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Mínima molestia

Dos novelistas argentinos

Por Ignacio Echevarría Ver todos los artículos de 'Mínima molestia'

29 marzo, 2013 01:00

Ignacio Echevaría


La onomástica, a veces, puede contribuir a explicar según qué cosas. Por ejemplo -y ya es un tópico subrayarlas-, la diversidad y la sofisticación de la narrativa argentina en contraste con la correspondiente a cualquier otro de los países de habla hispana.

Sin ir más lejos, basta comparar la nómina de los más conspicuos narradores españoles (con una llamativa concurrencia en la inicial M: Magrinyà, Marías, Marsé, Martín, Martínez, Mendoza, Merino, Millás, Muñoz) con su equivalente argentino, en la que resuenan apellidos tan sonoros y a menudo impronunciables como Aira, Bizzio, Cohen, Covadlo, Ehrenhaus, Fresán, Guebel, Kachadjian, Kohan, Laiseca, Oloixarac, Pauls, Piglia, Pron, Saccomano, Schweblin, Szichman, Tabarovsky, Venturini... La diferencia viene a ser la que pudiera darse entre la lista de pasajeros de un pacífico paquebote mediterráneo y la de un barco mercante que cruzara, abarrotado, el Atlántico.

Entre los apellidos raros que menudean en la narrativa argentina se cuentan los de Sergio Chjefec y Iosi Havilio. Uno y otro, pertenecientes a distintas franjas generacionales, figuran entre los más notables e interesantes narradores del país. De uno y otro acaban de publicarse en España sus últimas novelas, ambas excelentes y muy, muy recomendables.

El de Sergio Chjefec (Buenos Aires, 1956) es un caso paradigmático de las incongruencias que abundan en los tráficos editoriales del ámbito hispánico. Incongruencias ocasionadas en su mayor parte por la desarticulada y no pocas veces inepta actuación de los grandes sellos editoriales. En Argentina, la mayor parte de la obra de este autor ha sido publicada fielmente por Alfaguara, que sin embargo ni imprime sus libros en España ni los importa. Y ello pese a que Chjefec goza desde hace ya bastante tiempo de un amplio y bien fundado prestigio, tanto en Argentina como fuera de ella. De hecho, se trata de uno de los narradores menos previsibles y más refinados de cuantos escriben actualmente en castellano. Se lo suele comparar con Handke o con Sebald por su estilo errante, digresivo, asociativo, sostenido en su caso por una inteligencia de primer rango: observadora, especulativa, extraordinariamente dotada tanto para la sutileza psicológica como para el matiz filosófico.

La experiencia dramática, undécima novela de Chjefec, es la tercera que publica en España la editorial Candaya, a la que hay que agradecer su perseverancia a la hora de apostar por un autor tan poco corriente. Perseverencia sobradamente justificada en este caso, pues se trata -de nuevo, y quizá más que nunca- de una novela cautivadora, con una deslumbrante capacidad de desplegar innumerables posibilidades y vericuetos narrativos a partir de una situación tan sencilla como la caminata semanal que dan por la ciudad dos amigos, un hombre y una mujer, cuya conversación pondera con impasible neutralidad una voz narradora prolijamente omnisciente.

También Paraísos es la tercera novela de Iosi Havilio (Buenos Aires, 1974) que en España publica Caballo de Troya, sello que apostó por este autor desde su debut, la memorable Opendoor (2009). Las dos jóvenes que protagonizaban aquella novela reaparecen en ésta, dominada por una voz narradora (la de una de ellas) cuya mezcla de abulia y lucidez termina por tener un efecto magnético sobre el lector.

A propósito de Opendoor dijo Beatriz Sarlo que una de las singularidades de su escritura es que no se podían determinar sus orígenes literarios. Pero la voz narradora de Paraísos pertenece al linaje de El extranjero de Camus, si bien desecada de toda deriva existencialista, anclada en los márgenes de una vida casi residual, cuya sordidez resulta milagrosamente redimida por una especie de indolencia que a momentos adquiere el valor de la inocencia.

Paraísos ha sido publicada en Argentina por Mondadori, sello perteneciente al mismo grupo que Caballo de Troya. En unos tiempos en los que no abundan escritores jóvenes de la calidad y del gancho de Havilio, resulta chocante que un autor y una novela de este calibre se confinen en España a los alcances limitados de una editorial sonda y laboratorio, como es la que dirige Constantino Bértolo, cuando se dispone de una plataforma más amplia para difundirlos.

Damián Tabarovsky observaba años atrás que el mercado español estaba dando "gran lugar, quizá como nunca antes, a la más insolente tradición literaria latinoamericana". Corría el año 2008, y quizá por entonces podía alentarse tan saludable optimismo. Pero no cabe hacerse ilusiones. Ese lugar, hoy, sigue siendo proporcionalmente muy escaso, y su heroico mantenimiento corre a cuenta, las más veces, de editoriales pequeñas y resistentes.