De izquierda a derecha: Josefina Tiu Pu (Guatemala), Naty Coronado (España), Sandra Hellario (Sudán del Sur) y Dheysi Gonzales (Perú) frente al Alto Comisionado de las Naciones Unidas por los Derechos Humanos en Ginebra.

De izquierda a derecha: Josefina Tiu Pu (Guatemala), Naty Coronado (España), Sandra Hellario (Sudán del Sur) y Dheysi Gonzales (Perú) frente al Alto Comisionado de las Naciones Unidas por los Derechos Humanos en Ginebra.

Historias Día Internacional de la Educación

Un mismo propósito alrededor del mundo: la lucha de las jóvenes para defender el derecho a la educación

El programa 'La luz de las niñas' de la ONG Entreculturas ha llevado hasta el Alto Comisionado de Naciones Unidas los reclamos de "las que no tienen voz". 

Más información: Las niñas afganas, que tienen prohibido asistir a la escuela, piden al mundo que no las olvide

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250 millones son los niños que hay sin escolarizar en el mundo. Una cifra que, tal como explican desde la UNESCO, desde 2001 ha aumentado en seis millones. Los datos indican que, a nivel global, el 16% de la población (desde primaria hasta el segundo ciclo de secundaria) no tiene acceso a una educación

En concreto, 1 de cada 10 menores, continúan desde la UNESCO, no cuenta con la posibilidad de asistir a educación primaria. De estos números, son 122 millones —es decir, el 48% de la población— las niñas y mujeres que permanecen alejadas de este derecho. 

En la región de África Subsahariana se intensifica esta problemática. Allí se concentra cerca del 30% de este total. Uno de cada cinco niños —el 19,7%— no acuden a la escuela y tan solo la mitad alcanza el segundo ciclo de secundaria. 

Son muchos los desafíos a los que tienen que hacer frente los menores en la actualidad, impidiendo que puedan disfrutar de una educación de calidad. Por ejemplo, antes de cumplir los 18 años, una de cada ocho niñas y mujeres vivas en el mundo (370 millones), cuentan desde Unicef, ha sufrido violaciones o abusos sexuales

Si hablamos de aquella violencia sexual en la que el contacto físico no está presente, como el abuso verbal u online, la cifra se eleva hasta los 650 millones, es decir, una de cada cinco. Y es que, cuando hablamos de derechos, las mujeres son unas de las grandes damnificadas, especialmente, si ponemos el foco en la infancia. 

Fotografía de tres niñas durante un taller de poesía organizado por Entreculturas en septiembre de 2023.

Fotografía de tres niñas durante un taller de poesía organizado por Entreculturas en septiembre de 2023. Natalia Sepúlveda Entreculturas

Ante esta problemática, la oenegé Entreculturas, a través de su programa La luz de las niñas, ha puesto en marcha una recogida de firmas con el objetivo de erradicar la violencia contra las niñas.

El pasado 16 de enero presentaban sus peticiones frente al Alto Comisionado de Naciones Unidas por los Derechos Humanos (ACNUDH). Ahora, con motivo del Día Internacional de la Educación, ENCLAVE ODS se sienta en exclusiva con las tres jóvenes representantes que fueron hasta Ginebra para dar voz "a las que no pueden hablar".  

Machismo normalizado

Sacar a las niñas del colegio para ayudar en el hogar es una actividad, en algunas regiones del mundo, de lo más común. La raíz de la cuestión, explica Dheysi Gonzales Soto (Perú, 14 años), radica en "el machismo que vive cada una en la crianza patriarcal que se les da en las familias, donde su voto no está ejercido como un derecho". 

Al mismo tiempo, cuenta, "hay una fuerte violencia doméstica en las casas, donde bien son víctimas o expectantes de maltrato en el hogar". Un hecho que, dice, "genera una gran timidez y cohibición hacia la participación en su entorno". 

Los estereotipos son uno de los principales culpables en la limitación del acceso a las escuelas para las niñas. Para muchas familias, señala Gonzales, "ellas solamente pueden cocinar o atender a su hermano o padre. Tienen que esperar a que se les consiga una pareja y vivir plenamente para su marido toda la vida". 

Esta situación resulta en que "ni siquiera puedan tener algún derecho, como la educación". Así, año tras año, las generaciones van normalizando estos comportamientos, haciendo que, en el momento de tener una nueva familia, "se puedan repetir estos patrones patriarcales".

Dheysi Gonzales Soto, la joven peruana que lucha contra el machismo en su país.

