El escritor griego Theodor Kallifatides. Foto: Sara Fernández

El escritor griego Theodor Kallifatides. Foto: Sara Fernández

Letras

Theodor Kallifatides: "Pensar en ganar el Nobel de Literatura es la mejor forma de inmolarse como escritor"

El autor griego publica 'Una mujer a quien amar', en la que se despide de una íntima amiga fallecida. Hablamos con él sobre el duelo, Grecia y España.

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De mirada azul y rostro sereno, Theodor Kallifatides (Grecia, 1938) es un hombre que no se deja dominar por las prisas. A menudo, durante la conversación que mantiene con El Cultural con razón de la reciente publicación en España de su libro Una mujer a quien amar (Galaxia Gutenberg), mira a través de la ventana durante largos segundos para meditar la respuesta más adecuada.

Confiesa ser una persona lacónica. Nada más acertado. Nació en Molaoi, después de todo, una aldea situada en la región de Laconia, en la península del Peloponeso. Es el territorio del legendario pueblo espartano, parcos en palabras, rotundos en actos. De esa actitud, dice él, es heredero.

Aun así, cuando por fin termina de rumiar su contestación, es extenso e incluso generoso en sus explicaciones. No es que no le guste hablar, es que no aprecia el adorno innecesario ni el diálogo precipitado. "El exceso de retórica es demasiado ateniense para un espartano", se le sugiere. "¡Y tanto!", replica riendo.

En Una mujer a quien amar, que se publicó originalmente en 2003 en Suecia (país al que emigró con 26 años) y que ahora trae en español Galaxia Gutenberg, Kallifatides no se deja llevar por la nostalgia o el desasosiego. Llega, incluso, a arrancar alguna sonrisa. Cosa meritoria, pues aborda el trauma de la temprana muerte de Olga, una de sus amistades más longevas y cercanas.

P. Una mujer a quien amar es un homenaje a la muerte de una amiga, pero, curiosamente, está trufado de situaciones cómicas. ¿Qué función cumple el humor en un libro así?

R. Refleja una forma muy griega de ver la vida. Incluso en los momentos más duros ocurren situaciones disonantes que no encajan con nuestro estado de ánimo. Es, esencialmente, una manera de sobrevivir a la tristeza. Cuanto peor es la situación, más necesario se vuelve encontrar algo que aligere el ánimo. En pocas palabras: el humor es supervivencia.

P. En el libro pasa de hablar de su relación con su amiga a recordar la relación con su madre, tanto durante su niñez como ya de adulto. ¿Siente que hay algo que conecta a ambas mujeres?

R. Sí. Mi madre era mi madre, y Olga era mi madre espiritual. Teníamos una relación estrechísima sin ser amantes, y eso lo hacía incluso más especial. Con una pareja o una amante puede haber celos, malentendidos y discusiones que jamás existirían en una relación de amistad.

»Los amigos de verdad son para toda la vida, porque los eliges tú sin que la pasión entre en juego. Uno puede fácilmente estar enamorado de la persona equivocada, pero es más raro tener malas amistades, porque te puedes desprender más fácilmente de ellas.

Theodor Kallifatides en un momento de la entrevista con El Cultural. Foto: Sara Fernández

Theodor Kallifatides en un momento de la entrevista con El Cultural. Foto: Sara Fernández

P. Usted comenzó escribiendo sus obras en el idioma del país que le acogió, Suecia, en detrimento de su lengua materna. Una mujer a quien amar pertenece a esta etapa. Sin embargo, sus últimas novelas [El asedio de Troya, Madres e hijos, Lo pasado no es un sueño y Otra vida por vivir] las ha escrito en griego. ¿Qué le depara el futuro en este aspecto? ¿Volverá al sueco, o se encuentra cómodo escribiendo en griego?

R. Creo que volveré al sueco. Conforme pasan los años me es más complicado escribir en griego. El griego está en mi corazón. Mi corazón es griego. Pero los pensamientos en mi cabeza suenan en sueco después de tanto tiempo allí. Quiero decir, no llegué ayer, han pasado 60 años.

"A los laconios no nos gusta hablar por hablar. Pensamos que el que lo hace en exceso está mintiendo"

»Vivo en Suecia. Mi casa, mi mujer, mis hijos están allí. Los libros "griegos" los escribí en ese idioma porque no los podía escribir de otra forma. Era imposible hacerlo en sueco. Además, corresponden a un período en el que residía en Grecia.

