
Residentes de Groenlandia esperando la llegada de Trump Jr. EFE
La contradictoria relación de Groenlandia con los recursos que quiere EEUU: explotarlos y respetar la naturaleza
Los residentes son conscientes de sus yacimientos de tierras raras, grafito, gas o petróleo, pero también que han detenido los proyectos más dañinos.
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El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca ha devuelto a la actualidad también a Groenlandia, la isla más grande del mundo. Perteneciente a Dinamarca, aunque con una gran autonomía que roza la semi-independencia, la isla polar apenas está habitada por algo menos de 60.000 personas, pero es rica en recursos estratégicos como las tierras raras, el grafito, el oro, el gas o el petróleo, además de ser clave para controlar las rutas marítimas a través del Ártico, cada vez más transitable por el calentamiento global.
La paradoja del presunto negacionismo de la crisis climática del presidente Trump es que precisamente su interés en la isla demuestra que sabe perfectamente que esta es real. Mientras los medios se llenan de noticias sobre una posible intervención militar, la realidad es que gran parte de las vetas de materiales críticos de la isla ya está en explotación, otras muchas lo está en proyecto y los Estados Unidos gozan de presencia militar ininterrumpida en su territorio desde la Segunda Guerra Mundial.
"No es que los groenlandeses estén en contra de explotar sus recursos naturales, es que han paralizado proyectos que afectaban directamente a zonas habitadas. Pero los que son compatibles, digamos, con el medio ambiente humano, siguen adelante", explica al teléfono Ramón H. Larramendi, explorador polar español residente en Groenlandia, que ha recorrido el país por motivos de investigación y medioambientales en el 'trineo de viento' desarrollado por el mismo y que funciona por energía eólica.
Larramendi vive en Narsaq, la localidad de 1700 habitantes de la que también es originario Mute Egede, el actual primer ministro de la isla. El dirigente salió elegido en 2021 como candidato del partido Inuit Ataqatigiit ('comunidad inuit', en groenlandés).
Esta es una formación de centro-izquierda que aspira a la independencia de Dinamarca… pero no a cualquier precio. Su principal promesa electoral, que supuso un vuelco en las urnas, fue paralizar el proyecto minero junto a su ciudad. Por su cercanía a una zona habitada e implicar extracción de uranio causaba una grave preocupación entre la población por sus posibles peligros.

Jóvenes groenlandeses con gorras de MAGA. EFE
"Los groenlandeses tienen altos estándares de protección medioambiental, en parte heredados de las leyes danesas, pero también por una cuestión cultural", explica el explorador español. "Pero son prácticos. El anterior gobierno quería usar los beneficios de esa explotación como garantía de una posible independencia. El actual no se opone a eso, pero confía en otras minas, como la de Kvanefjeld. Es la misma veta de tierras raras que la que paralizaron, pero sin uranio y sin zonas pobladas cerca. Además, los últimos estudios apuntan a que sus yacimientos pueden ser mucho más rico de lo que estaba previsto. La cuestión es extraerlos con garantías".
Trump Jr. de visita
El propio Egede se mostró abierto a una mayor cooperación con Estados Unidos y hasta se reunió con Donald Trump Jr., el hijo del retornado presidente. Y es que el vecino americano siempre ha estado ahí. La base aérea de Thule, junto a la localidad de Pituffik, en el norte de la isla, data de 1941, cuando EEUU entró en la Segunda Guerra Mundial y tomó el control de Groenlandia junto a Reino Unido, dado que Dinamarca había sido ocupada por la Alemania nazi.
Es decir, a efectos militares, el ejército estadounidense, vía OTAN, lleva más de 80 años controlando la zona. Durante la Guerra Fría, en los años 50 y 60 del siglo pasado, llegaron a residir en dicha base casi tantos soldados como habitantes tenía Groenlandia, alrededor de 30.000.
"El gobierno de Groenlandia está en una situación difícil, porque, por un lado, quiere completar lo que ellos consideran que es un proceso de descolonización, que es la independencia de Dinamarca", explica Larramendi, "pero por otro no quieren pasar a depender de Estados Unidos.

El avión de Trump en el aeropuerto de Groenlandia EFE
El parlamento groenlandés controla sus propios asuntos internos desde hace años y la protección medioambiental siempre ha sido una prioridad, dentro de un orden. Me resulta imposible pensar en un referéndum para entrar en los Estados Unidos cuando ya se están queriendo librar de otro país, no ya que lo ganase, sino que se llegase a hacer".
Sin embargo, el explorador recuerda que "actualmente hay activas minas de oro a cielo abierto, otra de rubíes y otra de grafito, que es un elemento también clave para la transición energética. Esos estándares ecológicos no son un impedimento para que todos esos recursos se estén aprovechando y sirvan a la economía de la isla".
"Creo que lo que vienen son acuerdos en los temas que interesan a Estados Unidos y que a Groenlandia también le interesan, y que puede ser la defensa", añade el explorador.
Según Egede: "La política interior de los groenlandeses, su defensa de determinadas zonas naturales y demás, le da igual a Donald Trump y a cualquier potencia extranjera. Y aquí la gente, dentro de que quiere mantener su modo de vida, es práctica". Para él, los groenlandeses saben que el mismo beneficio es venderle los minerales a un país que a otro.
"Si EEUU lo que quiere es que nada vaya para China, que ya controla el mercado mundial de tierras raras, pues así será. Lo que me parece impensable a día de hoy es que Groenlandia deje de ser parte de Dinamarca por otra cosa que no sea la independencia y siempre manteniendo su alto estándar medioambiental", concluye.