En un mundo donde las palabras sostenibilidad e impacto pueden sonar huecas si no van acompañadas de acción, la fórmula de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) para una cooperación efectiva pasa por lo esencial: las personas, los valores y la planificación.
Todo ello cobra más sentido en un contexto como el actual, en el que la cooperación y el multilateralismo están atravesando una de las mayores crisis de desafección y desconfianza de los últimos años.
Hay que superar la retórica y pasar a la acción, con estrategias que incluyan acciones medibles y que apunten a solucionar los problemas reales de la gente.
Aquí comparto 10 claves sostenibles para que la cooperación internacional no solo prometa, sino que transforme.
Pensar en las personas
Todo empieza por ahí. Recuperando el clásico lema griego —"el ser humano es la medida de todas las cosas"—, el centro de toda acción deben ser las personas: sus problemas concretos, sus necesidades específicas y, también, sus esperanzas.
Cooperar con las comunidades
Además de pensar en las personas, también hay que trabajar con ellas, en sus entornos, desde sus culturas y estructuras.
La cooperación solo tiene sentido si arraiga en la comunidad y entiende el contexto en el que se lleva a cabo para lograr cambios realmente sustanciales.
Un mapamundi formado por miles de personas conectadas.
En ese sentido, no olvidemos, somos Iberoamérica, una comunidad de millones de personas unidas en la diversidad.
Trabajar con solidaridad y justicia
La cooperación internacional no es un acto de beneficencia o caridad, ni un favor entre países. Es un compromiso ético basado en la equidad y en la convicción de que un desarrollo más justo es tarea compartida.
En un mundo global e interconectado, lograr un mundo sostenible y habitable para todas y todos es una responsabilidad colectiva.
Basarse en evidencias
Sentido común y ciencia de la mano: los datos y la evidencia deben guiar las decisiones. Cooperar de forma sostenible implica evaluar bien qué se necesita y qué funciona y eso solo es posible si apostamos por la generación y la transferencia del conocimiento.
Planificar con orden y método
La buena voluntad no es suficiente. Para que la cooperación tenga impacto, debe ser planificada, organizada y sistematizada. Solo así se multiplica su eficacia y sus resultados serán más visibles.
Promover valores democráticos
Una cooperación con impacto es también una cooperación con principios. La defensa de la democracia, los derechos humanos y el respeto a la legalidad no deben ser un añadido, sino un eje fundamental de toda acción de cooperación en nuestra región.
Construir alianzas sólidas
La sostenibilidad se logra con alianzas que sean éticas, eficaces y duraderas. En cooperación, nadie transforma solo, siempre será necesario establecer sinergias para diversificar visiones y amplificar el impacto.
En la OEI apostamos por implicar de manera activa a gobiernos, agencias e instituciones públicas y privadas de nuestra región para que la cooperación realmente suceda; ese ha sido nuestro sello.
Evaluar y corregir
Toda acción debe incorporar mecanismos de evaluación, tanto internos como externos.
Analizar lo que funciona —y lo que no— con procedimientos rigurosos y transparentes es parte esencial de cualquier proceso sostenible.
Innovar siempre
En un mundo en constante cambio, la cooperación debe apoyarse en nuevas ideas, tecnologías y enfoques, pero siempre con sentido y arraigo local.
Apostar por la creatividad y el talento propio es lo que permite transformar realidades de forma sostenible y duradera.
Comunicar con transparencia
La cooperación no puede darse el lujo de ser opaca. Comunicar y rendir cuentas de forma clara, libre y honesta es también un deber con los beneficiarios y con la sociedad en su conjunto.
La comunicación clara es clave para generar confianza y para que se entienda nuestro trabajo, una labor más necesaria que nunca en tiempos en los que la polarización y la infoxicación están a la orden del día.