P. ¿El Theodor Kallifatides griego y el sueco son dos escritores diferentes?

R. No demasiado. Por supuesto, el proceso de escritura es algo diferente porque el idioma es diferente y te da libertades y límites que el otro no te da. Pero esencialmente sigues siendo el mismo autor. Mencionábamos antes el humor, por ejemplo. Eso no se pierde en el salto de un idioma a otro.

P. ¿Qué le empujó a escribir en griego después de toda una carrera empleando el sueco?

R. Fue al visitar mi aldea natal. Varios estudiantes de unos 16 años representaron en la escuela de allí una tragedia clásica, Los persas de Esquilo. Fue realmente sublime. Por la noche, en el exterior, iluminados por la luz de la luna, que estaba enorme ese día. Los muchachos estuvieron magníficos, además. Una maravilla que me hizo volver a enamorarme de mi idioma materno.

P. Su escritura se caracteriza por la predominancia de frases cortas que logran un ritmo muy ágil durante la lectura. ¿Es algo que se explica por el idioma que emplea, o se trata del sello Kallifatides?

R. Es la forma en la que los griegos de la Antigüedad escribían: con brevedad y simpleza. Frases cortas y sin irse por las ramas. Es lo que llamamos un carácter lacónico, algo que recibe ese nombre porque es típico de la gente de Laconia, la región en la que nací.

»Permíteme contarte una historia sobre los espartanos contada por Plutarco. Esparta mandó una delegación a una isla con la que estaban en guerra para negociar las condiciones para la rendición de los isleños. Cuando se reunieron, los habitantes de la isla empezaron a hablar en el desayuno, siguieron durante la comida y también en la cena. Al término de esta, preguntaron a los espartanos qué les parecían las condiciones que les habían propuesto.

»El más viejo de los espartanos les respondió: "Lo que dijisteis por la mañana lo hemos olvidado. Lo que mencionasteis al mediodía lo recordamos, pero no lo entendimos. Y lo que habéis propuesto ahora lo recordamos, lo entendemos, pero no nos ha gustado". Es una historia semilegendaria, pero tiene algo de verdad. A los laconios no nos gusta hablar por hablar. Pensamos que el que lo hace en exceso está mintiendo. Es sospechoso. A mí me gusta escribir, pero me siento incómodo en las conversaciones orales. En las fiestas me quedo de pie solo sin hablar con nadie.

P. Volviendo a Una mujer a quien amar, Olga parecía una figura esencial para los inmigrantes griegos, actuando en muchas ocasiones como madre del grupo. ¿Qué ha sido de todos sus "huérfanos"? ¿Todavía se siente su ausencia?

R. Todos sus hijos adoptivos son académicos de prestigio. Ella estaría orgullosa. En cuanto a los amigos que teníamos en común, muchos de ellos ya han muerto, y con el resto no tengo demasiado contacto. Una vez se fue Olga, todo se enfrió. Tampoco voy a las iglesias griegas de Estocolmo ni ninguno de los lugares en los que se suelen reunir los griegos de allí.

»En realidad vivo aislado del mundo. En parte es debido a mi trabajo, paso mucho tiempo escribiendo, pero también porque disfruto el tiempo en soledad. La tranquilidad y el silencio me gustan mucho. Cuando estoy solo no me siento solo, siento que estoy en paz.

Un momento de la entrevista con Theodor Kallifatides. Foto: Sara Fernández

Un momento de la entrevista con Theodor Kallifatides. Foto: Sara Fernández

P. ¿Fue Olga la primera amiga de la que se tuvo que despedir?

R. Sí.

P. ¿Y por eso hizo tanta mella la pérdida, tanto como para escribir un libro?

R. Sí. Desde entonces he perdido a varios amigos, pero entonces el mundo no se sintió tan vacío como con la muerte de Olga.

"Cuando estoy solo no me siento solo, siento que estoy en paz"

P. ¿Qué cree que opinaría Olga del libro?

R. Pienso que le gustaría. No digo nada malo de ella, así que no creo que le molestara nada. Quizás me tacharía de idealista, y me acusaría de romantizar algunos recuerdos. Creería que las cosas no eran tan bonitas como yo las planteo. Pero yo no me inventé nada. Para mí las cosas fueron tal y como las cuento.

