
Los restos de casas se encuentran después del incendio de Palisades en el vecindario de Pacific Palisades en Los Ángeles, California, EEUU, 10 de enero de 2025. REUTERS
La "continuidad horizontal" se convierte en el mayor enemigo del incendio de Los Ángeles: así es la nueva realidad climática
La doctora en antropología ambiental María Cifre explica a ENCLAVE ODS cómo convivir ante un fuego cada vez "más intenso y frecuente".
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Madera, combustible vegetal agrupado, fuertes vientos y una gran concentración de población. Esta ha sido, según María Cifres, licenciada en Antropología Social y Cultural y doctora en Antropología Ambiental, la combinación de hechos que han terminado dando lugar a la propagación sin freno del incendio de Palisades en Los Ángeles, Estados Unidos.
Y es que la construcción a partir de madera y el contacto entre el combustible vegetal no ha hecho otra cosa, sino avivar las llamas. En este caso, explica la experta, ha sido la "continuidad horizontal" la culpable de que el fuego continuase valle abajo hasta alcanzar la costa de Malibú.
Este término —continuidad horizontal— es lo que los del gremio del fuego utilizan para referirse al contacto entre elementos inflamables. Porque, cuenta Cifres, en la situación de Los Ángeles, "los árboles y vegetación, tanto de las aceras de la vía pública como de los propios jardines, están en contacto con las casas que, además, se encuentran muy cerca unas de otras".
De este modo, el fuego ha ido tomando avanzadilla y, acompañado de los fuertes vientos de Santa Ana y unos barrios con gran concentración de población —lo que ha generado unos "procesos de evacuación masivos súper complejos"—, han terminado llevando al terrible desenlace al que hoy hacemos frente: 27 fallecidos, cientos de hogares destruidos y miles de hectáreas consumidas.
El cambio climático, detrás
Ni un segundo tarda Cifre en asegurar que el calentamiento global "tiene una incidencia clarísima en la ocurrencia de estos grandes incendios forestales (GIF)" cuando le preguntamos al respecto. Y lo explica: "El cambio climático genera unas condiciones meteorológicas, de temperatura y de sequía que impactan en el combustible, haciendo que haya más acumulación de madera muerta y que esta esté más seca". En definitiva, provoca lo que conocemos como el estrés hídrico de los bosques.
Este conjunto de factores, indica la doctora en Antropología Ambiental, "propicia que haya una propagación mucho más rápida del fuego y que este queme más intensamente. Por eso, se suele decir que el cambio climático alimenta que haya GIF y que estos sean cada vez más intensos y más frecuentes".

Los restos de casas se encuentran después del incendio de Palisades en el vecindario de Pacific Palisades en Los Ángeles, California, el 10 de enero. REUTERS
Y aunque Cifre se resiste a comparar el escenario de Los Ángeles con el del Estado español, sí deja claro que ambos territorios "son zonas de clima y vegetación mediterránea". Esto los convierte en una de "las regiones a escala mundial más propensas a tener incendios forestales de forma histórica" y, además, en uno de los lugares donde claramente se están viendo los impactos del cambio climático.
Convivir en una nueva era
Para hacer frente a esta nueva realidad climática, la experta destaca un enfoque "a diferentes escalas". Por un lado, a nivel de paisaje, considera fundamental "tratar de revertir el abandono en las zonas agrícolas, ramaleras y forestales", lo que, dice, "lleva sucediendo desde la segunda mitad del siglo pasado".
Apoya la búsqueda de aquellas áreas donde "puede ser más urgente y prioritario hacer una gestión más activa del territorio" con el objetivo de reducir la "acumulación de combustible". Porque, tal como explica la experta, "un bosque abandonado suele tener mucha más densidad de vegetación, por lo que hay más material disponible para quemar".
Por otro lado, promueve "las medidas de autoprotección a escala de vivienda y de barrio". Y es que, asegura que "más allá de centrarnos en los planes de extinción, lo que tenemos que hacer es focalizar en estrategias de prevención". Motivo por el que, desde las ciencias del fuego, hacen hincapié en incentivar "una perspectiva comunitaria y crear barrios resilientes al fuego y a otros riesgos climáticos".
¿Cómo hacer adaptarse a este cambio de paradigma? Sobre todo, cuenta Cifre, haciendo que las personas que viven en zonas de riesgo "estén más informadas sobre cómo actuar tanto antes, como durante y después de un incendio". Es decir, "que estén más preparadas" y, además, que "potencien las redes de apoyo" para formar comunidad ante una emergencia.
Y es que precisamente esto último, crear comunidad, es vital en los casos donde el dinero se convierte en una barrera a la hora de introducir novedades para prevenir el daño del fuego. Por eso, la doctora en Antropología Ambiental propone fomentar las actividades de sensibilización o, a nivel de vivienda, introducir pequeñas acciones —como tener el jardín limpio o no acumular trastos y madera debajo de las ventanas— para evitar la propagación de las llamas.

El humo y el fuego surgen del incendio Palisades en el Cañón Mandeville, el 11 de enero. REUTERS
Asegura que la clave para una correcta convivencia frente a esta nueva realidad climática está en "incorporar la mirada de barrio", ya sea buscando soluciones de forma colectiva o creando grupos vecinales autoorganizados de personas "más sensibilizadas y conscientes del riesgo". Así, estos individuos podrían promover actividades de sensibilización e identificar "quiénes en la comunidad tienen más dificultades para adaptar su casa".
Porque, para Cifre está claro; "ante un problema tan complejo, no podemos intentar centrarnos solo en ideas y estrategias individuales y a nivel de vivienda, sino que también hay que mirar el problema de una forma más colectiva".
Mitigar el riesgo
Pero, como bien decía la antropóloga algún párrafo atrás, la prevención es vital y, por eso, además de saber actuar frente a este tipo de emergencias, es preciso conocer cómo podemos proceder para evitar —en la medida de lo posible— que ocurran catástrofes de tales magnitudes.
En ese sentido, explica Cifre, desde el Parque Natural de Sierra de Collserola (situado en Barcelona) ya están tratando de "identificar qué zonas de los parques naturales podría coger más fuerza el fuego y dónde podría quemar más rápido y más intenso" para, en esas áreas, "generar espacios de discontinuidad de la vegetación".
Y lo explica: "Se trataría de tener una perspectiva de gestión, no de parcela ni de vivienda, sino de paisaje, lo que se llama intentar crear un mosaico donde hay una combinación de diferentes usos". Porque, de tener una masa forestal uniforme que, además, estuviera en contacto con las edificaciones, se generarían "situaciones de peligrosidad muy altas".
Por lo que, con el objetivo de evitar estos escenarios, Cifre incentiva que, en los barrios en los que hay problemas de aislamiento social o gente mayor, se proponga "hacer huertos comunitarios entre el bosque y la comunidad". ¿El motivo? Intentar alejar el combustible vegetal de las viviendas y, en esa franja perimetral, generar actividades que sean de provecho, queridas y necesitadas, respondiendo a las necesidades del área.