Image: El Muro de Hierro

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Ensayo

El Muro de Hierro

Avi Shlaim

15 julio, 2004 02:00

Foto: Archivo

Trad. B. León y R. Reyes. Almed. 788 pp.Michel Warschawski: En la frontera. Gedisa. 271 pp. F. Mardam-Bey y E. Sanbar: El derecho al retorno. Trad. J. Vivanco. Del oriente . 393 pp, 22

Hace unos días, el Tribunal Internacional de La Haya declaró ilegal el Muro de Cisjordania. Sin embargo, algunos historiadores israelíes ya se habían mostrado en contra, en libros como los tres que hoy reseñamos.

Y no es una novedad esta postura: cuando se celebró el 50 aniversario de la fundación del Estado de Israel (1998), la historiogra-
fía israelí crítica -con la inclinación mitificadora de la "otra" historiografía- había fructificado con hitos como las monografías de Benny Morris, Ilan Pappé y la controvertida aportación de Simha Flapan, The Birth of Israel. Myths and Realities (1987). En medio de aquel goteo publicístico, Avi Shlaim ya había dado alguna que otra primicia, que le colocaba en el frente historiográfico revisionista. El Muro de Hierro viene a representar la coronación sintetizadora de una trayectoria que desde hace 30 años viene desplegando su autor en prestigiosos santuarios académicos como el St. Antony’s College de Oxford. En esta obra el autor recorre en 13 capítulos, un prólogo sobre los fundamentos ideológicos del sionismo y un epílogo la historia dramática que lleva hasta las elecciones generales de mayo de 1999, que se tradujeron en la derrota de Netanyahu. Ahora bien, así como este volumen nos revela mucho sobre la política árabe de Israel (1948-1999), resulta estremecedor contemplar no sólo el fracaso del mandato del laborista Ehud Barak sino la espiral de violencia que ha superado todo lo imaginable durante los años de mandato de Sharon.
Por su parte, el testimonio de Warschawski hay que situarlo entre dos coordenadas sin las cuales ni el autor ni su obra cobran peso cualitativo. Me refiero al carácter diaspórico del autor, judío de origen askenazi, por una parte; y, por otra, a su pertenencia generacional a los movimientos contestatarios que se asocian a mayo del 68. De ahí la inserción del autor al movimiento Matzpen, debelador no ya de la derecha del sionismo, sino del ala social (demócrata) israelí que lleva de la mano al difunto Isaac Rabin. Los avatares existenciales que Warschawski ha experimentado en Israel a partir de la Guerra de los 6 días (1967) están bien plasmados. Entre los puntos desmitificadores del "Hermoso Israel" a los que consagra su análisis se encuentran el militarismo fervoroso del Israel de Golda Meir (culto al ejército); el sionismo de izquierda y sus contradicciones, y el choque entre los israelíes laicos, moderadamente patriotas y observantes, y los nuevos israelíes (del Magreb, de la ex Unión Soviética, arsenal de la islamofobia más visceral, y el referente yemení). En esa salsa se cuece el relato de nuestro autor: "no es necesario extenderse acerca de la contradicción interna entre una ideología socialista, o por lo menos, humanista, y un proyecto colonialista que, con el noble objetivo de construir un refugio para los judíos perseguidos, niega no sólo los derechos más elementales sino la existencia misma de una comunidad indígena". Warschawski recuerda, relata, y convoca.

Finalmente, Mardam-Bey y Sanbar -miembros de la "Revista de Estudios Palestinos" (París)- han aglutinado unos textos en torno a uno de los extremos más vidriosos del contencioso palestino-israelí: el de los refugiados palestinos que a partir de 1948 se establecieron en Cisjordania y Gaza, y en los Estados limítrofes de Israel, como Líbano, Jordania, Siria, Egipto e Irak. Alrededor de 3.500.000 supervivientes -y descendientes- de la guerra de 1948 serían los palestinos que podrían alegar ejercicio al derecho de regresar a la tierra natal o de sus ancestros. Los trabajos reunidos aquí abundan en razonamientos de derecho y planteamientos históricos revisionistas que abogan por la bondad de la petición palestina. Como es sabido, la fijación de cuotas de reingreso de palestinos en Israel, y el reconocimiento de la soberanía del Estado palestino constituyen los pilares de cualquier negociación bilateral asumible por Arafat.