P. Han pasado más de 20 años desde la publicación original de este libro. ¿Entiende la muerte de la misma manera?

R. Todavía siento la pérdida, pero, por supuesto, han pasado muchos años y no es algo que esté en mi cabeza continuamente. Eso sí, cuando uno alcanza mi edad y ve como un amigo detrás de otro muere... por supuesto que te acuerdas del primero que se fue. Ahora mismo solo tengo dos amigos en Grecia. El resto ha muerto. Lo mismo pasa con mi familia de allí, soy el último de ellos.

P. ¿Es posible superar la muerte de un ser querido?

R. Para algunos es más fácil que para otros. Nuestra forma de amar es tan diferente como nuestra forma de sobrellevar el duelo.

P. ¿Cómo ve el mundo de hoy una persona que emigró en pos de una vida mejor?

R. Estamos viviendo un momento histórico muy complicado. Cada vez hay más pobreza, más desigualdad, más gente que necesita emigrar. La inmigración no es un acto que se lleve a cabo por propia voluntad. Te ves forzado a ello. Uno se marcha de su hogar porque la vida allí es insostenible.

Theodor Kallifatides durante la entrevista con El Cultural. Foto: Sara Fernández

Theodor Kallifatides durante la entrevista con El Cultural. Foto: Sara Fernández

P. ¿Cómo ha evolucionado su relación con Grecia desde la publicación original de Una mujer a quien amar? En ese momento habla de su país natal como algo lejano...

R. Grecia nunca ha sido la misma para mí desde que mi madre murió. Cuando publiqué este libro ella todavía vivía así que era un lugar diferente del que es ahora. Por aquel entonces era una continua inspiración para mí. Cada vez que la miraba, tenía una nueva historia. Ahora todo eso ha desaparecido.

"Nuestra forma de amar es tan diferente como nuestra forma de sobrellevar el duelo"

P. Estos últimos años ha visitado España en varias ocasiones. ¿Hay algo en los griegos que reconozca en los españoles y no perciba en los suecos? ¿Algo así como un espíritu mediterráneo?

R. Sí. Lo hay. Es una de las razones por las que me gusta venir. Aparte de eso, admiro el enorme interés que hay por la cultura en España. Los teatros se llenan, las óperas también, se venden muchos libros... y los libros que se publican son de altísima calidad. Este es el único país en el que chicos menores de edad vienen a verme a las presentaciones de mis libros y a pedirme que les firme sus ejemplares. Es alucinante.

»Ese tipo de cosas solamente ocurren en España. Por no hablar de la belleza del país... Hay muchos países bellos, claro, pero en España la belleza tiene un carácter especial. Creo que es porque tres culturas muy importantes confluyeron aquí y pudieron compartir sus ideas. Esas culturas ya no están aquí de la misma forma, pero aun así se las siente vibrando en el ambiente. La cosa más sencilla aquí, un árbol, por ejemplo, tiene una belleza que no se encuentra en ningún otro lugar.

P. ¿Y esa belleza no la encuentra en Grecia?

R. Hay mucha belleza en Grecia, pero no viene de los griegos modernos. En España nunca he visto nada que no esté muy bien hecho. En Grecia sí. En Suecia ocurría lo mismo que en España, pero ahora ya no, ha decaído. En Grecia hemos sufrido demasiada pobreza, demasiadas guerras... muchos griegos han tenido que marcharse, y con eso la esencia griega se pierde.

P. Dada su relación con Suecia y su idioma... ¿ve posible que la Academia Sueca le conceda el Nobel de Literatura en el futuro?

R. No. Básicamente —y no lo digo como crítica, sino como hecho— porque lo primero que se tiene en cuenta a la hora de decidir a quien se le otorga el Nobel de Literatura es el lugar de procedencia. No se elige un autor, se elige un país. Es una decisión diplomática, no literaria.

»A veces las decisiones que toman son totalmente irrelevantes y que poco tienen que ver con la literatura. Muchos grandes escritores se han quedado fuera. Yo no represento a nadie. Nunca llegaré a ser del todo sueco, ni tampoco podré volver a ser del todo griego.

P. Representa a los inmigrantes. Esa es una patria enorme.

R. Los inmigrantes jamás ganaremos un Nobel de Literatura. Pero da igual. Diré lo que he dicho muchas veces: pensar en ganar el Nobel de Literatura es la mejor forma de inmolarse como escritor. Escribo porque amo hacerlo, no por los premios.