
Francisco Romero, en su puesto de cámara. Adecco Cedida
Francisco Romero tiene discapacidad cognitiva y alma de fotógrafo: "Es difícil y hay barreras, pero se puede"
Según Adecco, estos trabajadores son buenos compañeros, comprometidos y honestos, pero solo el 30% tiene un puesto.
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Vivimos en un mundo tan variado como una pizza. Puede tener cebolla, verduras, pimiento, beicon, carne o ser vegana. Hay quien le pone hasta fruta, aunque a algunos no le guste. Si se acepta, la comida puede llevar de todo y dar nuevas oportunidades.
Lo mismo pasa con las personas con otras habilidades y su integración. Muchas veces el primer paso para llevar una vida normal empieza por hacer cosas comunes. Francisco Romero tiene 44 años y discapacidad cognitiva. Es pizzero de profesión y tiene una afición tan mundana como la fotografía.
"Trabajo desde hace casi cuatro años en una pizzería como auxiliar de tienda. Preparo los productos e ingredientes necesarios para hacer la comida", cuenta Romero, pero como muchos su verdadera afición es otra. "En casi todos mis ratos libres me dedico a la pasión que tengo desde pequeño: la fotografía y el vídeo". Romero captura todo lo que tiene a mano, sobre todo, dice, le gustan los paisajes de Las Rozas, cerca de donde vive.
Esta es la historia positiva de Romero, hasta aquí todo bien. Pero la realidad es que no todo es tan fácil. Begoña Bravo, del área de Integración e Inclusión de la Fundación Adecco, que trabaja por la aceptación y normalización del empleo, señalan que apenas el 30% de las personas con alguna discapacidad psíquica están empleadas. Todavía hay muchas barreras por superar. La primera, desde el hogar.
Algo que es habitual en muchas ocasiones es la sobreprotección. Bravo entiende que "a determinados tipos de discapacidades no se les da suficiente autonomía. No son independientes para ir en transporte público o manejar dinero, cosas que luego les van a impedir hacerlas ellos solos".
Los días que trabaja, la rutina de Romero pasa por levantarse, vestirse, ducharse, desayunar y coger el autobús para ir al restaurante. Eso son prácticas que hace solo y que le dan la libertad de movimiento, acción y decisión. Luego, después del trabajo, va por los parques del barrio con su cámara.

Una de las fotos de Francisco Romero en el parque.
Las otras barreras que menciona Bravo son las de formación y el estigma social. Por la parte de educación, la inclusión en universidades y módulos ha mejorado mucho desde que Pablo Pineda fuese el primer síndrome de Down en obtener un título universitario.
Según un estudio sobre integración de personas con discapacidad de la Fundación Santander, en 2022 el 1,6% de los estudiantes universitarios tenía algún tipo de minusvalía —física o mental—. En el anterior estudio, realizado en 2011, ese porcentaje era del 1,1%.
Por último, Bravo explica el estigma social que hay. Si bien es cierto que en las dificultades físicas la accesibilidad ha mejorado mucho, aún hay mucho espacio por mejorar en las situaciones mentales diferentes. Son condiciones que no se ven, ni se entienden al completo. "Muchas personas piensan que van a dar más trabajo en vez de ayudar. No ven que son personas que pueden aportar mucho a los equipos", lamenta Bravo.
Inclusión o integración
Estas personas tienen mucho más para dar de lo que piden recibir. Dentro de las capacidades que tiene cada uno, son personas comprometidas con su empleo, con baja abstención y que traen una luz cálida a la oficina. Para ellos, es la forma natural integrarse en la sociedad, no solo incluirse en ella, ya que, además, consiguen independencia económica.
El sector que más suelen ocupar es el de servicios. Están los tradicionales puestos en logística, centros de llamadas o limpieza y, ahora, se incluye el sector de las IT (las siglas de information technology; en español, tecnologías de la información).
Con la amplia aceptación del teletrabajo en estas empresas, las dificultades sensoriales o de movilidad son nulas. La tecnología ha avanzado tanto que la accesibilidad y el manejo de los dispositivos no son una traba.
Y es que ahí también hay espacio para las personas con alguna variedad cognitiva, no todos tienen que ser ingenieros. Bravo enumera algunos puestos que pueden cubrir como soporte técnico para pequeñas tareas, análisis de datos o para el diseño, ya que tienen una visión diferente que las empresas aprovechan para facilitar la experiencia a todos los usuarios.

Una persona con síndrome de Down en su puesto de trabajo.
Hay una crítica general a que aunque la tecnología de por sí no tiene opinión, los programadores sí tienen sesgo. Por eso es tan importante que los equipos sean lo más diverso posible, desde colectivos desfavorecidos o marginados a diferentes culturas.
Bravo señala que Adecco tiene una escuela de formación digital, en la que el 60% de los alumnos están encontrando trabajo en la empresa ordinaria. El sector tecnológico está en auge y tiene cabida para todo tipo de habilidades.
Contratar y mantener
Pero desde Adecco no quieren solo compañías que contraten, sino que, además, mantengan la antigüedad, como Francisco Romero, que lleva casi cuatro años en la pizzería.
Según la ley, las empresas de más de 50 empleados están obligadas a emplear el 2% de la plantilla con alguna discapacidad. Pero, tal como indica Francisco Mesonero, director de la fundación Adecco, no se cumple. Aunque no hay datos oficiales, se estima que solo el 30 % de las empresas llegan a ese requisito.
Mesonero explica que hay "medidas alternativas de carácter excepcional y transitorio", pero que al final se quedan. Las compañías pueden argumentar situaciones como que la empresa tiene un plan de reducción de plantilla o que no encuentra el perfil adecuado. En esos casos, se puede complementar con compras a centros especiales de empleo o donaciones a entidades como Adecco, que forman y apoyan su desarrollo.
Estas organizaciones trabaja por conseguir que, en entornos reglados, las empresas lleven a cabo planes de diversidad e inclusión, para que las compañías y la sociedad entiendan la valía de cada persona.
Francisco Romero está contento en su pizzería. "El ambiente de trabajo es muy bueno. Los compañeros y los jefes que he tenido siempre me han tratado muy bien y me han ayudado en todo lo que necesito", cuenta orgulloso, porque él está integrado, no solo incluido.