Si lees “planeta azul” y viene a tu memoria una sintonía algo inquietante; mitad tribal mitad misterio; y la voz ampulosa del naturalista y documentalista Félix Rodríguez De la Fuente es que en los años setenta veías su serie. A mí me ocurre. No me lleva la memoria a esa otra de mismo nombre pero inglesa y en color, presentada por sir David Attenbourgh y producida por la BBC ya en este nuestro nuevo siglo.

Hablar de planeta azul es hacerlo del mundo que habitamos, pero es también hacerlo del agua —su elemento más importante, mientras la sequía no invierta su composición—, esa que nos hace también terrícolas a los humanos, con esa proporción de 70% y 30% de líquidos y sólidos…, las mujeres algo más con nuestros problemas de retención…, ¡Perdón por la broma!

Como dice nuestra olímpica Theresa Zabell, tenemos que cuidar dos cosas fundamentales de las que no podemos mudarnos, que son nuestro cuerpo y nuestro planeta.

Lo sabe bien ella que, tras ser doblemente campeona olímpica de vela, creó la fundación Ecomar de la que es presidenta y que divulga entre los niños, y un poco también entre adultos, esa filosofía y esa realidad innegable de que el 70% del oxígeno que respiramos proviene de los océanos. Como para no cuidarlos, que no creo que esté de más decir que parece que no nos enteramos, a tenor del trato que se les da.

Y será mi respeto por Theresa con la que a veces comparto foros. O será que este año he tenido poca playa (aunque de mucho valor) y, por tanto, siento bastante añoranza, el caso es que he comenzado este principio de curso fijando mi atención en proyectos de difusión de la sostenibilidad que botan su andadura.

Y hago el símil del bautizo de un barco porque justamente tienen el mar como reclamo y referente de su necesidad para la vida presente y futura y como vector que facilita la consecución de varios de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Habrá muchas más, porque cuando se trata de defender los océanos, no estamos ante una moda, sino ante una necesidad, pero me gusta compartir dos acciones que me han resultado especialmente llamativas por su unión con la investigación y la divulgación y por su relación estrecha con la cultura y el arte.

En primer lugar, supe de la expedición España Azul, que se presentó en el acuario de San Sebastián (Guipúzcoa) el pasado día 7 de este mes de septiembre, dirigida por el naturalista y divulgador científico Nacho Dean, con quien coincidí gracias al pódcast WAS (Women Action Sustainability).

Durante diez meses va a dar la vuelta a la Península Ibérica a vela, incluyendo, por tanto, las costas portuguesas así como los archipiélagos canario y balear. Que si no sabes de navegación, como es mi caso, dirás "bueno pues es una gran gesta, pero sin bombo y platillo".

Él, que sabe mucho de mares y tierras, pero especialmente de gestas, ya que ha sido por ejemplo el primer ser humano en completar la vuelta al mundo andando, uniendo a nado los cinco continentes —lo que resulta difícil de entender como hazaña—, es conocedor de que se trata de una gran aventura con consecuencias muy enriquecedoras para nuestro país, para Europa y el planeta.

Porque no estamos hablando de viajes de recreo, sino de una manera de contar, divulgar y sobre todo medir lo que ocurre en los mares. Contando qué estamos haciendo bien, pero sobre todo qué hacemos mal en su cuidado. Divulgando qué rol desempeñan los mares en el desarrollo sostenible y su acción sobre las personas. Midiendo cantidades de microplásticos o emisiones de CO₂ debidas a las actividades en las aguas fluviales y marítimas, así como las fórmulas para contribuir a paliar los daños.

Nacho está convencido de que esta vuelta a España puede ser un antes y un después en el capítulo de un mejor país y más sostenible. España Azul quiere recordar a través de su expedición que el mar es de todos, que somos terrenales, pero vivimos en gran medida del mar.

Y desde luego también de los ríos (que van a dar a la mar…), pues de ahí parte gran ídem del problema. La expedición cuenta con una madrina tan especial como Cayetana Guillen Cuervo y embajadoras como Edurne Pasabán, primera mujer que ha alcanzado catorce ochomiles, la bióloga y divulgadora científica Odile Rodríguez de la Fuente o la activista Carlota Bruna.

He adelantado que me llamó la atención un segundo evento relacionado con el mar y su defensa. Y sí, con la llamada de atención y a la acción, con un nombre tan sugerente como La Sirena. ¿Por qué ese título? Se trata de una escultura de bronce de Pol Camps, que irá en el mascarón de proa de la nave Naumon.

En este caso, el proyecto consiste en dar la vuelta al mundo en el marco del quinto centenario de la primera vuelta al mundo, es decir, la expedición de Magallanes-El Cano (1610-1522).

Naumon con su sirena zarpará de Málaga, pero como en el caso anterior, su propósito no es el destino ni tan siquiera el viaje ya en sí mismo memorable. Su objetivo es la difusión de los valores de la sostenibilidad unida al arte y a la innovación.