un alfiler. La barra, el fuerte de La Campana, cerró después de las fiestas navideñas, sólo había tres mesas dentro y la terraza con las distancias de seguridad.

"Ya llevábamos nueve meses tocados", se lamenta Borja. En zona de La Campana, apenas quedaban abiertos tres locales donde antes había decenas. Aquella "Málaga, ciudad bravía, la de las mil tabernas y una sola librería" tiene por delante otros doce días de tabernas cerradas. La tasa de incidencia de la Covid-19 sigue disminuyendo.

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