Dheysi Gonzales Soto, la joven peruana que lucha contra el machismo en su país. Entreculturas

Esta es, para Gonzales, la base para crear un círculo vicioso en el que, por un motivo u otro, las mujeres siempre quedan fuera de la ecuación. Considera la educación, a través de valores y el respeto mutuo, la herramienta perfecta para romper esta tendencia, motivo por el que se ha trasladado hasta el ACNUDH para "seguir alzando la voz e incentivar a más niñas" a luchar por sus derechos. 

"Discriminación" indígena

Se estima que hay 476 millones de personas indígenas en todo el mundo. Pese a que constituyen solo el 6% de la población mundial, tal como muestran los datos del Banco Mundial, representan alrededor del 19% de las personas extremadamente pobres.

Esto podría explicarse, según cuenta Josefina Tiu Pu, indígena guatemalteca de la región de Tontonicapán, porque se les quita el derecho a la educación, dejándolas con "pocas oportunidades". Un hecho al que, añade, hay que sumar la discriminación que sufren por el siempre hecho de "ser mujeres indígenas".

En Guatemala, por ejemplo, el tiempo promedio de acceso a la educación de las niñas se sitúa en los tres años —de primero a tercero de primaria—. Pasado este periodo, indica Tiu Pu, "los padres no lo ven importante" porque a ellas "se les inculca que nacieron para casarse y tener hijos".

Sin embargo, esta, dice, es una situación especialmente complicada de revertir porque "es la mentalidad que tienen y está normalizado". Para ellos, asegura, "con que sepan leer y escribir les basta". Algo que, además, se hace particularmente difícil, ya que su lengua materna no es el español, sino, en el caso de Tiu Pu, el idioma K'iche. 

Josefina Tiu Pu, indígena guatemalteca, durante su intervención frente al Alto Comisionado de Naciones Unidas por los Derechos Humanos.

Josefina Tiu Pu, indígena guatemalteca, durante su intervención frente al Alto Comisionado de Naciones Unidas por los Derechos Humanos. Entreculturas

Por ello, esta joven considera vital "tener el apoyo del presidente o de otras instituciones, como lo hace Fe y Alegría, para hacer de Guatemala un país diferente, donde las niñas indígenas no tengan que pasar por eso". Aunque, por el momento, solo le queda soñar con un futuro en el que "no haya violencia" y donde no le quiten sus derechos. 

Zona de guerra

Unos 230 millones son los niños que se encuentran viviendo en los conflictos más cruentos del mundo. Una cifra que, según un informe de Save the Children, ya incrementó en un 10% en 2021. En total, se estima que 449 millones de menores se desarrollan en lo que se considera una zona de guerra. 

Sandra Hellario, una joven activista de 20 años procedente de Sudán del Sur, un día formó parte de esos números. Para ella, "el efecto más grave del conflicto es la violencia sexual". Los grupos armados, cuenta, "cometen violaciones contra niñas y mujeres", generando un impacto no solo físico, sino también psicológico y emocional, haciendo que "no se sientan bien consigo mismas y piensen que no pueden hacer nada". 

Estos actos, en los que las medidas de protección no se contemplan, "acarrean embarazos no deseados", además de poder traducirse en "contagios de enfermedades de transmisión sexual". Esto mismo, explica Hellario, "hace que las niñas se vean obligadas a dejar su educación".

Los desplazamientos, especialmente comunes en zonas de conflicto, también son causa de la privación del acceso a la escuela. Y lo explica la joven activista: "Cuando hay una guerra tienes que correr, escapar por tu vida, esconderte en el bosque. En esas zonas no hay gente y, por supuesto, no hay colegios". 

Sandra Hellario, activista por los derechos de las niñas en Yambio, Sudán del Sur.

Sandra Hellario, activista por los derechos de las niñas en Yambio, Sudán del Sur. Entreculturas

La falta de estudios, además, termina llevando a una dependencia económica, donde, cuenta la sursudanesa, las mujeres se ven obligadas a quedarse en casa, ocupándose de las cuestiones del hogar. Un escenario en el que, de nuevo, surge la violencia.

Por ese motivo, Hellario pide "aumentar la sensibilización, especialmente en las zonas rurales, porque allí muchas veces las personas no conocen cuáles son sus derechos". Y ahora, tras su intervención frente al ACNUDH, solo le queda esperar a que todas las peticiones que trasladó "sean tomadas en cuenta para cambiar la realidad de las niñas".